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martes, 23 de marzo de 2021

Escuela de la fe: El corazón y el Evangelio.

(San Benito)

Continuando con las enseñanzas de San Benito en el prólogo de su regla leemos que el Señor buscando su obrero lo llama entre la multitud y le dice, ¿Quién es el hombre que quiere la vida y desea ver días felices?; San Benito, con estas palabras nos da a entender que Dios va buscando al hombre y que busca el corazón del hombre, pero el hombre que está sediento de vida y de felicidad se inclina a buscar la felicidad en los bienes temporales y materiales.

Es importante comprender que el evangelio se dirige a hombres que buscan la felicidad es decir a hombres que buscan la verdad, porque la diferencia entre el hombre y los animales reside en que para estos últimos vivir consiste en adaptarse perfectamente al medio ambiente al ecosistema en el que están, en cambio, para el hombre vivir consiste en buscar aquello que ningún medio ambiente le puede dar la felicidad.

En el corazón del hombre hay un ansia de la búsqueda de la verdad del bien y de belleza que es Dios en la esencia de su Ser. Estas tres realidades (Verdad, bondad Y Belleza); son la felicidad en un estado perfecto en donde todo es verdadero.

Los animales no buscan la felicidad se conforman con no morir o simplemente existir, en la actualidad parece que algunos que se conforman con no morir y nada más y eso nos tiene que hacer pensar. Si los hombres están dispuestos a “perder la vida” con tal de alcanzar esa plenitud de verdad de bien y de belleza que llamamos felicidad.

Cuando vemos a alguien busca en verdad la felicidad, solo la puede encontrar en una persona, en la belleza de un hombre verdadero que es Jesús; porque es Él que se presenta como el que viene a colmar esa sed de felicidad, por eso Jesús dijo: Él que tenga sed que venga a mí y beba. Jesús habla precisamente de la sed del corazón y se presenta como la respuesta a esa sed de verdad de bien y de belleza, ÉL se presenta como:   Yo soy la verdad, Yo soy la luz del mundo. Se presenta como la resurrección y la vida y como Él es la vida: Yo soy la vida, Yo Soy el pan de la vida, el que me coma vivirá por mí; se presenta también como la belleza porque quienes le han conocido y tratado percibieron la gloria y la majestad de su esplendor y su belleza. 

El apóstol San juan escribió y hemos contemplado su gloria, siempre que le demos gloria hemos de pensar siempre en la belleza, la gloria que recibe del Padre. Y Jesús, como hijo único de Dios está lleno de gracia y de verdad.

San Pedro también por su parte afirma, hemos visto con nuestros propios ojos su majestad o sea su gloria, su belleza. El evangelio supone por lo tanto que los hombres quienes les interesa la verdad, el bien y la vida, estos hombres buscan a Jesús que es la felicidad y la vida misma. Hemos encontrado al Mesías exclamaban con alegría los apóstoles; por eso, el primer enemigo del evangelio es la superficialidad, es decir, esa actitud por la que los hombres se quedan atrapados en la apariencia inmediata de las cosas y no escudriñan en su propio corazón para descubrir la sed profunda que hay en ese corazón.

El mundo, la sociedad actual censura el silencio, la oración y la escucha del corazón y lo hace mediante la multiplicación de los intereses inmediatos; lo que implica morder ese anzuelo independiente de los intereses inmediatos, lo atrapa la inmediatez, el ruido y vértigo exterior; hasta que no cambie claro; su interés por las cosas que el mundo le ofrece, esto le impide abrir sus oídos al evangelio que es la Palabra que da vida al mundo. Termina el hombre contemporáneo de hoy absorto y con toda su atención en el hedonismo de los bienes materiales y así queda inmerso en la superficialidad que el “mundo “le ofrece y no le quedan energías para abordar el camino hacia su propio corazón.

Es imprescindible hoy, en primer lugar, reflexionar y decidir en nuestra vida de oración y de fe, hasta dónde voy a dejar entrar al mundo y sus insistencias en mi vida y establecer una línea roja, una frontera más allá de la cual no le voy a dejar entrar. Esta postura es casi imposible en este mundo globalizado, para la mayoría incluso por razones laborales. Pero lo que siempre es posible es el limitar el número de horas que permitiré que mi atención esté ocupada en determinadas actividades.

En segundo lugar, lo que debemos hacer es recuperar el silencio interior es una decisión de la voluntad de guardar silencio y nace de la conciencia de que en realidad es el silencio quien nos guarda a nosotros, nosotros decimos hay que guardar silencio, pero es que en realidad que es el silencio quien nos guarda a nosotros porque, el silencio es el que permite que nos encontremos con nuestro propio corazón y que descubramos lo que de verdad anhelamos y necesitamos.

