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lunes, 23 de marzo de 2020

Capitulo II: La Vida de Oración.

Tentaciones en la Oración de San Antonio Abad (Padre del Monacato).

En el presente capitulo vamos a estudiar y simplificar de manera breve los tipos de oración y los grados de oración que podríamos alcanzar de acuerdo a las gracias luces recibidas del Espíritu Santo, en el arduo camino ascético de la perfección y de la vida de oración veamos:

1)La oración de súplica: Por razón del sujeto en quien recae—puede considerarse de dos maneras:
+En el primer sentido sólo a Dios se le deben pedir las gracias que necesitamos. Porque todas nuestras oraciones (aun las que se refieren a los bienes temporales) En cuanto que se pide algo a otro directamente y para que él mismo nos lo dé.
+En el segundo sentido como simples intercesores. Se puede y se debe orar indirectamente, para que nos lo consiga de otra persona superior (simple intercesión). a los ángeles, santos y bienaventurados del cielo, y especialísimamente a la Santísima Virgen María, Mediadora universal de todas las gracias.

Expliquemos un poco más este punto importante.En este sentido deben ordenarse las oraciones a conseguir la gracia y la gloria, que solamente Dios puede dar, como dice el Salmo (84,12). La gracia y la gloria las da el Señor.  De lo contrario esta clase de oración dirigida a los santos sería idolatría.

La cuestión seria: ¿Es lícito y muy conveniente invocar a los santos para intercedan por nosotros? La respuesta a esta pregunta es que la bondad infinita de Dios no es incompatible con la intercesión de los santos, sino que se armoniza admirablemente con ella. Dios es el Padre amantísimo que se complace en ver a sus hijos intercediendo ante El unos por otros.

La Doctrina de La Iglesia Católica en el Concilio de Trento proclamó solemnemente la utilidad y conveniencia de invocar a los santos y venerar sus reliquias y sagradas imágenes. Es, pues, una verdad de fe que pertenece al depósito de la doctrina católica. Las principales razones teológicas que la abonan son:

a) La bondad divina, que ha querido asociarse a sus criaturas (María, ángeles, santos, bienaventurados y justos de la tierra) en la obtención y distribución de sus gracias.
b) La comunión de los santos, que nos incorpora a Cristo y a través de Él hace circular sus gracias de unos miembros a otros.
c) La caridad perfectísima de los santos, que les mueve a interceder por nuestras necesidades, que ven y conocen en el Verbo Divino.

La intercesión y comunión de los Santos Lo niegan muchos herejes, entre los que se cuentan, cataros, luteranos, calvinistas, etc. Dicen que Cristo es el único mediador entre Dios y los hombres y que los santos no se enteran de nuestras oraciones; y que Dios es tan bueno, que no necesita intercesores para darnos lo que nos hace falta.

Es cierto que Jesucristo es el único mediador de redención, pero nada impide que los santos sean mediadores de intercesión, apoyando con las suyas nuestras oraciones y rogando a Dios las despache favorablemente.  Es falso que no se enteren Todas las peticiones que les hacemos. Así queda zanjado y rebatido dicho argumento erróneo de nuestros hermanos separados que nos acusan y Juzgan de idolatras.

Por razones Teológicas entonces, ¿con qué clase de culto se les debe invocar u honrar a los Santos y la bienaventurada Virgen María? El culto de Latría es propio y exclusivo de Dios. Honrar a los santos con él sería un gravísimo pecado de idolatría. A los santos se les debe el culto de dulía, y a la Santísima Virgen, por su excelsa dignidad de Madre de Dios, el de hiperdulía.

2) El poder de intercesión de los santos: Depende del grado de méritos adquiridos en esta vida y del grado de gloria correspondiente. Los santos más grandes tienen más poder de intercesión ante Dios que los no tan gloriosos, porque su oración es más acepta a Dios que la de estos últimos. En este sentido es incomparable el poder de intercesión de la Santísima Virgen María: mayor que la de todos los ángeles y santos juntos.

