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domingo, 10 de mayo de 2020

Capítulo VII: La vida de Oración.




De la grandeza y hermosura de las criaturas se llega, por analogía, a contemplar a su Autor (Sb 13:5).

Recordando lo que ya dijimos en el Capitulo VI de la Vida de oración; en cuanto a la oración afectiva y de simplicidad que señalan el paso de la oración ascética a la mística. Los elementos infusos de los que comienza ya a participar acaban por prevalecer sobre los adquiridos de un modo gradual y progresivo hasta que el alma entra de lleno en la oración mística o contemplación.

Antes de describir sus diferentes grados y manifestaciones, se impone un estudio previo de la oración mística en general, que no es otra cosa que la contemplación infusa. en la descripción de la etapa ascética.  Si se quiere hablar con propiedad y precisión, no se puede hablar de etapa ascética y etapa mística sin más. Ambos aspectos de la vida cristiana se compenetran mutuamente, de tal forma que los ascetas reciben a veces ciertas influencias místicas a través de los dones del Espíritu Santo, que posee toda alma en gracia y los místicos proceden a veces ascéticamente (siempre que el Espíritu Santo no actúe en ellos con sus dones). 

Lo único cierto es que en la primera etapa predominan los actos ascéticos, y en la segunda los místicos; pero sin que; puedan atribuirse exclusivamente ninguno de ellos a una determinada fase de la vida espiritual.

1.La Contemplación en General: He aquí los puntos fundamentales que vamos a examinar en esta previa visión de conjunto: La Naturaleza de la contemplación, la excelencia de la vida contemplativa y si ¿Es deseable la divina contemplación?; Las Disposiciones para ella y el llamamiento inmediato a la contemplación.

2. Naturaleza de la contemplación: La palabra contemplación, en su acepción más amplia y genérica, sugiere la idea de un grandioso espectáculo que llama poderosamente la atención y cautiva el espíritu. Contemplar en general es mirar un objeto con admiración.  Se contempla la inmensidad del mar, el paisaje dilatado de una verde campiña, un vasto sistema de montañas, la belleza del firmamento en una noche serena cuajada de estrellas, las grandes creaciones artísticas del espíritu humano y, en general, todo aquello que es apto para excitar la admiración y cautivar el alma.

 A) Contemplación Natural: Toda potencia cognoscitiva puede realizar, más o menos perfectamente, un acto de contemplación. De ahí que puedan darse ciertos actos de contemplación puramente natural, que, según la potencia a quien afecta, serán de orden sensible, imaginativo o intelectual:

+«Es sensible cuando se mira por mucho tiempo y con admiración alguna cosa bella, por ejemplo, la inmensidad del mar o la majestad de una cordillera».

+«Es imaginativa cuando con la imaginación nos representamos largo rato con admiración y cariño una cosa o persona amada».

 +«Es Intelectual o filosófica cuando se para admirativa la mirada de la mente, con sólo considerar y sin discurrir, en alguna gran síntesis filosófica, por ejemplo, en el concepto del ser absolutamente simple e inmutable, principio y fin de todos los otros seres».

Claro que todos estos actos de contemplación puramente naturales tienen que ser forzosamente muy imperfectos y transitorios. Los dos primeros—sensibles e imaginativos—no son, propiamente hablando, actos contemplativos, ya que, como veremos más abajo, ninguna potencia puramente orgánica puede ser principio electivo de contemplación. Y el tercero—el de la contemplación intelectual o filosófica no puede ser muy perfecto y duradero, puesto que la visión intuitiva y sin discurso no es propia de la naturaleza racional del hombre, que va de suyo analizando y discurriendo.

El espíritu humano cae indefectiblemente en una especie de pasmo o embobamiento cuando se empeña en atajar naturalmente el discurso antes de recibir una luz infusa que lo supla o substituya con ventaja.

B) Contemplación Sobrenatural o Infusa: La contemplación cristiana, sobrenatural o infusa, ha sido definida con muy variadas fórmulas a través de los siglos, pero todas ellas coinciden en lo fundamental; se trata de una suspensión admirativa del entendimiento ante el esplendor de la verdad sobrenatural.

Recojamos brevemente algunas de las más bellas definiciones que nos ha legado la tradición cristiana:

+ «La contemplación es una deliciosa admiración de la verdad resplandeciente» (El autor del libro De Spiritu et Anima (c.32), atribuido antiguamente a San Agustín).