Estar en  silencio antes que callar, supone detenernos en una cierta medida a la cantidad de estímulos  exteriores que nos llegan desde el mundo desde la sociedad, porque la sociedad nos trata como si fuéramos una terminal de recepción de datos, nos está bombardeando siempre con multitud de datos y  el silencio supone detener, eso por lo menos hasta cierto punto; supone desarrollar en nosotros la capacidad de “desconectarnos”,  quién lo iba a decir que desconectarse iba a convertirse  en un gesto revolucionario ; pues la revolución hoy en día es la búsqueda de la paz y  de la  verdad;  para  encontrar la paz interior se  comienza por  decir una cosa tan sencilla como:<<quiero estar conmigo mismo y con Dios >>. Cuando San Benito se marchó Al monte Subiaco dice su biógrafo, que se marchó y retiro a habitar consigo mismo, San Benito, vivía en Roma, pero veía como día a día había demasiado ruido y al final se fue a la cueva de Subiaco a habitar consigo mismo y encontrase con Dios.

Si no hacemos silencio interior  nos convertimos en un elemento más del mundo de ahí la importancia de los retiros¸; es curioso esta palabra retiro;  retiro significa desaparecer me retiro me voy de retiro o sea desaparezco del ruido del mundo de esta red de relaciones y me ocupo más y más intensamente de lo que no es del mundo de Dios y su reino. El señor Jesus  le dijo a Pilato que era un buen representante del mundo, le dijo mi Reino no es de este mundo, mi Reino no es de aquí como diciéndole a Pilato, es difícil que me entiendas porque tú eres un elemento del mundo estás metido hasta las cejas en el mundo eres un servidor del emperador pero mi reino no es de este mundo mi Reino no es de aquí.

San Jerónimo, tiene una frase preciosa que dice así, << aunque por culpa nuestra perdimos el paraíso añoramos no obstante la antigua felicidad incapaces de olvidarla>>, es decir, San Jerónimo está convencido de que en nosotros hay una nostalgia del paraíso que, en nuestra memoria, hay algún rincón en el que hay como un recuerdo de esa época felicidad y armonía perfecta de la existencia humana anterior al pecado. Cuando la verdad del vivir y la belleza nos acompañaban todas las tardes a toda hora y en todo momento, como dice el libro del génesis porque el Dios estaba en medio del jardín y bajaba podríamos decir a cenar con Adán y Eva, estaban juntos eso era el paraíso, el paraíso es Dios en medio de los hombres es la verdad del bien y la belleza que es Cristo junto con nosotros.

San Jerónimo cree que en algún rincón de nuestra memoria espiritual hay como un recuerdo del paraíso como una nostalgia de un lugar en el que no hemos estado pero que nosotros sabemos que ha existido y que es real y que a ese lugar se puede volver. Añoramos algo de lo que no tenemos, es un recuerdo claro pero que sabemos que corresponde a los anhelos de nuestro corazón y que es posible volver a ese estado de gracia original; porque en un tiempo lejano fue real es como una instancia que hay en nosotros y nos anima a volver al paraíso a volver a una comunión plena con Dios.  Nuestro verdadero ser y nuestra identidad más profunda no es el vértigo de la libertad que se entrega al pecado, sino la alegría de la inocencia primera, que confía en Dios y se abandona a Él.

El pecado hermanos nos atrae, nos atrae como una serpiente, como esas serpientes que envenenan y atrapan e inmovilizan a la presa antes de engullirla. El pecado es así, y tiende a hipnotizarnos y nos ofrece la fascinación de un vértigo de una caída sin fondo, con nostalgia pérdida del paraíso el camino para llegar a ver a Dios; es estar alegres en medio de las pruebas y el sufrimiento con la de la inocencia y seguridad de un niño en los brazos de su madre, que confía en Dios y se abandona en Él. Este es el camino, eso es lo que hay que hacer, porque dice el Señor si no os hacéis como niños no entrareis en el Reino de los cielos.

El salmo 118 dice que: <<Correré por el camino de tus mandatos cuando me ensanches el corazón >>. Por lo tanto, para acoger el evangelio debemos de bajar a nuestro corazón, pero ahora damos un paso más y decimos tenemos que dilatar el corazón, porque si no el evangelio no cabe en nuestro corazón, para recorrer el camino de cristo hace falta dilatar el corazón, porque como escribe San Juan ;<< Dios es más grande que nuestro corazón>>.

En efecto, lo que nuestra razón entiende como la verdad, el bien y la belleza queda desbordado en cuanto empezamos a conocer a Jesucristo en cuanto empezamos a conocer el Dios que nos revela Jesucristo que es el único Dios que existe que es el único Dios verdadero; por ejemplo, para contemplar  la idea de verdad que tenemos se tiene que dilatar  nuestro corazón  y la razón a la luz del Espíritu Santo, para acoger al Dios uno y trino; porque si no, la idea de verdad que tenemos los hombres de una manera natural se sostiene  en el principio de identidad, por el cual decimos que una cosa es esa cosa y es  real.

