Todas las visiones y revelaciones y los sentimientos del cielo
no valen tanto como un acto de humildad.(San Juan de La Cruz).
Vamos a
dividir esta catequesis en tres artículos, dedicados a cada una de las tres causas
de los fenómenos extraordinarios que pueden producir los fenómenos verdadera o
falsamente místicos: Dios, la simple naturaleza y el demonio, correspondientes
a los tres mundos que hemos examinado en las catequesis I y II: sobre el mundo de lo sobrenatural, de lo
natural y de lo preternatural.
Dios Como Autor de Los Fenómenos Místicos:
La primera fuente de los fenómenos místicos—la
única y exclusiva de los verdaderos—es el mismo Dios como autor del orden
sobrenatural. No puede haber en ello dificultad alguna. Los fenómenos
místicos—en efecto—se desarrollan siempre, como veremos, en alguno de estos
tres campos o en varios de ellos a la vez: el intelectual, el afectivo o el
orgánico.
Ahora
bien: ¿no tiene Dios, acaso, libre acceso a esos tres campos y no puede extender
o restringir a su voluntad la esfera de sus actividades, multiplicar o
suspender sus energías? En el orden intelectual, ¿no podrá Dios, que es la Luz
y la Verdad por esencia (Jn. 8,12; 14,17), abrir a nuestro espíritu puramente
intelectuales o por medio de signos sensibles exteriores o interiores?
¿Quién
podrá discutir al Bien Infinito, término ideal de nuestra vida afectiva?; el
poder de obrar directamente sobre nuestra voluntad y determinar en ella, por
medio de la gracia, ímpetus y ardores que rebasen sus fuerzas naturales? Y en
el orden puramente corporal y orgánico, ¿no podrá Dios alterar nuestras
energías corporales modificando libremente sus formas y sus funciones? Las
manifestaciones sobrenaturales que no comprometan ninguna ley moral o que no
impliquen contradicción pueden, pues, tener a Dios por autor, ya que el poder
divino no reconoce otros límites que los del mal moral o del absurdo.
Causas inmediatas de los fenómenos místicos:
La mayor
parte de los fenómenos místicos extraordinarios los producen o pueden reducirse
fácilmente a las gracias llamadas gratis dadas. Decimos la mayor parte
y no todos, porque—como veremos al estudiar los fenómenos en particular—muchos
de ellos se explican, sin más, por una especie de redundancia y efecto
connatural del grado sublime de espiritualización a que han llegado las almas
místicas en las que esos fenómenos suelen realizarse.
En este
sentido, algunos de ellos podrían ser atribuidos a ciertos efectos
extraordinarios de los dones del Espíritu Santo, que no entran, sin embargo, en
el desarrollo normal de la gracia ni se producen—por lo mismo—en todos los
santos, a pesar de que todos ellos poseen los dones del Espíritu Santo en grado
sublime de desarrollo. De todas formas, la fuente principal de los fenómenos
extraordinarios son siempre las llamadas gracias gratis dadas, que vamos a
estudiar ampliamente a continuación.
Las Gracias «Gratis Dadas»
1-Introducción.
—Como
explica San Pablo en su maravillosa epístola
primera a los Corintios, las gracias o dones de Dios son múltiples y diversos, más el Espíritu es uno
mismo.
2- Todos cuantos beneficios hemos recibido de Dios, aun en el orden
puramente natural, son gracias y dones
suyos. Y todos en un sentido amplio podrían llamarse gracias gratis
dadas.
3-Como quiera que,
independientemente de la libre voluntad de Dios, que ha querido derramarlos
graciosamente sobre nosotros, no podía haber en nosotros mismos título alguno o
exigencia que los reclamara. No olvidemos que la causa omnímoda de todas las
cosas es la voluntad libérrima de Dios.
Pero esto,
no obstante, para precisar mejor la diferencia entre los dones naturales y los
sobrenaturales y, dentro de los sobrenaturales, entre unas gracias y otras, es
preciso restringir la terminología y circunscribirla a expresar un grupo
determinado de gracias en el conjunto innumerable de todas las que hemos
recibido de Dios.