Una santa embriaguez que aparta al alma de la caducidad de las cosas, temporales y que tiene por principio la intuición de la luz eterna de la Sabiduría». (San Agustín, Contra Fausta Múnich. I.12 c.48).

Una elevación y una suspensión del espíritu en Dios que es un anticipo de las dulces alegrías eternas”. El autor de la famosa Scala Claustralium (atribuida a San Bernardo).

Una mirada libre y penetrante del espíritu suspendida de admiración ante los espectáculos de la divina Sabiduría». (Ricardo De San Víctor, Beniamin Maior ).

Una sencilla intuición de la verdad que termina en un movimiento afectivo». Suma Teológica Santo Tomas de Aquino.TH., II-II, I8O,3 ad 1 et ad 3).

La contemplación es ciencia de amor, la cual es noticia infusa de Dios amorosa y que juntamente va ilustrando y enamorando al alma hasta subirla de grado en grado a Dios, su Creador».( San Juan de la Cruz, noche ii, i8,5)

+ «La contemplación no es más que una amorosa, simple y permanente atención del espíritu a las cosas divinas»(San francisco de Sales, Tratado del amor de Dios 1.6 c.3).

La contemplación es una vista de Dios o de las cosas divinas simple, libre, penetrante, cierta, que procede del amor y tiende al amor» Pbro. LLalemán, La doctrine spirituelle).

Las fórmulas y definiciones podrían multiplicarse indefinidamente. Nosotros vamos a exponer la naturaleza de la contemplación infusa siguiendo las huellas del Doctor Angélico, Santo Tomás de Aquino. Para proceder con claridad y orden, vamos a establecer una serie de conclusiones escalonadas. Al final daremos la definición sintética de la divina contemplación.

3.Principio Psicológico de la contemplación:El principio inmediato de la contemplación no es la esencia misma del alma. Esta conclusión se opone a la doctrina defendida por algunos místicos Eckart, Ruysbroeck, Taulero,etc.), según la cual el principio supremo de la contemplación consistiría en la absoluta quietud y silencio de las potencias del Alma(la razón, la voluntad y la memoria).

La conclusión Anterior se prueba porque la naturaleza y esencia del alma no es inmediatamente operativa. Es decir, ya que ninguna substancia creada puede serlo, porque ninguna esencia creada es o puede, ni puede ser, por consiguiente, El ser es acto de la esencia del Espíritu de Dios que obra en ella con absoluta libertad y gracia del Espíritu Santo. Si el alma, pues, obrase por su esencia, su operación se confundiría con su ser y con su propio acto; y tendríamos por sí mismo, un verdadero acto puro, lo cual repugna absolutamente en el ser creado.

Por muy elevada que sea la contemplación que pueda alcanzarse en esta vida, siempre será inferior a la del cielo. Pero la del cielo se realiza por el entendimiento, que es una potencia del alma; luego con mayor razón la de la tierra.

La contemplación cristiana es altamente meritoria, como admiten todos. Ahora bien: el mérito no puede consistir en la esencia del alma, sino en un acto segundo y libre de necesidad Luego consiste en un acto de las potencias del alma.

¿Cómo se justifican entonces aquellas expresiones de los místicos a que antes aludíamos? Aquella quietud absoluta de que hablan hay que entenderla de los sentidos interiores y exteriores y del esfuerzo violento de las potencias del alma.

La contemplación altísima a que se refieren procede de un modo tan suave y delicado, que da la impresión de que no hay operación alguna de las potencias; y, sin embargo, hay operación en grado sumo, para la que se nos dan las virtudes teologales y los dones. La operación, como es sabido, cuanto más alta y perfecta es (por ejercicio, por la experiencia o por la perfección del sujeto), tanto es más fácil, suave y menos agitada.

Puesto en claro que la esencia del alma no puede ser el principio de la voluntad inmediato de la contemplación, es preciso averiguar ahora a cuál de sus potencias corresponde.

4.Las potencias del Alma son de dos géneros:

 a) Puramente espirituales, y éstas son del alma sola en cuanto al principio y en cuanto al sujeto.

 b) Orgánicas, y éstas son del alma en cuanto al principio, pero de todo el compuesto en cuanto al sujeto. Y estas últimas todavía se subdividen en vegetativas (en las y sensitivas, que se desdoblan, a su vez, en los (sentidos interiores y exteriores) y apetitivas (apetito sensitivo donde se inclina el Alma hacia el Sumo Bien que es Dios o las pasiones desordenas de la Carne.

