Recordando lo que ya dijimos en el Capitulo VI de la Vida de oración; en cuanto a la oración afectiva y de simplicidad que señalan el paso de la oración ascética a la mística. Los elementos infusos de los que comienza ya a participar acaban por prevalecer sobre los adquiridos de un modo gradual y progresivo hasta que el alma entra de lleno en la oración mística o contemplación.
Antes de describir sus diferentes grados y manifestaciones, se impone un estudio previo de la oración mística en general, que no es otra cosa que la contemplación infusa. en la descripción de la etapa ascética. Si se quiere hablar con propiedad y precisión, no se puede hablar de etapa ascética y etapa mística sin más. Ambos aspectos de la vida cristiana se compenetran mutuamente, de tal forma que los ascetas reciben a veces ciertas influencias místicas a través de los dones del Espíritu Santo, que posee toda alma en gracia y los místicos proceden a veces ascéticamente (siempre que el Espíritu Santo no actúe en ellos con sus dones).
Lo único cierto es que en la primera etapa predominan los actos ascéticos, y en la segunda los místicos; pero sin que; puedan atribuirse exclusivamente ninguno de ellos a una determinada fase de la vida espiritual.
2. Naturaleza de la contemplación: La palabra contemplación,
en su acepción más amplia y genérica, sugiere la idea de un grandioso
espectáculo que llama poderosamente la atención y cautiva el espíritu.
Contemplar en general es mirar un objeto con admiración. Se contempla la inmensidad del mar, el
paisaje dilatado de una verde campiña, un vasto sistema de montañas, la belleza
del firmamento en una noche serena cuajada de estrellas, las grandes creaciones
artísticas del espíritu humano y, en general, todo aquello que es apto para
excitar la admiración y cautivar el alma.
A)
Contemplación Natural: Toda potencia cognoscitiva puede realizar, más o
menos perfectamente, un acto de contemplación. De ahí que puedan darse ciertos
actos de contemplación puramente natural, que, según la potencia a quien
afecta, serán de orden sensible, imaginativo o intelectual:
+«Es sensible cuando se
mira por mucho tiempo y con admiración alguna cosa bella, por ejemplo, la
inmensidad del mar o la majestad de una cordillera».
+«Es imaginativa cuando
con la imaginación nos representamos largo rato con admiración y cariño una
cosa o persona amada».
+«Es Intelectual o filosófica cuando se para admirativa la mirada de la mente, con sólo considerar y sin discurrir, en alguna gran síntesis filosófica, por ejemplo, en el concepto del ser absolutamente simple e inmutable, principio y fin de todos los otros seres».
Claro que todos estos
actos de contemplación puramente naturales tienen que ser forzosamente muy
imperfectos y transitorios. Los dos primeros—sensibles e imaginativos—no son,
propiamente hablando, actos contemplativos, ya que, como veremos más abajo,
ninguna potencia puramente orgánica puede ser principio electivo de
contemplación. Y el tercero—el de la contemplación intelectual o filosófica no
puede ser muy perfecto y duradero, puesto que la visión intuitiva y sin
discurso no es propia de la naturaleza racional del hombre, que va de suyo
analizando y discurriendo.
El espíritu humano cae
indefectiblemente en una especie de pasmo o embobamiento cuando se empeña en
atajar naturalmente el discurso antes de recibir una luz infusa que lo supla o
substituya con ventaja.
B) Contemplación Sobrenatural o Infusa: La contemplación cristiana,
sobrenatural o infusa, ha sido definida con muy variadas fórmulas a través de
los siglos, pero todas ellas coinciden en lo fundamental; se trata de una
suspensión admirativa del entendimiento ante el esplendor de la verdad
sobrenatural.
Recojamos brevemente
algunas de las más bellas definiciones que nos ha legado la tradición
cristiana:
+ «La contemplación es una deliciosa admiración de la verdad resplandeciente»
(El autor del libro De Spiritu et Anima (c.32), atribuido antiguamente a San
Agustín).
+«Una santa embriaguez que aparta al alma de la caducidad de las cosas,
temporales y que tiene por principio la intuición de la luz eterna de la
Sabiduría». (San Agustín, Contra Fausta Múnich. I.12 c.48).
