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viernes, 23 de marzo de 2018

Tercera Reflexión de Cuaresma La oración Incesante del Corazón


Oración de Jesús en el huerto de Getsemani

Mateo 26,36-46:

"Entonces va Jesús con ellos a una propiedad llamada Getsemaní, y dice a los discípulos: «Sentaos aquí, mientras voy allá a orar.» Y tomando consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a sentir tristeza y angustia. Entonces les dice:  «Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad conmigo.»Y adelantándose un poco, cayó rostro en tierra, y suplicaba así:  «Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa, pero no sea como yo quiero, sino como quieras tú.» 

Viene entonces donde los discípulos y los encuentra dormidos; y dice a Pedro: 

« ¿Conque no habéis podido velar una hora conmigo?  .Velad y orad, para que no caigáis en tentación; que el espíritu está pronto, pero la carne es débil.»

Y alejándose de nuevo, por segunda vez oró así: «Padre mío, si esta copa no puede pasar sin que yo la beba, hágase tu voluntad.».

Volvió otra vez y los encontró dormidos, pues sus ojos estaban cargados. .Los dejó y se fue a orar por tercera vez, repitiendo las mismas palabras. .Viene entonces donde los discípulos y les dice:

«Ahora ya podéis dormir y descansar. Mirad, ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de pecadores."

+La Oración  incesante del Corazón:

Es a partir del Silencio que la oración con toda nuestra mente y Alma, que la pasión de nuestro señor Jesucristo se hace Vida en nuestros Corazones, he aquí el Umbral que todo creyente ha de cruzar, es el lugar decisivo donde nos cuesta pronunciar:  Padre hágase en mi tu Voluntad y no la mía.

<<Como se ora se vive y como se vive se Ama>>. Solo en la oración suplicante e incesante de nuestro Corazón, vislumbramos el lugar, morada y encuentro autentico con Dios, con el prójimo y consigo mismo. Nuestro corazón es el lugar de la decisión del Si o el No; en el silencio y en lo más profundo de nuestro corazón descubrimos la fuente de Luz, de donde mana el Agua Viva en medio de la obscuridad de nuestras visiones Carnales y al despuntar la aurora de las noches oscuras del alma un sopor de angustia y somnolencia nos invade.

San Juan de la Cruz sobre la decisión de la oración   afirma: <<El misterio envuelto en el Silencio durante Siglos se dilata; así siempre el Corazón que cree y espera, en Él se convierte en amor Silencioso>>.

Nosotros no sabemos cómo orar (Rom 8,26); La oración de Jesús es la verdadera puerta de entrada que ilumina a todo hombre, porque no sabemos pedir como conviene, el Espíritu Santo viene en nuestra debilidad, nos ayuda y enseña a Orar ¡Abba Padre!; Por medio de la acción y gracia del Espíritu Santo (1 Co12, 3); nos adéntranos en el Misterio del Santo Nombre de Dios.

¿Acaso no es así como el mismo Jesús nos enseñó a Orar?: ¡Santificado sea tu Nombre¡. Jesús es El único Nombre Divino y Verdadero que pueden pronunciar nuestros labios en medio del sufrimiento y aflicción o ante el drama de la Muerte, o tan solo basta orar la Suplica ardiente como la hacían nuestros Padres de la Ascética y de la Mística, que Combatieron en el Desierto; el mundo, el demonio y la carne Alcanzando la Santidad y la purificación de sus sentidos; repitiendo incesantemente: ¡Señor Jesucristo; ten piedad de mí!.....

El altar del Corazón:

El Santo Nombre de Jesús es el Verdadero Camino que nos conduce al Padre y El fundamento de toda oración Cristiana debe estar centrada en la meditación, contemplación de los sagrados Misterios de su Encarnación, Pasión , Muerte, Resurrección y Ascensión a los Cielos; porque toda ascesis consiste en purificar nuestro Corazón con relación a todo lo que existe y despojarnos de todo apego e idolatría a fin de encontrar los tesoros escondidos en nuestro Corazón,  y en el Altar de nuestro Corazón adorar nuestro único Tesoro, El Señor Jesús, en Espíritu y Verdad. La cuestión no depende del espacio y del cómo y cuánto se Ora, si no del lugar del corazón de quien, Jesús lo habita y lo llena todo con el Suave Olor de su perfume.

En el Altar de nuestro corazón se descalza y se despoja el hombre Viejo, por la Luz que lo ilumina y disipa toda sus tinieblas , porque el Espíritu Santo no transforma más de lo que nuestro pobre corazón le ofrece, cuanto misterio esconde nuestra oración, cuanto más entregada y abandonada sea en la voluntad del Padre.