La contemplación no puede proceder de las potencias orgánicas, cualesquiera que sean, como de su principio de la Voluntad movida por la gracia. La vida contemplativa es propia de la vida humana, pero no es propia y no es común a todos los hombres, y mucho menos a  los animales.

La contemplación se da también en los ángeles y en las almas, ya que la contemplación de la tierra no difiere de la del cielo sino en el grado de perfección. Pero los ángeles no tienen ninguna potencia orgánica (Cuerpo), pues son seres Espirituales y su esencia y naturaleza está compuesta solamente por su Voluntad e inteligencia.

Las almas adelantadas tienen la virtud, movidas por la gracia y pueden alcanzar la contemplación si el objeto propio y el fin de la contemplación es la verdad, que es nuestro señor Jesucristo que es el camino la verdad y la vida… y nadie va el padre si no atreves de Él.

Porque la contemplación es un acto libre en cuanto a la especificación y al ejercicio. Luego antecedentemente depende de la voluntad, que aplica al entendimiento a contemplar. La contemplación de las cosas divinas enardece en el alma el fuego del amor divino y el deseo de poseer plenamente a Dios en la visión beatífica; y estos actos son propios de la caridad y de la esperanza teologales, que están en la voluntad. Además, la contemplación cristiana es grandemente meritoria en el orden sobrenatural, y no podría serlo sin el influjo de la caridad, que es virtud afectiva y reside en la voluntad.

Consiguientemente: La contemplación cristiana produce una gran, quietud, paz y delectación de espíritu. Su dulzura y suavidad supera con mucho todos los deleites de esta vida, como dicen reiteradamente los místicos. Estos deleites enardecen la caridad; y ésta, a su vez, mueve y excita a seguir contemplando para gozarlos más y más…

Por donde aparece claro que la contemplación cristiana, aunque formalmente es acto del entendimiento que consiste también en el afecto de la voluntad. Se Prueba entonces porque la contemplación es substancialmente sobrenatural en cuanto a la forma y las gracias “gratis dadas” lo son tan sólo en cuanto al modo de alcanzarla.

La contemplación se ordena al bien espiritual del que la alcanza y las gracias “gratis dada”; se ordenan al bien de los demás. ¿Entonces Porque la contemplación infusa es formalmente santificadora y las gracias gratis dadas no?

Respuesta; Es porque La contemplación infusa requiere necesariamente la gracia habitual o santificante. Porque—como veremos en seguida—no se da jamás contemplación infusa sin intervención de los dones intelectivos del Espíritu Santo, que son inseparables de la gracia y la caridad.

La contemplación se realiza a impulsos del amor de Dios que supone gracia santificante—y, a su vez, aumenta y enardece el amor.  De lo contrario, la contemplación sería una gracia” gratis dada”, no formalmente santificadora.

No basta la gracia habitual; se requiere necesariamente el impulso de la gracia y la caridad actual. Porque la contemplación es un acto sobrenatural que requiere la previa moción divina sobrenatural, y eso es la gracia actual.

La gracia actual ordinaria que mueve las virtudes infusas no basta para el acto contemplativo; se requiere la gracia actual que mueve el hábito de los dones. Porque de lo contrario, todo acto de virtud infusa—al menos las de orden de la razón y la inteligencia sería contemplativo, lo cual es completamente falso.

La contemplación infusa procede de los dones, como veremos en seguida. En conclusión, Además de la gracia habitual y actual, se requiere para la contemplación el hábito de las virtudes infusas y los dones del Espíritu Santo.

Porque la gracia habitual no es inmediatamente operativa. Obra siempre mediante sus potencias, que son los hábitos infusos de las virtudes y dones. La gracia actual sin el hábito de las virtudes y dones produciría un acto sobrenatural violento: tránsito de la potencia radical al acto segundo, sin pasar por el acto primero (disposiciones infusas habituales); y la contemplación es un acto lleno de suavidad y dulzura, que nada tiene de violento.

Ninguna virtud infusa o don del Espíritu Santo de orden afectivo puede ser formal y principio inmediato del acto contemplativo, aunque sí pueden ser principios dispositivos antecedentes y consiguientemente a la contemplación. Como vimos, es un acto libre y voluntario del entendimiento; luego los hábitos operativos de la contemplación deben ser de orden cognoscitivo, no afectivo.

