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jueves, 5 de diciembre de 2019

Catequesis I - El Verdadero Discernimiento de Espíritus.


Nociones previas: ¿Qué se entiende por discernimiento de espíritus?

Escuchemos al celebrado autor Godínez en su Libro Práctica de la Teología mística:«El discernimiento de Espíritus es una interior propensión del alma; si es a cosa buena, será espíritu bueno en aquel género; si es a cosa mala, será espíritu malo. Un hombre que tiene propensión a la oración se dirá que tiene espíritu de oración; si a la penitencia, tiene espíritu de penitencia; si a pleitos y altercados, se dirá que tiene espíritu de contradicción; si se inclina al retiro, soledad y pobreza, se dice que tiene espíritu de estas cosas; y así, el que se inclina a la oración, compostura, modestia, silencio y buen ejemplo y habla, trata y piensa de cosas espirituales, se dice varón espiritual»!. 

El hombre,en efecto, siente inclinaciones o propensiones en sus potencias afectos y pasiones, la voluntad y el apetito sensitivo. Psicológicamente tienen toda la misma naturaleza; son mociones que parten de la libertad e impulsan a una acción. Pero originariamente pueden provenir o de la espontaneidad propia o de una excitación especial por parte de Dios o del demonio.

El discernimiento de los espíritus consistirá, pues, en averiguar, en estos movimientos de la voluntad, sus diferentes principios y en señalar cuáles han sido provocados directa o indirectamente por Dios, por el demonio o por la propia naturaleza humana. Rafael Arango, en su Libro Discernimiento de Espíritus resume magistralmente esta definición: El Espíritu de Dios inspira, El espíritu del Maligno instiga y El espíritu del Hombre se inclina hacia el bien o hacia el mal.

Clases de discernimiento de Espíritus:Hay dos clases de discernimiento, uno adquirido y otro infuso. El primero constituye un arte especial complementario de la dirección espiritual ordinaria, y su adquisición está al alcance de todos, a base de los medios que señalaremos en seguida. El segundo es una gracia Carismática (gracia- gratis dada), concedida por Dios a algunos Laicos, Presbíteros y Santos. De este último hablaremos en otro lugar al tratar de las gracias.

El Verdadero discernimiento infuso, carismático, es infalible no se equivoca nunca, puesto que obedece a una moción instintiva del Espíritu Santo, en el que no cabe el error. Pero desgraciadamente esa gracia es muy rara: ni si - quiera todos los santos la han tenido. El adquirido—en cambio—está al alcance de todos, pero está muy lejos de ser infalible. En la práctica presenta grandes dificultades, pero su necesidad es imperiosa para el director espiritual. Sin él es incapaz de desempeñar rectamente su misión; puesto que ignorando cuál sea el origen de los diversos movimientos del alma, le será imposible dictaminar con acierto cuáles deban reprimirse y cuáles fomentarse.

(FR. Antonio Royo Marín, en su tratado de Teología de La Perfección Cristiana,nos enseña: En este sentido, la responsabilidad del director es grandísima. Porque, como dice San Juan de la Cruz, «el que temerariamente yerra, estando obligado a acertar, como cada uno lo está en su oficio, no pasará sin castigo, según el daño que hizo» Y el Padre. Scaramelli añade por su cuenta: «Un director que no ha adquirido el suficiente discernimiento de espíritu, no puede conocer de dónde provengan los impulsos y movimientos de nuestros ánimos, si de Dios, si del demonio, o si de nuestra corrupta y depravada naturaleza: lo que es aún más verdadero cuando las mociones interiores son extraordinarias, como sucede frecuentemente a las almas contemplativas. Por lo cual se expone a manifiesto peligro de aprobar lo que es digno de reprensión, y a reprender lo que es digno de aprobación, y de prescribir reglas torcidas por las cuales, en vez de promover las almas a la perfección, las ponga impedimento o quizá las encamine por la senda de la perdición.

De aquí se debe inferir que no puede eximirse de cierta nota de temeridad y de alguna mancha de culpa a cualquiera que se meta a padre espiritual de las almas sin haber adquirido la debida noticia y discernimiento de los espíritus; y mucho más si se expone a confesar en los monasterios de religiosas, entre las cuales hay siempre muchas que seriamente atienden a la perfección y siempre se encuentra alguna a quien Dios conduce por camino extraordinario. Es preciso, pues, examinar cuidadosamente los medios que tenemos a nuestro alcance para conseguir el discernimiento adquirido de los espíritus. 

El discernimiento adquirido y medios de alcanzarlo: El discernimiento adquirido es un verdadero arte, el más difícil y provechoso de todos, que constituye una fuente de gracias para el que lo ejercita y para el que lo recibe. Consiste en una habilidad especial para examinar los principios y los efectos de los diversos movimientos del alma, contrastándolos con las reglas que el Espíritu Santo nos da en las Sagradas Escrituras o a través de la tradición cristiana, a fin de dictaminar con las máximas garantías de acierto si esos movimientos vienen de Dios, del espíritu de las tinieblas o de los extravíos de la propia imaginación.

 He aquí los principales medios de alcanzar ese divino arte:

1- La oración:Es el más importante y fundamental. Aunque se trate de un arte que se puede ir adquiriendo poco a poco con el estudio y esfuerzo personal, todo resultará insuficiente sin la ayuda especial del Espíritu Santo a través de la virtud de la prudencia y del don de consejo. Nos referimos no sólo a la oración general y constante que pide a Dios la luz del discernimiento, sino a la plegaria particular y ocasional que solicita el favor de conocer los caminos de santificación de una determinada alma. A esta oración particular responderá Dios con gracias especiales, que no serán, ciertamente, el don infuso y extraordinario del discernimiento, pero sí ese concurso sobrenatural ordinario que la divina Providencia nos concede cada vez que lo imploramos para desempeñar convenientemente nuestros deberes y obligaciones. No basta poseer la teoría para acertar en la aplicación práctica y concreta; para ello son necesarias las luces del Espíritu Santo impetradas por la oración.