Es en el corazón de todo hombre  donde se alcanza la Santidad que renuncia a hacer su voluntad; porque cuanto más humilde y confiada sea la Suplica de su Corazón mas será colmado y dilatado y habitado por la obra y gracia del Espíritu Santo.

Nuestro hombre Viejo se esconde en su pecado, rehúye del Silencio y la oración y no logra la quietud, su Corazón se agita y se turba ante su Presencia. El asedio y debilidad de la Carne lo doblega, no vela, no tiene la Lámpara encendida ante Su Señor que lo Visita en su Tienda. He aquí el combate contra el Cáliz de la amargura que no queremos beber de la Cruz que no queremos Cargar y el Señor nos Exhorta hoy ¿Así que no pudisteis Velar una hora conmigo? Velad y Orad para no caer en Tentación, por que el Espíritu esta pronto y la carne es débil (Cf Mt 26, 41).

La oración incesante de Suplica de Jesús al padre es la Fuente de la Vida que se da voluntariamente, el sudor de su Sangre, su Sufrimiento y su angustia, la hora en que va ser entregado Jesús. Es la noche de la muerte que despliega el drama de la Soledad, la traición, el abandono de sus Discípulos cargando con todas nuestras Dolencias y pecados.

Santo Tomas de Aquino meditando la pasión el huerto Getsemaní exclama: 

<< ¿A qué ¡padecer!, ¡a que he de morir!…>>?

¡Cuán bello y sublime ejemplo nos da aquí el Salvador, de cómo hemos de obrar cuando nos hallamos a punto de entrar en la pasión y en el sacrificio! ¡De cuán distinto modo procedemos, cuando lejos de buscar con resolución las ocasiones de luchar y padecer, huimos de ellas con tanto cuidado y destreza!…>>.

+Consideremos la gravedad y muchedumbre de estas aflicciones interiores del Salvador, que los Evangelistas llaman Angustia, tristeza.

+El temor fue de los tormentos y muerte cercana; el tedio fue una desgana de todas las cosas de este mundo, y aun de la misma vida, no hallando en la tierra cosa que le diera gusto y consuelo o alivio.

+La tristeza fue un pesar y aflicción interior de los males que miraba como presentes. Y como los trabajos eran muchos y muy terribles, y la aprensión de todos ellos muy viva, viéndolos como inevitables, tuvo la mayor tristeza que jamás hubo ni habrá en esta vida.

+ Y ¿cuáles fueron las causas de esta tristeza del Salvador?

1. La memoria y viva aprensión de los pecados de todos los hombres, así pasados como presentes y por venir, con que su Eterno Padre le cargó desde que se ofreció como víctima de la expiación universal.

2. La vivísima representación de todos los tormentos, humillaciones y afrentas de su Pasión.

3. El pensamiento desgarrador de cuán inútilmente iba a derramar su sangre y dar su vida por tan gran número de hombres que se obstinarían en el mal.

¿Qué motivos tuvo Jesús para decir éstas palabras a sus apóstoles?

Triste está mi alma hasta la muerte (Mat24, 38).

Que es decir: Mi alma está triste, con una tristeza cual se padece en las agonías de la muerte, y tan grande, que bastara a dármela si no guardara la vida para padecer más cruel muerte, y tan larga, que durará hasta el instante mismo de la muerte.

¿Qué motivos tuvo Jesús para decir éstas palabras a sus apóstoles?

1. Porque, como esta tristeza era interior, era necesario que Él nos manifestase su grandeza, para que conociésemos lo mucho que por nosotros padecía y se lo agradeciésemos y nos alentásemos a imitarle en ello.

2. Para mostrar que era hombre y se sujetaba a tristezas y temores, y como tal se consolaba con sus amados discípulos, descubriéndoles su aflicción, para que se compadeciesen de Él y le consolasen; y por eso les dijo: Velad conmigo y hacedme compañía.

3. Y ¿por qué declaró Jesús esta tristeza a estos tres discípulos y no a los otros? Sin duda, para que los mismos que habían sido testigos de la gloria que tuvo en su Transfiguración, fuesen también testigos de la tristeza y agonía de su Pasión; y también para darnos a entender que, si Dios da consuelos en esta vida a los escogidos, es para prevenirlos y alentarlos a grandes trabajos; y que si es favor estar con Cristo en el Tabor, viéndole glorificado y participando de los gozos de su gloria, también es favor estar con Él en el huerto, viéndole entristecido y atribulado, participando con Él de sus aflicciones y tristezas; éste favor sólo se hace a los más queridos,llamados y amados por Jesús.

Pidámosle la gracia al Señor ser uno de sus Discipulos y el Don de la Oracion incesante del Corazón.

+++ Bendiciones.