+«Una elevación y una suspensión del espíritu en Dios que es un anticipo
de las dulces alegrías eternas”. El autor de la famosa Scala Claustralium
(atribuida a San Bernardo).
+«Una mirada libre y penetrante del espíritu suspendida de admiración
ante los espectáculos de la divina Sabiduría». (Ricardo De San Víctor,
Beniamin Maior ).
+«Una sencilla intuición
de la verdad que termina en un movimiento afectivo». Suma Teológica Santo Tomas de Aquino.TH., II-II, I8O,3 ad 1 et
ad 3).
+«La contemplación es
ciencia de amor, la cual es noticia infusa de Dios amorosa y que juntamente va
ilustrando y enamorando al alma hasta subirla de grado en grado a Dios, su Creador».(
San Juan de la Cruz, noche ii, i8,5)
+ «La contemplación no es
más que una amorosa, simple y permanente atención del espíritu a las cosas
divinas»(San francisco de Sales, Tratado del amor de Dios 1.6 c.3).
+«La contemplación es una
vista de Dios o de las cosas divinas simple, libre, penetrante, cierta, que
procede del amor y tiende al amor» Pbro. LLalemán, La doctrine spirituelle).
Las fórmulas y definiciones
podrían multiplicarse indefinidamente. Nosotros vamos a exponer la naturaleza
de la contemplación infusa siguiendo las huellas del Doctor Angélico, Santo
Tomás de Aquino. Para proceder con claridad y orden, vamos a establecer una
serie de conclusiones escalonadas. Al final daremos la definición sintética de
la divina contemplación.
3.Principio Psicológico de la contemplación:El principio inmediato de la contemplación no es la esencia misma del alma. Esta conclusión se opone a la doctrina defendida por algunos místicos Eckart, Ruysbroeck, Taulero,etc.), según la cual el principio supremo de la contemplación consistiría en la absoluta quietud y silencio de las potencias del Alma(la razón, la voluntad y la memoria).
La conclusión Anterior se prueba
porque la naturaleza y esencia del alma no es inmediatamente operativa. Es
decir, ya que ninguna substancia creada puede serlo, porque ninguna esencia
creada es o puede, ni puede ser, por consiguiente, El ser es acto de la esencia
del Espíritu de Dios que obra en ella con absoluta libertad y gracia del Espíritu
Santo. Si el alma, pues, obrase por su esencia, su operación se confundiría con
su ser y con su propio acto; y tendríamos por sí mismo, un verdadero acto puro,
lo cual repugna absolutamente en el ser creado.
Por muy elevada que sea la
contemplación que pueda alcanzarse en esta vida, siempre será inferior a la del
cielo. Pero la del cielo se realiza por el entendimiento, que es una potencia
del alma; luego con mayor razón la de la tierra.
La contemplación cristiana
es altamente meritoria, como admiten todos. Ahora bien: el mérito no puede
consistir en la esencia del alma, sino en un acto segundo y libre de necesidad Luego
consiste en un acto de las potencias del alma.
¿Cómo se justifican entonces aquellas expresiones de los místicos a que
antes aludíamos? Aquella quietud absoluta de que hablan hay que entenderla de
los sentidos interiores y exteriores y del esfuerzo violento de las potencias
del alma.
La contemplación altísima
a que se refieren procede de un modo tan suave y delicado, que da la impresión
de que no hay operación alguna de las potencias; y, sin embargo, hay operación
en grado sumo, para la que se nos dan las virtudes teologales y los dones. La
operación, como es sabido, cuanto más alta y perfecta es (por ejercicio, por la
experiencia o por la perfección del sujeto), tanto es más fácil, suave y menos
agitada.
Puesto en claro que la esencia
del alma no puede ser el principio de la voluntad inmediato de la
contemplación, es preciso averiguar ahora a cuál de sus potencias corresponde.
4.Las potencias del Alma son de dos géneros:
a) Puramente espirituales, y
éstas son del alma sola en cuanto al principio y en cuanto al sujeto.
b) Orgánicas,
y éstas son del alma en cuanto al principio, pero de todo el compuesto en
cuanto al sujeto. Y estas últimas todavía se subdividen en vegetativas (en las
y sensitivas, que se desdoblan, a su vez, en los (sentidos interiores y
exteriores) y apetitivas (apetito sensitivo donde se inclina el Alma hacia el
Sumo Bien que es Dios o las pasiones desordenas de la Carne.