Pero de aquí no se debe concluir que haya que invocar únicamente a la Santísima Virgen o a los santos de historial más brillante, omitiendo la invocación de los demás. Santo Tomás se plantea esta objeción y la resuelve admirablemente por las siguientes razones:

+Es conveniente invocar también a los santos inferiores: porque acaso nos inspire mayor devoción un santo inferior que otro superior, y de la devoción depende en gran parte la eficacia de la oración.

+Para que haya cierta variedad que evite el fastidio o monotonía; porque hay santos especialistas en algunas gracias; para dar a todos el debido honor; y porque pueden conseguir, entre todos, lo que acaso uno solo no conseguiría. En otro lugar paralelo añade todavía una razón más: 

+ Porque acaso Dios quiere manifestar con un milagro la santidad de su siervo (tal vez no canonizado aún). De otra suerte habría que concluir lógicamente que bastaba implorar directamente la misericordia de Dios sin la intercesión de ningún santo.

¿Pueden invocarse a las almas del purgatorio para obtener alguna gracia?:La Iglesia nada ha determinado sobre esto y es cuestión muy discutida entre los teólogos. A Santo Tomás le parece que no, y da dos razones muy fuertes:

a) No conocen nuestras peticiones, porque no gozan todavía de la visión del Verbo divino, donde las verían reflejadas. 

b)Porque los que están en el purgatorio, aunque son superiores a nosotros por su impecabilidad, son inferiores en cuanto a las penas que están padeciendo; y en este sentido no están en situación de orar por nosotros, sino más bien de que nosotros oremos por ellos.

Como se ve, las razones de Santo Tomás son muy serias. Sin embargo, muchos teólogos incluso de la escuela tomista; defienden la respuesta afirmativa fundándose en razones no despreciables. Pueden dicen pedir en general por nuestras necesidades (aunque no las conozcan concretamente); a impulsos de su amor a nosotros familiares o de la caridad universal en que se abrazan. Esto encajaría muy bien con el dogma de la comunión de los santos, que parece envolver cierta reciprocidad o beneficio mutuo entre los miembros de las tres iglesias de Cristo. (La iglesia Reinante, La Iglesia Purgante y La iglesia Militante).

Los que vivimos todavía en la tierra podemos aumentar la gloria accidental de los bienaventurados.  Podemos también ofrecer a Dios los méritos contraídos en este mundo por las almas actualmente en el purgatorio (intercesión interpretativa). Y si bien es cierto que no ven nuestras necesidades concretas, porque no gozan todavía de la visión beatífica, no es imposible que Dios se las manifieste de algún modo (por inspiración interior, por el ángel de la guarda, por los que van llegando de la tierra, etc.), y que puedan por lo mismo interceder concretamente por nosotros.

Acaso podría intentarse también la solución afirmativa con los siguientes datos:

a)Es de fe que podemos ayudar con nuestros sufragios a las almas del purgatorio (Denzinger#950).

b) No sabemos en qué proporción ni en qué forma se les aplican los sufragios, aunque es de suponer que, en forma de alivio de sus sufrimientos, además de la reducción del tiempo que habían de permanecer allí.

c) Si es así, el alma, al notar el alivio del sufragio toda petición a ellas debe ir acompañada de un sufragio, puede lógicamente pensar que alguien está rezando por ella; y no hay inconveniente en que, movida por la gratitud, pida a Dios por las intenciones de la persona caritativa que la está ayudando, aunque ignore en absoluto quién sea esa persona o cuáles sus intenciones.

Aclaración: “No parece inadmisible que puedan darse fenómenos de locución o Visión comunicación mediante un sueño con el permiso y la voluntad de Dios entre las personas de este mundo y las almas del purgatorio por ejemplo (entre un hijo y su madre difunta), Ya que estos Fenómenos sobrenaturales se presentan a menudo.

¿Por quién debemos orar?. Como principio general se puede establecer el siguiente: Podemos y debemos orar no sólo por nosotros mismos, sino también en favor de cualquier persona capaz de la gloria eterna.