Pero cuando conocemos al Dios que sobrepasa todo entendimiento humano o angélico, se nos revela Jesucristo al partir el pan como a los discípulos de Emaús porque Él está realmente presente en las apariencias del pan y del vino, revelado y escondido en la Eucaristía; hemos de confesar y creer en esta verdad revelada, para poder estar en comunión con la Santísima Trinidad. Para entender este sagrado Misterio que Dios es uno y es al mismo tiempo trino, y que son las tres personas realmente distintas, entre sí que constituyen el único Dios verdadero.

El encuentro con  Jesucristo  nos enfrenta ante   la decisión de  dilatar el corazón y dilatar también la razón, la idea de bien que la razón tiene se ciñe al orden de la justicia, la idea de bien que tenemos todos de manera natural consiste en dar a cada uno lo que le corresponde de acuerdo a San Agustín ; mientras que el Dios que nos revela Jesucristo rebasa por completo el orden de la justicia, sin negarlo, pero lo sobrepasa mediante su misericordia hasta el punto que para Él; hacer justicia significa que su hijo Jesucristo muera en la cruz en lugar nuestro para que nosotros seamos hechos justos por su sangre.

Dios es más grande que la justicia y por lo tanto hay que acoger a Dios en nuestros corazones, este bien que va más allá de la justicia se llama misericordia, es la idea de belleza que la razón tiene y piensa siempre. La belleza, como armonía y como hermosa apariencia; mientras que la fe cristiana declara que el más bello de los hombres es Jesucristo; aquel que no tenía apariencia ni presencia que era despreciable y desecho de los hombres como uno ante el cual se oculta el rostro estas son las palabras del profeta Isaías que se cumplen en la pasión de Cristo; sin embargo, de ese rostro escupido, flagelado escarnecido coronado de espinas sangrante de ese rostro, que da miedo mirar. se oculta a los hombres el misterio y el resplandor de su belleza…

El salmo 44 dice: <<Eres el más bello de los hombres>>; por lo tanto, también hay que ensanchar el corazón y la mente para un nuevo concepto de belleza. El evangelio supone no sólo caminar hacia el propio corazón, sino además dilatarlo, nuestra fe nos pide una dilatación del corazón y de la razón, para acoger el misterio de un Dios que nos rebasa y que lleva nuestra esperanza, mucho más allá de cuanto nosotros podíamos imaginar. San Pablo escribe,lo que ni el ojo dio ni el oído yo ni al corazón del hombre llegó lo que Dios ha preparado para los que le aman y a nosotros nos lo ha revelado por medio del Espíritu y el Espíritu todo lo sondea hasta las profundidades de Dios.

El papa Benedicto XVI , en su encíclica sobre la esperanza, recuerda a Santa Josefina Bakhita, que era una esclava Sudanesa, que pasó por varios dueños que la maltrataron, unos y en cualquier caso todos la consideraban como lo que era para ellos una esclava, alguien a su servicio hasta que las circunstancias de la vida; por no decir más bien la providencia hizo que llegara a Europa y aquí conoció el cristianismo, conoció a Dios y entonces para ella Dios fue su nuevo y definitivo amo, un amo que a diferencia de los demás, la amaba por sí misma con un amor infinito y  no la amaba por los trabajos que hacía por los servicios que prestaba, sino por ser  ella misma y ella se consagró por completo  a la vida religiosa a ese nuevo Amo que encontró a través del conocimiento de  Jesucristo. Bakhita, abrazo la felicidad plena y esta esperanza que nunca había tenido hasta ese momento, su esperanza era y se limitaba solo a que no la maltratasen, con eso tenía bastante, pero después de este encuentro con Jesucristo al contemplar un crucifijo ante el Sagrario, a partir de ese momento, descubrió, la esperanza de llegar a ver a Dios cara a cara como le veremos tal cual es.

Para terminar, oremos: Padre en ti esta la Verdad bondad felicidad y la belleza, te suplicamos que derrames sobre nosotros tu Espíritu Santo, que Él nos de la fortaleza para superar la superficialidad que nos envuelve y caminar hacia nuestro propio corazón, acogiendo, la sed y la felicidad unidos al corazón de Jesús. Concédenos contemplar tu rostro en nosotros desfigurado por el pecado y la nostalgia del paraíso perdido, Ensancha nuestro corazón y entendimiento hasta que seamos capaces de acoger tu inmenso amor hacia todos los hombres, por Jesucristo nuestro Señor, Así sea.

 

+++Bendiciones…

 

Fuente Bibliográfica: Reflexiones del Pbro.: Fernando Colomer Fernández.