2.- El estudio: Es preciso penetrarse profundamente de los datos que nos suministran la Sagrada Escritura, los Santos Padres, los teólogos y maestros de la vida espiritual, sobre todo los que juntaron a la vez la ciencia y la experiencia. 

3- La experiencia propia:En el ejercicio de este arte, eminentemente práctico, la experiencia personal se impone con absoluta necesidad. La teoría sola no basta. Es imposible que un ciego dictamine con acierto acerca de la luz. ¿Cómo sabrá distinguir las obras de Dios, llenas de luz, de las que provienen del espíritu de las tinieblas un director espiritual que no esté acostumbrado a recibir la luz divina, que se infunde de ordinario en la oración y trato íntimo con Dios?

4- La remoción de los obstáculos: Hay que evitar, sobre todo, el espíritu de autosuficiencia, que impulsa a decidir por propia cuenta, sin consultar jamás a los sabios y experimentados. Dios suele negar sus gracias a estos espíritus soberbios; la humildad, en cambio, atrae siempre las luces y bendiciones de lo alto. Evítese también con cuidado el apego o demasiada afición al dirigido, que enturbia la claridad de la visión, impidiéndonos ver sus defectos .0 impulsándonos a proceder con demasiada blandura y falta de energía. 

Hay que mantenerse siempre en igualdad de ánimo y examinarlo todo. con rectitud y sencillez. No juzgue nunca “las cosas” que son espirituales por razones humanas, sino por los dictámenes de la prudencia sobrenatural. Ni sea precipitado en la emisión de sus juicios, sino someterlas a madura reflexión, aunque sin excesivas sutilezas y cavilosidades. Tener mucha confianza en Dios y en la protección de María, Virgen prudentísima, que no dejarán de ayudarle si procede en todo con absoluta rectitud de intención y espíritu sobrenatural.

Los tres espíritus que mueven en el alma :San Bernardo, señala hasta seis espíritus diversos que pueden mover al hombre en sus operaciones: Espíritu divino, angélico, diabólico, carnal, mundano y humano. Pero fácilmente se pueden reducir a los tres que enseñan comúnmente los maestros de la vida espiritual, ya que el espíritu angélico se reduce al divino, en cuanto que los ángeles son instrumentos de Dios, y no obran sino según sus divinas inspiraciones; el mundano se reduce al diabólico, en cuanto que el mundo es el mejor aliado de Satanás; y el carnal se reduce al humano, del que es una de sus manifestaciones más frecuentes.

Dios siempre nos impulsa al bien, obrando directamente sobre nuestros espíritus o sirviéndose de las causas segundas. El demonio siempre nos impulsa al mal, ya sea por sí mismo, ya por el mundo, que es su amigo y aliado. La naturaleza nos inclina unas veces al bien, conocido por la razón y apetecido por la voluntad, y otras veces al mal, arrastrada por la propia concupiscencia, que le hace tomar como bien aparente lo que en realidad es un mal. 

Pero téngase en cuenta que a veces estos espíritus malignos se interfieren y mezclan de mil maneras. Es evidente que no pueden impulsar a una buena acción el espíritu de Dios y el diabólico a la vez; pero sí puede darse el movimiento divino y el puramente natural hacia una acción de suyo buena y honesta. Con frecuencia ocurrirá también que la gracia venga a intensificar y dirigir una buena impresión recibida por una causa puramente natural, por ejemplo: (el consejo de un buen amigo), el demonio aprovechará, a su vez, las sugestiones malignas del mundo para azuzarlas e incrementarlas en la fantasía. 

Por eso, cuando en alguna moción o consolación se advierten claramente las características del espíritu de Dios, no se puede concluir, sin más, que todos los demás movimientos antecedentes o subsiguientes son también divinos; puede ocurrir que antes o después de la iluminación divina se hayan introducido inconscientemente muchos movimientos puramente naturales o humanos que hayan difuminado no poco sus contornos divinos, haciéndoles perder su primitiva pureza. En estos casos se requiere en el director una gran sagacidad sobrenatural para saber distinguir el oro del oropel. Más aún. No parece que repugne o sea imposible que después de una moción divina se entrometa subrepticiamente permitiéndolo Dios, la acción diabólica en el alma. No siempre será fácil distinguir en dónde termina la acción de Dios y en dónde comienza la influencia del espíritu de las tinieblas o de los propios impulsos naturales.

Señales de cada uno de los espíritus:Vamos a señalar en la segunda parte de esta (Catequesis II ); las principales características generales de cada uno de los tres espíritus. En almas muy buenas se advierten señales de un mal espíritu, ocasionadas por situaciones circunstanciales, por la sugestión u obsesión diabólica. Hay que tener gran cuidado y discreción para sorprender o descubrir la verdadera disposición íntima de almas que atraviesan grandes crisis espirituales, como las de las purificaciones pasivas. La naturaleza humana y a veces el demonio plantean problemas y producen fenómenos complejísimos, que es menester enjuiciar con gran tino y prudencia.

Para terminar esta primera parte de la catequesis, vamos a meditar esta bella Oración que San francisco de Asís realizaba frente al crucifijo de San Damián:

¡Oh alto y glorioso Dios!, ilumina las tinieblas de mi corazón y dame fe recta, esperanza cierta y caridad perfecta, sentido y conocimiento, Señor, para que cumpla tu santo y veraz mandamiento. Así sea…. 

+++ Bendiciones