La contemplación no puede
proceder de las potencias orgánicas, cualesquiera que sean, como de su
principio de la Voluntad movida por la gracia. La vida contemplativa es propia
de la vida humana, pero no es propia y no es común a todos los hombres, y mucho
menos a los animales.
La contemplación se da
también en los ángeles y en las almas, ya que la contemplación de la tierra no
difiere de la del cielo sino en el grado de perfección. Pero los ángeles no
tienen ninguna potencia orgánica (Cuerpo), pues son seres Espirituales y su esencia
y naturaleza está compuesta solamente por su Voluntad e inteligencia.
Las almas adelantadas tienen
la virtud, movidas por la gracia y pueden alcanzar la contemplación si el
objeto propio y el fin de la contemplación es la verdad, que es nuestro señor
Jesucristo que es el camino la verdad y la vida… y nadie va el padre si no
atreves de Él.
Porque la contemplación es
un acto libre en cuanto a la especificación y al ejercicio. Luego
antecedentemente depende de la voluntad, que aplica al entendimiento a contemplar.
La contemplación de las cosas divinas enardece en el alma el fuego del amor
divino y el deseo de poseer plenamente a Dios en la visión beatífica; y estos
actos son propios de la caridad y de la esperanza teologales, que están en la
voluntad. Además, la contemplación cristiana es grandemente meritoria en el
orden sobrenatural, y no podría serlo sin el influjo de la caridad, que es
virtud afectiva y reside en la voluntad.
Consiguientemente: La
contemplación cristiana produce una gran, quietud, paz y delectación de
espíritu. Su dulzura y suavidad supera con mucho todos los deleites de esta
vida, como dicen reiteradamente los místicos. Estos deleites enardecen la
caridad; y ésta, a su vez, mueve y excita a seguir contemplando para gozarlos
más y más…
Por donde aparece claro
que la contemplación cristiana, aunque formalmente es acto del entendimiento que
consiste también en el afecto de la voluntad. Se Prueba entonces porque la
contemplación es substancialmente sobrenatural en cuanto a la forma y las
gracias “gratis dadas” lo son tan
sólo en cuanto al modo de alcanzarla.
La contemplación se ordena
al bien espiritual del que la alcanza y las gracias “gratis dada”; se ordenan al bien de los demás. ¿Entonces Porque la
contemplación infusa es formalmente santificadora y las gracias gratis dadas no?
Respuesta; Es porque La
contemplación infusa requiere necesariamente la gracia habitual o santificante.
Porque—como veremos en seguida—no se da jamás contemplación infusa sin
intervención de los dones intelectivos del Espíritu Santo, que son inseparables
de la gracia y la caridad.
La contemplación se
realiza a impulsos del amor de Dios que supone gracia santificante—y, a su vez,
aumenta y enardece el amor. De lo
contrario, la contemplación sería una gracia” gratis dada”, no formalmente santificadora.
No basta la gracia
habitual; se requiere necesariamente el impulso de la gracia y la caridad
actual. Porque la contemplación es un acto sobrenatural que requiere la previa moción
divina sobrenatural, y eso es la gracia actual.
La gracia actual ordinaria
que mueve las virtudes infusas no basta para el acto contemplativo; se requiere
la gracia actual que mueve el hábito de los dones. Porque de lo contrario, todo
acto de virtud infusa—al menos las de orden de la razón y la inteligencia sería
contemplativo, lo cual es completamente falso.
La contemplación infusa
procede de los dones, como veremos en seguida. En conclusión, Además de la
gracia habitual y actual, se requiere para la contemplación el hábito de las
virtudes infusas y los dones del Espíritu Santo.
Porque la gracia habitual
no es inmediatamente operativa. Obra siempre mediante sus potencias, que son
los hábitos infusos de las virtudes y dones. La gracia actual sin el hábito de
las virtudes y dones produciría un acto sobrenatural violento: tránsito de la
potencia radical al acto segundo, sin pasar por el acto primero (disposiciones
infusas habituales); y la contemplación es un acto lleno de suavidad y dulzura,
que nada tiene de violento.
