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miércoles, 11 de marzo de 2020

Catequesis III: Las Causas de los Fenómenos Místicos Extraordinarios


Todas las visiones y revelaciones y los sentimientos del cielo no valen tanto como un acto de humildad.(San Juan de La Cruz).

Vamos a dividir esta catequesis en tres artículos, dedicados a cada una de las tres causas de los fenómenos extraordinarios que pueden producir los fenómenos verdadera o falsamente místicos: Dios, la simple naturaleza y el demonio, correspondientes a los tres mundos que hemos examinado en las catequesis I y II:  sobre el mundo de lo sobrenatural, de lo natural y de lo preternatural.

Dios Como Autor de Los Fenómenos Místicos:

 La primera fuente de los fenómenos místicos—la única y exclusiva de los verdaderos—es el mismo Dios como autor del orden sobrenatural. No puede haber en ello dificultad alguna. Los fenómenos místicos—en efecto—se desarrollan siempre, como veremos, en alguno de estos tres campos o en varios de ellos a la vez: el intelectual, el afectivo o el orgánico.

Ahora bien: ¿no tiene Dios, acaso, libre acceso a esos tres campos y no puede extender o restringir a su voluntad la esfera de sus actividades, multiplicar o suspender sus energías? En el orden intelectual, ¿no podrá Dios, que es la Luz y la Verdad por esencia (Jn. 8,12; 14,17), abrir a nuestro espíritu puramente intelectuales o por medio de signos sensibles exteriores o interiores?

¿Quién podrá discutir al Bien Infinito, término ideal de nuestra vida afectiva?; el poder de obrar directamente sobre nuestra voluntad y determinar en ella, por medio de la gracia, ímpetus y ardores que rebasen sus fuerzas naturales? Y en el orden puramente corporal y orgánico, ¿no podrá Dios alterar nuestras energías corporales modificando libremente sus formas y sus funciones? Las manifestaciones sobrenaturales que no comprometan ninguna ley moral o que no impliquen contradicción pueden, pues, tener a Dios por autor, ya que el poder divino no reconoce otros límites que los del mal moral o del absurdo.

Causas inmediatas de los fenómenos místicos:

La mayor parte de los fenómenos místicos extraordinarios los producen o pueden reducirse fácilmente a las gracias llamadas gratis dadas. Decimos la mayor parte y no todos, porque—como veremos al estudiar los fenómenos en particular—muchos de ellos se explican, sin más, por una especie de redundancia y efecto connatural del grado sublime de espiritualización a que han llegado las almas místicas en las que esos fenómenos suelen realizarse.

En este sentido, algunos de ellos podrían ser atribuidos a ciertos efectos extraordinarios de los dones del Espíritu Santo, que no entran, sin embargo, en el desarrollo normal de la gracia ni se producen—por lo mismo—en todos los santos, a pesar de que todos ellos poseen los dones del Espíritu Santo en grado sublime de desarrollo. De todas formas, la fuente principal de los fenómenos extraordinarios son siempre las llamadas gracias gratis dadas, que vamos a estudiar ampliamente a continuación.

Las Gracias «Gratis Dadas»

1-Introducción. —Como explica San Pablo en su maravillosa epístola primera a los Corintios, las gracias o dones de Dios son múltiples y diversos, más el Espíritu es uno mismo.

2- Todos cuantos beneficios hemos recibido de Dios, aun en el orden puramente natural, son gracias y dones suyos. Y todos en un sentido amplio podrían llamarse gracias gratis dadas.

3-Como quiera que, independientemente de la libre voluntad de Dios, que ha querido derramarlos graciosamente sobre nosotros, no podía haber en nosotros mismos título alguno o exigencia que los reclamara. No olvidemos que la causa omnímoda de todas las cosas es la voluntad libérrima de Dios.

Pero esto, no obstante, para precisar mejor la diferencia entre los dones naturales y los sobrenaturales y, dentro de los sobrenaturales, entre unas gracias y otras, es preciso restringir la terminología y circunscribirla a expresar un grupo determinado de gracias en el conjunto innumerable de todas las que hemos recibido de Dios.

Concepto fundamental y principales divisiones de la gracia:
Según el uso bíblico y el eclesiástico recibido en Teología, la palabra gracia se emplea tan sólo para significar el don sobrenatural concedido por Dios a la naturaleza racional en orden a conseguir la vida eterna.

La tercera persona de la Santísima trinidad es la personificación del amor Divino. Sin embargo, su esencia consustancial con el Padre y el Hijo la obra del espíritu santo es la Santificación y la glorificación de los hombres por esto antes de su pasión Jesús promete el Espíritu Santo por tres razones:

1-La primera es una razón de carácter psicológico. El Espíritu Santo es la presencia de Dios entre nosotros, presencia que obedece a un deseo de la voluntad y de la libertad divina, ello representa para el hombre una consolación.

2-La segunda es una razón cristológica basada en el carácter sublime de la naturaleza gloriosa de cristo, El Espíritu Santo es un Don de Cristo triunfante, es el primer don de la Redención con el cual Dios libera al Hombre y lo hace recibir las gracias por ello la pascua de cristo es un acontecimiento de reconciliación que restaura la paz entre Dios y el Hombre y el testimonio de una nueva alianza y eterna son garantes: La Sangre, el Agua y el Espíritu.

3-La tercera razón es Salvífica por el Don y la gracia del espíritu santo derramada en nuestros corazones el hombre se reconcilia con Dios. El verbo hecho hombre es la fuente de la fe y del amor y posee la plenitud de la gracia de la cual participamos   y que hace al hombre conforme y agradable ante Dios. La perfecta.