El dogma de la comunión de los santos nos garantiza razón y la posibilidad. La caridad cristiana y a veces la justicia nos urge la obligación. Luego es cierto que podemos y debemos orar por todas las criaturas capaces de la eterna gloria, sin excluir a ninguna determinada: «Orad unos por otros para que os salvéis» (Lc. 5,16).  Hay que rogar por todos aquellos a quienes debemos amar. Luego por todas las personas capaces de la eterna gloria (incluso los pecadores, herejes, excomulgados, etc., y nuestros propios enemigos).

Pero por todos éstos basta pedir en general, sin excluir positivamente a nadie.  Ordinariamente no estamos obligados a pedir en particular por nuestros enemigos, aunque sería de excelente perfección. Hay casos, sin embargo, en los que estaríamos obligados a ello; por ejemplo, en grave necesidad espiritual del enemigo, o cuando pide perdón, o para evitar el escándalo que se seguiría de no hacerlo., (si hay costumbre de orar públicamente por los enemigos en tales o cuales circunstancias y no quisiéramos hacerlo). Siempre hemos de estar dispuestos a ello, al menos, como dicen los teólogos, esto es, haciéndolo de buena gana cuando se presenta ocasión para ello. Jesucristo nos dice expresamente:

En el Evangelio: «Amad a vuestros enemigos, y orad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre, que está en los cielos, que hace salir el sol sobre buenos y malos y llover sobre justos y pecadores» (Mt. 5,-45).

Podemos y debemos orar por las almas del purgatorio; siempre al menos por caridad y muchas veces por piedad (si se trata de familiares) o por justicia (si están allí por culpa nuestra., por los malos consejos y ejemplos que les dimos).

Es sentencia común entre los teólogos que podemos pedir el aumento de la gloria accidental de los bienaventurados; no el de la gloria esencial (visión y goce beatíficos), que es absolutamente inmutable, y depende del grado de gracia y de caridad que tenga el alma en el momento de separarse del cuerpo.

 No es lícito orar por los condenados, por estar completamente fuera de los vínculos de la caridad, que se funda en la participación de la vida eterna. Aparte de que sería completamente inútil y superflua una oración que para nada les aprovecharía.

Eficacia santificadora de la oración:
Los cuatro valores de la oración, a saber, son:  1. Meritorio, como virtud; 2. Satisfactorio, como obra. penosa; 3. Impetratorio de las gracias divinas y de 4. Refección espiritual del alma por su contacto de amor con Dios.

1)Valor Satisfactorio: Para que la oración tenga un valor satisfactorio es evidente con sólo tener en cuenta que supone siempre un acto de humildad y de acatamiento a Dios, a quien hemos ofendido con nuestros pecados, que tienen su raíz en el orgullo. Brota, además, de la caridad, fuente de toda satisfacción. Y, finalmente, la oración bien hecha es de suyo una cosa penosa al menos para las almas imperfectas, por el esfuerzo de atención y la tensión de la voluntad que supone. Es, pues, claramente satisfactorio. El concilio de Trento habló expresamente del valor satisfactorio de la oración.

 2)Valor Meritorio: Como cualquier otro acto de virtud sobrenatural, la oración recibe su valor meritorio de la caridad, de donde brota radicalmente por medio de la virtud de la piedad, de la que es acto propio. Como acto meritorio, la oración está sometida a las condiciones de las demás obras virtuosas y se rige por sus mismas leyes. Puede en este sentido merecer todo cuanto puede merecerse con esa clase de mérito, supuestas las debidas condiciones.

3) Refección Espiritual.: El tercer efecto de la oración dice Santo Tomás; es una cierta refección espiritual del alma. Este efecto lo produce la oración por su sola presencia. Pero para que de hecho se produzca es absolutamente necesaria la atención; ese deleite espiritual es incompatible con la divagación voluntaria de la mente. Por eso, la oración extática en la que la atención del alma es máxima por la concentración de todas sus energías psicológicas en el objeto contemplado lleva consigo la máxima delectación que se puede alcanzar en esta vida. Y es natural que así suceda. La oración nutre nuestra inteligencia, excita santamente nuestra sensibilidad, estimula y fortifica nuestra voluntad. Es una verdadera refectio mentís que por su misma naturaleza. Está llamada a llenar el alma de suavidad y de dulzura.