Ninguna virtud infusa o
don del Espíritu Santo de orden afectivo puede ser formal y principio inmediato
del acto contemplativo, aunque sí pueden ser principios dispositivos
antecedentes y consiguientemente a la contemplación. Como vimos, es un acto libre
y voluntario del entendimiento; luego los hábitos operativos de la contemplación
deben ser de orden cognoscitivo, no afectivo.
La contemplación no puede
realizarse sin la purificación de las pasiones. El que se entrega a los vicios;
sobre todo a los de la carne y el que vive entre risas y tumultos no tiene su
alma dispuesta para el sosiego y quietud de la contemplación. Luego las
virtudes infusas de orden afectivo concurren dispositiva y terminativamente a
la contemplación.
Pero de modo y en grados
distintos según se trate de las virtudes morales, de los dones o de las
virtudes teologales afectivas. Y así:
a)Las virtudes morales
concurren de una manera remota, indirecta, o sea, rectificando el apetito
acerca de los medios. Ya sea negativamente, removiendo los obstáculos; ya
positivamente, estableciendo la armonía y la paz contra las diversas partes
inferiores del hombre. Son las que producen la purificación activa de los
sentidos y de las pasiones (ascética).
b) Los dones
correspondientes a las virtudes morales producen la purificación pasiva de los
sentidos y de las pasiones. Porque los dones son también hábitos activos; sólo
por orden al Espíritu Santo que los mueve son hábitos receptivos o pasivos. En
la purificación pasiva intervienen principalmente los dones.
c)Las virtudes teologales
afectivas (esperanza y caridad) concurren a la contemplación, causando la
rectitud y purificación del apetito en orden al fin. Ya sea negativamente,
quitando el sopor o pereza de la voluntad; ya positivamente, elevando al hombre
a la unión afectiva con Dios (purificación activa de la voluntad).
d) Los dones
correspondientes a la esperanza (temor) y a la caridad (sabiduría) causan la
purificación pasiva de la voluntad, que es excelentísima disposición para la
contemplación.
La fe puede ser muerta o
viva; por la caridad ninguna de las dos
puede ser el principio elegido de la contemplación así se deducen estos principios:
+Primero,La fe muerta es
compatible con el pecado mortal, y con la contemplación infusa jamás lo será.
+ Segundo, No la fe viva por la
caridad: sería la razón formal de la contemplación o sólo una condición. porque la contemplación pertenece
esencialmente al entendimiento, y esta información procede de la caridad, que
reside en la voluntad.
La caridad concurre a la
contemplación como disposición próxima, pero no da la. esta es una condición siempre
y cuando para que pueda darse la contemplación, pero esta condición no da la
causalidad; es un mero requisito previo.
Además, el acto de fe es
creer, o sea, esencialmente, de “cosas obscuras”, y la contemplación—como
veremos—- es cierta manera de visión. Por esto, no todos los justos son
contemplativos ni tienen a su disposición el acto de la contemplación, como
tienen el acto de la fe.
Los dones no pueden darse
sin la fe, Ahora bien: estos dones son a la fe, porque los dones obran con las
virtudes correspondientes acerca de la misma materia. No tienen actos propios
independientes de los de las virtudes; no se dan actos que no sean, a la vez,
actos de virtud infusa correspondientes a la contemplación.
El hábito inmediato o acto
de contemplación es la fe movida por la caridad y reforzada por los dones intelectuales
del Espíritu Santo. La fe proporciona la substancia del acto, y los dones
intelectuales (sabiduría, entendimiento y ciencia) proporcionan el modo
sobrehumano.
Como quiera que un solo y
mismo acto de amor y de contemplación no pueden proceder por igual de los hábitos
específicamente diferentes, tiene que proceder de ellos según lo anterior y
posterior. Y así:
a) La fe proporciona la substancia
o materia del acto, estableciendo formalmente el contacto con la primera Verdad
en sí misma, pero sin dar la visión. Concurre como causa que pone
intelectualmente en contacto formal con la primera Verdad, pero de una manera
obscura. Da el mismo acto de conocer.
b) La fe proporciona la
materia de la contemplación: Dios, objeto primario, y las verdades divinas de
la fe. Los dones intelectuales hacen el papel de forma, como veremos en
seguida.
c)La fe concurre como
causa propia principal proporcionando la substancia del conocimiento. Los dones
intelectuales concurren como causa propia secundaria, proporcionando el modo
contemplativo, sabroso, experimental, de la Verdad Primera como presente y connatural.
d) La caridad concurre, no
estableciendo el contacto formal, sino como disposición próxima que aplica el
objeto al sujeto; por la caridad el objeto de la fe se hace presente al sujeto
bajo la razón de don presente y connatural. Concurre, pues, no elegido sino
dispositivamente; pero necesariamente, ya que es indispensable que la fe esté formada
por la caridad.