La contemplación no puede realizarse sin la purificación de las pasiones. El que se entrega a los vicios; sobre todo a los de la carne y el que vive entre risas y tumultos no tiene su alma dispuesta para el sosiego y quietud de la contemplación. Luego las virtudes infusas de orden afectivo concurren dispositiva y terminativamente a la contemplación.

Pero de modo y en grados distintos según se trate de las virtudes morales, de los dones o de las virtudes teologales afectivas. Y así:

a)Las virtudes morales concurren de una manera remota, indirecta, o sea, rectificando el apetito acerca de los medios. Ya sea negativamente, removiendo los obstáculos; ya positivamente, estableciendo la armonía y la paz contra las diversas partes inferiores del hombre. Son las que producen la purificación activa de los sentidos y de las pasiones (ascética).

b) Los dones correspondientes a las virtudes morales producen la purificación pasiva de los sentidos y de las pasiones. Porque los dones son también hábitos activos; sólo por orden al Espíritu Santo que los mueve son hábitos receptivos o pasivos. En la purificación pasiva intervienen principalmente los dones.

c)Las virtudes teologales afectivas (esperanza y caridad) concurren a la contemplación, causando la rectitud y purificación del apetito en orden al fin. Ya sea negativamente, quitando el sopor o pereza de la voluntad; ya positivamente, elevando al hombre a la unión afectiva con Dios (purificación activa de la voluntad).

d) Los dones correspondientes a la esperanza (temor) y a la caridad (sabiduría) causan la purificación pasiva de la voluntad, que es excelentísima disposición para la contemplación.

La fe puede ser muerta o viva; por la caridad  ninguna de las dos puede ser el principio elegido de la contemplación  así se deducen estos principios:

+Primero,La fe muerta es compatible con el pecado mortal, y con la contemplación infusa jamás lo será.

+ Segundo, No la fe viva por la caridad: sería la razón formal de la contemplación o sólo una condición.  porque la contemplación pertenece esencialmente al entendimiento, y esta información procede de la caridad, que reside en la voluntad.

La caridad concurre a la contemplación como disposición próxima, pero no da la. esta es una condición siempre y cuando para que pueda darse la contemplación, pero esta condición no da la causalidad; es un mero requisito previo.

Además, el acto de fe es creer, o sea, esencialmente, de “cosas obscuras”, y la contemplación—como veremos—- es cierta manera de visión. Por esto, no todos los justos son contemplativos ni tienen a su disposición el acto de la contemplación, como tienen el acto de la fe.

Los dones no pueden darse sin la fe, Ahora bien: estos dones son a la fe, porque los dones obran con las virtudes correspondientes acerca de la misma materia. No tienen actos propios independientes de los de las virtudes; no se dan actos que no sean, a la vez, actos de virtud infusa correspondientes a la contemplación.

El hábito inmediato o acto de contemplación es la fe movida por la caridad y reforzada por los dones intelectuales del Espíritu Santo. La fe proporciona la substancia del acto, y los dones intelectuales (sabiduría, entendimiento y ciencia) proporcionan el modo sobrehumano.

Como quiera que un solo y mismo acto de amor y de contemplación no pueden proceder por igual de los hábitos específicamente diferentes, tiene que proceder de ellos según lo anterior y posterior. Y así:

a) La fe proporciona la substancia o materia del acto, estableciendo formalmente el contacto con la primera Verdad en sí misma, pero sin dar la visión. Concurre como causa que pone intelectualmente en contacto formal con la primera Verdad, pero de una manera obscura. Da el mismo acto de conocer.

b) La fe proporciona la materia de la contemplación: Dios, objeto primario, y las verdades divinas de la fe. Los dones intelectuales hacen el papel de forma, como veremos en seguida.

c)La fe concurre como causa propia principal proporcionando la substancia del conocimiento. Los dones intelectuales concurren como causa propia secundaria, proporcionando el modo contemplativo, sabroso, experimental, de la Verdad Primera como presente y connatural.

d) La caridad concurre, no estableciendo el contacto formal, sino como disposición próxima que aplica el objeto al sujeto; por la caridad el objeto de la fe se hace presente al sujeto bajo la razón de don presente y connatural. Concurre, pues, no elegido sino dispositivamente; pero necesariamente, ya que es indispensable que la fe esté formada por la caridad.