Concepto fundamental y principales divisiones
de la gracia:
Según el
uso bíblico y el eclesiástico recibido en Teología, la palabra gracia se emplea
tan sólo para significar el don sobrenatural concedido por Dios a la naturaleza
racional en orden a conseguir la vida eterna.
La
tercera persona de la Santísima trinidad es la personificación del amor Divino.
Sin embargo, su esencia consustancial con el Padre y el Hijo la obra del espíritu
santo es la Santificación y la glorificación de los hombres por esto antes de
su pasión Jesús promete el Espíritu Santo por tres razones:
1-La primera es una razón de carácter
psicológico. El Espíritu Santo es la presencia de Dios entre nosotros, presencia
que obedece a un deseo de la voluntad y de la libertad divina, ello representa
para el hombre una consolación.
2-La segunda es una razón cristológica
basada en el carácter sublime de la naturaleza gloriosa de cristo, El Espíritu
Santo es un Don de Cristo triunfante, es el primer don de la Redención con el
cual Dios libera al Hombre y lo hace recibir las gracias por ello la pascua de
cristo es un acontecimiento de reconciliación que restaura la paz entre Dios y
el Hombre y el testimonio de una nueva alianza y eterna son garantes: La Sangre,
el Agua y el Espíritu.
3-La tercera razón es Salvífica por
el Don y la gracia del espíritu santo derramada en nuestros corazones el hombre
se reconcilia con Dios. El verbo
hecho hombre es la fuente de la fe y del amor y posee la plenitud de la gracia
de la cual participamos y que hace al
hombre conforme y agradable ante Dios. La perfecta.
Pero al
analizar este don establecen todavía los teólogos muchas divisiones y
subdivisiones. Y así hablan de la gracia increada y de la creada, de la gracia
de Dios y de la de Cristo, de la habitual y de la actual, de la preveniente,
operante y concomitante; Etc. De todas estas divisiones y subdivisiones hay una
que aquí nos interesa sobremanera destacar. Es la que divide la gracia—por
razón del fin a que se ordena—en gracia habitual o santificante( gratum faciens) y la gracia (gratis dada).
a-La gracia habitual o santificante— ( gratum
faciens)—que es la gracia, tiene
por objeto establecer la amistad sobrenatural entre Dios y nosotros, dándonos
una participación física y formal—aunque accidental, como es obvio—de la
naturaleza misma de Dios. Abarca tres aspectos distintos, aunque inseparables
entre sí: la gracia santificante propiamente dicha, las virtudes infusas y los
dones del Espíritu Santo.
b. La gracia( gratis dada)—en cambio—tiene por objeto inmediato o
directo, no la propia santificación del que la recibe, sino la utilidad
espiritual del prójimo. Y se llama gratis dada porque está fuera no
solamente de la potencia natural—que esto es común con la misma gracia
santificante—, sino incluso del mérito sobrenatural de la persona que la
recibe. Veamos cómo lo expresa Santo Tomás:
«La gracia es doble: una por
la cual el hombre mismo se une con Dios, y se llama gracia gratum faciens; otra por
la cual un hombre coopera a que otro se vuelva a Dios, y ésta se llama gracia gratis
dada, porque está sobre el poder de la naturaleza y se concede al
hombre por encima del mérito de la persona. Pero como no se le da para que
quede él mismo justificado, sino más bien para que coopere a la justificación
de otro, por eso no se llama gratum faciens. Y de ésta dice el
Apóstol (1 Cor. 12,7): «A cada uno se le otorga la manifestación del Espíritu
para común utilidad», esto es, para utilidad de los demás».
La Naturaleza de las gracias «gratis
dadas». —Recogiendo ahora la doctrina de Santo Tomás sobre la
naturaleza de las gracias gratis dadas esparcida a lo largo de sus obras,
podemos precisar los siguientes puntos fundamentales:
1- Las
gracias gratis dadas no forman parte
del organismo sobrenatural de la vida cristiana, integrado por la gracia
habitual, las virtudes infusas y los dones del Espíritu Santo. Ni tienen punto
de contacto con la gracia actual, que es la que pone en ejercicio los hábitos
anteriores.