Los dones intelectuales
del Espíritu Santo concurren proporcionando el modo sobrehumano, contemplativo,
experimental; y la permanencia y estabilidad de la contemplación. La fe
proporciona la materia del acto contemplativo; los dones le proporcionan la
forma contemplativa.
Pero la forma no puede
darse sin la materia, ni el modo sin la substancia; luego los dones dependen de
la fe, y en todas las operaciones contemplativas concurre la fe. Pero veamos en
qué forma concurren cada uno de los dones intelectuales:
+ El don de entendimiento da el conocimiento formal místico; el
objeto se hace presente bajo la razón de conocido. Por eso dice Santo Tomás: «Esta
misma vida, purificado el ojo del espíritu por el don de entendimiento, puede verse
en cierto modo a Dios»
+El don de sabiduría conforma al hombre con Dios por cierta filiación adoptiva.
En cuanto implica conocimiento de Dios no discursivo, sino intuitivo y
experimental, pertenece a la fe; en cuanto importa experiencia sabrosa de Dios
y de los misterios sobrenaturales, responde a la caridad. Es un conocimiento
sabroso y afectivo. Radicalmente responde a la fe.
+El don de ciencia se refiere al objeto secundario de la contemplación: las
cosas creadas. Por ellas el hombre se eleva al conocimiento de Dios, objeto
primario de la contemplación.
Los dones de entendimiento
y sabiduría causan la llamada visión mística, irreductible a las categorías de
visión de esta vida terrenal. La fe da la materia, la substancia de la
contemplación; más perfectamente que los dones por razón de su objeto o motivo
formal, pero inferior a ellos en cuanto al modo de conocer.
+Por los dones—en
efecto—se tiene este modo de evidencia experimental. Es un conocimiento
afectivo, una experiencia gustada de los misterios sobrenaturales.
+Es cierto conocimiento inmediato, no por discurso ni remoto (como el conocimiento del fin por los medios). Es un contacto con Dios, no esta ahi como es en sí, en su misma esencia, sino por los efectos sobrenaturales que Dios produce en el alma; no considerados de una manera abstracta, sino contemplados, gustados, saboreados. Estos efectos son los medios objetivos de este modo de conocer; y no se conoce a Dios por este medio de una manera abstracta y por el entendimiento, sino afectiva y experimentalmente.
+Este conocimiento es, en
parte, positivo (existe cierto sentido espiritual para captarlo), pero
principalmente negativo. Cuanto mayores son estos efectos amorosos, más se
acerca negativamente el alma a Dios, concibiendo una idea más pura de Él,
removiendo de La toda imperfección, Es cierta tiniebla (coligo mentís)—como dice el Pseudo-Dionisio:
por cuanto todos los efectos exteriores distan infinitamente
de Dios. Y porque la fe formada supone la caridad, supone también la unión afectiva
(efecto formal del amor, el amor mismo) y la efectiva (efecto de la unión afectiva;
se pasa al efecto, a la cosa: la unión misma). Y aunque la caridad en esta
vida, por razón del estado, sea de objeto distante (Dios), sin embargo, de
suyo, por su propia esencia, exige la presencia.
Esto no significa que el
conocimiento de fe sea inferior según su esencia, o sea, en cuanto al objeto
formal, al conocimiento de los dones; sino que los dones tienen este modo
superior en cuanto unidos a la caridad. Quitan en cierto modo la obscuridad de
la fe por la connaturalidad que proviene de la caridad y del Amor de Dios
impresos en el Alma.
+++ Bendiciones.
Bibliografía de Referencia:
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GARRIGOU-LAGRANGE,
Contemplation en el
Dictionnaire de Spiritualité facs.XIV-XV cols.1643-2193.