4) Valor Impetratorio: Este es el que más nos interesa destacar aquí como elemento de crecimiento y desarrollo de nuestra vida cristiana independientemente del mérito. Veamos en primer lugar cuáles son las principales diferencias entre el valor meritorio y el impetratorio de la oración:

a) La oración como acto meritorio dice una relación de justicia al premio; en cambio, su valor impetratorio dice relación tan sólo a la misericordia de Dios.
b) Como meritoria tiene eficacia intrínseca para conseguir el premio; como impetratoria su eficacia se apoya únicamente en la promesa de Dios.
c) La eficacia meritoria se funda, ante todo, en la caridad; la impetratoria, ante todo, en la. fe.
d) El objeto del mérito y de la impetración no es siempre el mismo, aunque a veces pueden coincidir. El justo merece y no siempre alcanza; el pecador puede alcanzar sin haber merecido.

La importancia y eficacia santificadora de la oración nos la dan conocer Los Santos Padres y los grandes maestros de la vida espiritual están todos conformes en proclamar la eficacia santificadora verdaderamente extraordinaria de la oración. Sin oración o sin mucha oración es imposible llegar a la santidad.

Son innumerables los testimonios que se podrían alegar. Únicamente, por vía de ejemplo, vamos a recoger unos pocos Según el Doctor de la Iglesia San Buenaventura:

+Si quieres sufrir con paciencia las adversidades y miserias esta vida, seas hombre de oración.
+Si quieres alcanzar virtud y fortaleza para vencer las tentaciones del enemigo, seas hombre de oración.
+Si quieres mortificar tu propia voluntad con todas sus aficiones y apetitos, seas hombre de oración. Si quieres conocer las astucias de Satanás y defenderte de sus engaños, seas hombre de oración.
+ Si quieres vivir alegremente y caminar con suavidad por el camino de la penitencia y del trabajo, seas hombre de oración.
+Si quieres ojear de tu alma las moscas importunas de los vanos pensamientos y cuidados, seas hombre de oración.
+Si la quieres sustentar con la grosura de la devoción y traerla siempre llena de buenos pensamientos y deseos, seas hombre de oración.
+Si quieres fortalecer y confirmar tu corazón en el camino de Dios, seas hombre de oración. Finalmente.
+Si quieres desarraigar de tu alma todos los vicios y plantar en su lugar las virtudes, seas hombre de oración: porque en ella se recibe la unión y gracia del Espíritu San tú, la cual enseña todas las cosas.
+Si quieres subir a la alteza de la contemplación y gozar de los dulces abrazos del esposo, ejercítate en la oración, porque éste es el camino por donde sube el alma la contemplación y gusto de las cosas celestiales.

La oración, revestida de las debidas condiciones, obtiene infaliblemente lo que pide en virtud de las promesas de Dios.  Esta tesis se fundamenta en la fe por la claridad con que se nos manifiesta en la Sagrada Escritura la promesa divina. Ahora bien: ¿cuáles son las condiciones que se requieren para que la oración alcance infaliblemente su objeto, cumpliéndose de hecho las divinas promesas?

Santo Tomás señala cuatro, y a ellas pueden reducirse todas las demás que señalan los autores: que pida algo para sí, necesario para la salvación, piadosamente y con perseverancia. He aquí sus propias palabras:

«En consecuencia, siempre se consigue lo que se pide, con tal que se den estas cuatro condiciones: pedir para sí mismo, cosas necesarias para la salvación, piadosamente y con perseverancia».

Todos Los textos sobre la oración podrían multiplicarse en gran abundancia, pero no es necesario. Todas las escuelas de espiritualidad cristiana están de acuerdo en proclamar la necesidad absoluta de la oración y su extraordinaria eficacia santificadora.

A medida que el alma va intensificando su vida de oración, se va acercando más a Dios, en cuya perfecta unión consiste la santidad. La oración es la fragua del amor; en ella se enciende la caridad y se ilumina y abrasa el alma con sus llamaradas, que son luz y vida al mismo tiempo. Si la santidad es amor, unión con Dios, el camino más corto y expedito para llegar a ella es la vida de continua y ardiente oración…….

+++ Bendiciones.