Los dones intelectuales del Espíritu Santo concurren proporcionando el modo sobrehumano, contemplativo, experimental; y la permanencia y estabilidad de la contemplación. La fe proporciona la materia del acto contemplativo; los dones le proporcionan la forma contemplativa.

Pero la forma no puede darse sin la materia, ni el modo sin la substancia; luego los dones dependen de la fe, y en todas las operaciones contemplativas concurre la fe. Pero veamos en qué forma concurren cada uno de los dones intelectuales:

+ El don de entendimiento da el conocimiento formal místico; el objeto se hace presente bajo la razón de conocido. Por eso dice Santo Tomás: «Esta misma vida, purificado el ojo del espíritu por el don de entendimiento, puede verse en cierto modo a Dios»

+El don de sabiduría conforma al hombre con Dios por cierta filiación adoptiva. En cuanto implica conocimiento de Dios no discursivo, sino intuitivo y experimental, pertenece a la fe; en cuanto importa experiencia sabrosa de Dios y de los misterios sobrenaturales, responde a la caridad. Es un conocimiento sabroso y afectivo. Radicalmente responde a la fe.

+El don de ciencia se refiere al objeto secundario de la contemplación: las cosas creadas. Por ellas el hombre se eleva al conocimiento de Dios, objeto primario de la contemplación.

Los dones de entendimiento y sabiduría causan la llamada visión mística, irreductible a las categorías de visión de esta vida terrenal. La fe da la materia, la substancia de la contemplación; más perfectamente que los dones por razón de su objeto o motivo formal, pero inferior a ellos en cuanto al modo de conocer.

+Por los dones—en efecto—se tiene este modo de evidencia experimental. Es un conocimiento afectivo, una experiencia gustada de los misterios sobrenaturales.

+Es cierto conocimiento inmediato, no por discurso ni remoto (como el conocimiento del fin por los medios). Es un contacto con Dios, no esta ahi como es en sí, en su misma esencia, sino por los efectos sobrenaturales que Dios produce en el alma; no considerados de una manera abstracta, sino contemplados, gustados, saboreados. Estos efectos son los medios objetivos de este modo de conocer; y no se conoce a Dios por este medio de una manera abstracta y por el entendimiento, sino afectiva y experimentalmente.

+Este conocimiento es, en parte, positivo (existe cierto sentido espiritual para captarlo), pero principalmente negativo. Cuanto mayores son estos efectos amorosos, más se acerca negativamente el alma a Dios, concibiendo una idea más pura de Él, removiendo de La toda imperfección, Es cierta tiniebla (coligo mentís)—como dice el Pseudo-Dionisio:

por cuanto todos los efectos exteriores distan infinitamente de Dios. Y porque la fe formada supone la caridad, supone también la unión afectiva (efecto formal del amor, el amor mismo) y la efectiva (efecto de la unión afectiva; se pasa al efecto, a la cosa: la unión misma). Y aunque la caridad en esta vida, por razón del estado, sea de objeto distante (Dios), sin embargo, de suyo, por su propia esencia, exige la presencia.

Esto no significa que el conocimiento de fe sea inferior según su esencia, o sea, en cuanto al objeto formal, al conocimiento de los dones; sino que los dones tienen este modo superior en cuanto unidos a la caridad. Quitan en cierto modo la obscuridad de la fe por la connaturalidad que proviene de la caridad y del Amor de Dios impresos en el Alma.

 

+++ Bendiciones.


Bibliografía de Referencia

SAN BUENAVENTURA, Itinerario; BEATO SUSÓN, El libro de la Sabiduría;

TAULERO, Instituciones divinas; RUYSBROECK, El ornato de las nupcias espirituales;

SANTA TERESA y SAN JUAN DE LA CRUZ, Obras; ALVAREZ DE PAZ, De vita spirituali t.3 1.5;

SCARAMELLI, Directorio místico; P. LALLEMANT, Doctrina espiritual princ.7; RIBET, La Mystique

mystique; MEYNARD, Tr. de la vie intérieure; ARINTERO, Evolución mística; Cuestiones místicas;

 TANQUEREY, Teología ascética y mística; JORET, La contemplation

mystique d'aprés Saint Thomas; D E GUIBERT, Theologia spiritualis; GARRIGOU-LAGRANGE,

Contemplation en el Dictionnaire de Spiritualité facs.XIV-XV cols.1643-2193.