Pero al analizar este don establecen todavía los teólogos muchas divisiones y subdivisiones. Y así hablan de la gracia increada y de la creada, de la gracia de Dios y de la de Cristo, de la habitual y de la actual, de la preveniente, operante y concomitante; Etc. De todas estas divisiones y subdivisiones hay una que aquí nos interesa sobremanera destacar. Es la que divide la gracia—por razón del fin a que se ordena—en gracia habitual o santificante(  gratum faciens) y la  gracia  (gratis dada).

a-La gracia habitual o santificante— ( gratum faciens)—que es la gracia,  tiene por objeto establecer la amistad sobrenatural entre Dios y nosotros, dándonos una participación física y formal—aunque accidental, como es obvio—de la naturaleza misma de Dios. Abarca tres aspectos distintos, aunque inseparables entre sí: la gracia santificante propiamente dicha, las virtudes infusas y los dones del Espíritu Santo.

b. La gracia( gratis dada)—en cambio—tiene por objeto inmediato o directo, no la propia santificación del que la recibe, sino la utilidad espiritual del prójimo. Y se llama gratis dada porque está fuera no solamente de la potencia natural—que esto es común con la misma gracia santificante—, sino incluso del mérito sobrenatural de la persona que la recibe. Veamos cómo lo expresa Santo Tomás:

«La gracia es doble: una por la cual el hombre mismo se une con Dios, y se llama gracia gratum faciens; otra por la cual un hombre coopera a que otro se vuelva a Dios, y ésta se llama gracia gratis dada, porque está sobre el poder de la naturaleza y se concede al hombre por encima del mérito de la persona. Pero como no se le da para que quede él mismo justificado, sino más bien para que coopere a la justificación de otro, por eso no se llama gratum faciens. Y de ésta dice el Apóstol (1 Cor. 12,7): «A cada uno se le otorga la manifestación del Espíritu para común utilidad», esto es, para utilidad de los demás».
 La Naturaleza de las gracias «gratis dadas». —Recogiendo ahora la doctrina de Santo Tomás sobre la naturaleza de las gracias gratis dadas esparcida a lo largo de sus obras, podemos precisar los siguientes puntos fundamentales:

1- Las gracias gratis dadas no forman parte del organismo sobrenatural de la vida cristiana, integrado por la gracia habitual, las virtudes infusas y los dones del Espíritu Santo. Ni tienen punto de contacto con la gracia actual, que es la que pone en ejercicio los hábitos anteriores.

2-Las gracias gratis dadas requieren, pues, en cada caso una intervención directa y extraordinaria de Dios, de tipo milagroso.

De estas características esenciales que acabamos de señalar se desprenden las siguientes principales consecuencias, que nos interesa destacar aquí:

a) Que sería temerario y soberbio desear o pedir a Dios todas las gracias, gratis dadas. Como quiera que no son necesarias para la salvación ni santificación y requieren—muchas de ellas al menos—una intervención milagrosa de Dios. Vale más un pequeño acto de amor de Dios que resucitar a un muerto.

b) Que la causa instrumental de que Dios se vale para producir tales hechos milagrosos—el hombre—no necesita estar unida sobrenaturalmente con El por la caridad, ni mucho menos ser un santo.

c) Que esas gracias no se ordenan de suyo al bien del sujeto a quien se conceden, sino al provecho de otros y edificación de la Iglesia.

d) Que por lo mismo no es menester que todos los santos estén adornados con las gracias gratis dadas, puesto que son independientes de la santidad. De hecho, muchos santos no las tuvieron. San Agustín expone muy bien la razón cuando dice que Dios no ha querido ligar necesariamente estos dones milagrosos a la santidad para no dar pie a la flaqueza humana a hacer más caso de estas cosas que de las buenas obras que nos merecen la vida eterna.

Numero de las gracias «gratis dadas». —Expuesta ya someramente la naturaleza de estas gracias, vengamos ahora a la cuestión del número de las mismas. Como base fundamental hay que  y partir de la clasificación de San Pablo. Escuchemos, ante todo, las palabras del gran Apóstol en su primera Epístola a los fieles de Corintio: 

(1 Cor. 12,7-11). «Y a cada uno se le otorga la manifestación del Espíritu para común utilidad. A uno le es dada por el Espíritu la palabra de sabiduría; a otro la palabra de ciencia, según el mismo Espíritu; a otra fe en el mismo Espíritu; a otro don de curaciones en el mismo Espíritu; a otras operaciones de milagros; a otra profecía, a otra discreción de espíritus, a otro género de lenguas, a otra interpretación de lenguas. Todas estas cosas las obra el único y mismo Espíritu, que distribuye a cada uno según quiere».


Para contemplar de un solo golpe de vista, en visión sintética de conjunto, el magnífico tratado de Santo tomas de Aquino, comentando la clasificación de San Pablo, vamos a transcribirle aquí en forma de cuadro sinóptico :


Es preciso, sin embargo, no exagerar demasiado  sobre esta doctrina de los dones y las gracias. Es cierto que la gracia habitual o santificante se ordena de suyo a santificar al que la recibe y que las gracias gratis dadas se ordenan de suyo al provecho del prójimo. Pero no hemos de olvidar que cualquier gracia de Dios—teológicamente considerada—se ordena en último término a la salvación eterna, ya sea intrínsecamente y por su propia entidad, ya extrínsecamente por especial disposición de Dios.

No es obstáculo para que la gracia habitual se dé de tal manera para la santificación del que la recibe, que pueda y a veces deba redundar en beneficio de los demás. Y, al contrario, las gracias gratis dadas, aunque de suyo se den para utilidad de los demás, puede y debe el que las recibe o ejercita utilizarlas también para intensificar su propia vida espiritual y Santidad.

+++ Bendiciones

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