2-Las
gracias gratis dadas requieren, pues,
en cada caso una intervención directa y extraordinaria de Dios, de tipo
milagroso.
De estas
características esenciales que acabamos de señalar se desprenden las siguientes
principales consecuencias, que nos interesa destacar aquí:
a) Que sería temerario y soberbio desear
o pedir a Dios todas las gracias, gratis
dadas. Como quiera que no son necesarias para la salvación ni santificación
y requieren—muchas de ellas al menos—una intervención milagrosa de Dios. Vale
más un pequeño acto de amor de Dios que resucitar a un muerto.
b) Que la causa instrumental de que
Dios se vale para producir tales hechos milagrosos—el hombre—no necesita estar
unida sobrenaturalmente con El por la caridad, ni mucho menos ser un santo.
c) Que esas gracias no se ordenan
de suyo al bien del sujeto a quien se conceden, sino al provecho de otros y
edificación de la Iglesia.
d) Que por lo mismo no es menester
que todos los santos estén adornados con las gracias gratis dadas, puesto que son independientes de la santidad. De
hecho, muchos santos no las tuvieron. San Agustín expone muy bien la razón
cuando dice que Dios no ha querido ligar necesariamente estos dones milagrosos
a la santidad para no dar pie a la flaqueza humana a hacer más caso de estas
cosas que de las buenas obras que nos merecen la vida eterna.
Numero de las gracias «gratis dadas». —Expuesta ya someramente la naturaleza de
estas gracias, vengamos ahora a la cuestión del número de las mismas. Como base
fundamental hay que y partir de la clasificación de San Pablo. Escuchemos, ante
todo, las palabras del gran Apóstol en su primera Epístola a los fieles de
Corintio:
(1 Cor. 12,7-11). «Y a cada uno se le otorga la manifestación del Espíritu para común utilidad. A uno le es dada por el Espíritu la palabra de sabiduría; a otro la palabra de ciencia, según el mismo Espíritu; a otra fe en el mismo Espíritu; a otro don de curaciones en el mismo Espíritu; a otras operaciones de milagros; a otra profecía, a otra discreción de espíritus, a otro género de lenguas, a otra interpretación de lenguas. Todas estas cosas las obra el único y mismo Espíritu, que distribuye a cada uno según quiere».
(1 Cor. 12,7-11). «Y a cada uno se le otorga la manifestación del Espíritu para común utilidad. A uno le es dada por el Espíritu la palabra de sabiduría; a otro la palabra de ciencia, según el mismo Espíritu; a otra fe en el mismo Espíritu; a otro don de curaciones en el mismo Espíritu; a otras operaciones de milagros; a otra profecía, a otra discreción de espíritus, a otro género de lenguas, a otra interpretación de lenguas. Todas estas cosas las obra el único y mismo Espíritu, que distribuye a cada uno según quiere».
Para
contemplar de un solo golpe de vista, en visión sintética de conjunto, el
magnífico tratado de Santo tomas de Aquino, comentando la clasificación de San
Pablo, vamos a transcribirle aquí en forma de cuadro sinóptico :
Es
preciso, sin embargo, no exagerar demasiado sobre esta doctrina de los dones y las gracias.
Es cierto que la gracia habitual o santificante se ordena de suyo a santificar
al que la recibe y que las gracias gratis dadas se ordenan de suyo al provecho
del prójimo. Pero no hemos de olvidar que cualquier gracia de
Dios—teológicamente considerada—se ordena en último término a la salvación
eterna, ya sea intrínsecamente y por su propia entidad, ya extrínsecamente por
especial disposición de Dios.
No es
obstáculo para que la gracia habitual se dé de tal manera para la santificación
del que la recibe, que pueda y a veces deba redundar en beneficio de los demás.
Y, al contrario, las gracias gratis
dadas, aunque de suyo se den para utilidad de los demás, puede y debe el
que las recibe o ejercita utilizarlas también para intensificar su propia vida
espiritual y Santidad.
+++
Bendiciones