Cuando un sosegado
silencio todo lo envolvía y la noche se encontraba en la mitad de su carrera,
tu Palabra omnipotente, cual implacable guerrero, saltó del cielo, desde el
trono real, en medio de una tierra condenada al exterminio. Empuñando como
afilada espada tu decreto irrevocable (Sabiduría 18:14-15).
Continuando con
nuestro estudio de la Vida de oración en el presente capitulo vamos a tratar de
manera resumida la Oración Afectiva y la Oración de simplicidad, siguiendo
el orden y grados de oración descritos en el Capítulo III.
1-Tercer
grado de oración, La oración afectiva: En este grado de oración
predominan los afectos de la voluntad sobre el discurso del entendimiento. Es
decir; como Oración de meditación simplificada en la que cada vez va tomando mayor
preponderancia el corazón por encima del previo trabajo discursivo del
entendimiento. Creemos, por lo mismo, que no hay diferencia específica entre
ella y la meditación, como la hay entre ésta y la contemplación.
Se trata, repetimos, de una
meditación simplificada y orientada al corazón; nada más. Esto explica que el
tránsito de la una a la otra se haga de una manera gradual e insensible, aunque
con más o menos rapidez o facilidad, según el temperamento del que la ejercita,
el esfuerzo que ponga, la educación recibida, el método empleado y otros
factores semejantes.
Advierte
con razón el Padre Crisógono de Jesús Sacramentado, en su (Compendio de
Ascética y Mística), considerando que «los caminos para llegar a la perfección
son dos, la ascética y la mística lo siguiente: «Hay
espíritus que por su natural entrañable y afectuoso llegan muy
pronto a poder prescindir casi completamente del discurso porque una ligera
reflexión excita suficientemente los afectos. Otros, en cambio, de carácter
frío y enérgico, necesitan que vaya siempre por delante el discurso reflexivo, y,
aun así, no son los afectos numerosos; con frecuencia cada afecto exige un
nuevo discurso. Estas almas necesitarán evidentemente más tiempo y más
ejercicio que las anteriores para llegar a la oración afectiva».
Finalmente, hasta el método seguido en la meditación
influye eficazmente en esto. Así, por ejemplo, el método de San Ignacio, que da
tanta importancia a la parte intelectual, no favorece el tránsito a la oración
afectiva como el método franciscano, que ya desde sus principios resta
importancia al entendimiento para dársela al corazón.
¿Cuándo
debe hacerse el tránsito? Hay que evitar dos escollos: demasiado
pronto o demasiado tarde. Creemos, sin embargo, que en la práctica pueden
evitarse fácilmente, si se tiene cuidado en ir simplificando la meditación de
una manera lenta, insensible, sin esfuerzo ni violencia alguna. No se empeñe el
alma en provocar violentamente afectos hacia los que no se siente impulsada ni
con fuerzas para ello; pero entréguese a ellos dócilmente si siente el
atractivo de la gracia, sin preocuparse poco ni mucho de recorrer los puntos o momentos
de su acostumbrada oración discursiva. De este modo, con suavidad y sin
esfuerzo, evitando toda violencia, se hará el tránsito de la meditación a la
oración afectiva, que acabará por reducir a su mínima expresión, cuando no a
suprimirlo del todo, el previo trabajo del entendimiento discursivo.
Lo que nunca puede darse es una
oración pura y exclusivamente afectiva sin ningún conocimiento previo. La
voluntad es potencia ciega, y sólo puede lanzarse a amar el bien que el
entendimiento le presenta. Pero acostumbrado el entendimiento por las
meditaciones anteriores a encontrar fácilmente ese bien, se lo presentará cada
vez con mayor prontitud a la voluntad, proporcionándole la materia de la
oración afectiva, para la práctica de la oración afectiva, Nos parecen muy acertados
los siguientes consejos del Padre Crisógono:
+No suspender el discurso antes de que haya
brotado el afecto. Sería perder el tiempo en una necia ociosidad y
fomentar una ilusión peligrosísima.
+No forzar los afectos. Cuando
no broten espontáneos o se hayan; extinguido, volver a excitarlos suavemente
por el discurso, pero nunca querer mantenerse en uno más de lo que él dé, de sí
mismo.
+ No tener prisa por pasar de unos afectos a
otros. Es el extremo contrario al anterior. Se expondría el alma a perder
el fruto del primero y a no conseguir luego el segundo, como el que deja una
presa segura por otra incierta.
+Procurar ir reduciendo y simplificando
progresivamente los afectos. Al principio no importa que sean muchos,
para que la falta de intensidad sea suplida por el número; pero, a medida que
el alma va adelantando, conviene irlos reduciendo hasta llegar, si es posible,
a la unidad. Así la intensidad será mayor.
2-Ventajas de esta oración Afectiva: Psicológicamente hablando, esta
oración representa un verdadero alivio para el alma, que viene a disminuir la
ruda labor de la meditación discursiva. Pero mucho más importantes son las
ventajas espirituales que reporta. Las principales son:
a) Una unión más íntima y
profunda con Dios, efecto infalible del ejercicio del amor, que nos va
acercando cada vez más al objeto amado.
b) Un desarrollo proporcionado de
todas las virtudes infusas, ya que, estando en conexión con la caridad, crecen
todas a la vez como los dedos de una mano.
c) Suele producir consuelos y
suavidades sensibles, que, si el alma sabe explotarlos, sin apegarse
desordenadamente a ellos, le servirán de gran estímulo y aliento para la
práctica de las virtudes cristianas.
d) Es una excelente preparación
para la oración de simplicidad y primeras manifestaciones de la contemplación
infusa.
3-Obstáculos e inconvenientes de la oración Afectiva.
Pero como tan preciosas ventajas pueden verse comprometidas por ciertos
inconvenientes contrarios. Hay que evitar cuidadosamente sobre todo lo siguiente:
a)
El Esfuerzo Violento para producir los afectos. El alma
debe convencerse de que el verdadero fervor reside en la voluntad, no en la
sensibilidad. Hay algunos que creen hacer un acto intensísimo de amor de Dios apretando
fuertemente los puños y encendiendo su rostro hasta la congestión al mismo
tiempo que lanzan la exclamación amorosa. No es esto. Sin tanto aparato ni
espectacularidad se puede llegar a un acto perfectísimo con sólo rectificar y
elevar de plano los motivos del mismo, o sea, haciéndolo llana y simplemente
por glorificar a Dios en plan de puro amor, aunque no nos reportara a nosotros
ninguna utilidad ni ventaja. Son los motivos cada vez más puros y elevados los
que dan tanto precio a los actos más insignificantes de los santos.
b) El
Creerse más Adelantado en la vida espiritual de lo que en realidad se está. Hay
almas que, al sentir su corazón lleno de dulces emociones y al ver la facilidad
y prontitud con que les brotan del alma los actos de amor de Dios, se creen
poco menos que en los confines del éxtasis. Cuan falsa sea su apreciación, se
comprueba sin esfuerzo pocos minutos después de terminada su oración, cuando
empiezan sin escrúpulo a faltar al silencio, a criticar a fulanito, a despachar
mal y de prisa las obligaciones de su estado, cuando no las omiten totalmente,
etc., etc.
El verdadero adelanto en la vida
espiritual consiste en la práctica cada vez más seria y perfecta de las virtudes
cristianas, no en las dulzuras que se puedan experimentar en la oración, que a
tantas ilusiones se prestan.
c) La gula espiritual,
que impulsa a buscar en la oración afectiva la suavidad de los consuelos
sensibles. En vez de estímulo y aliento para la práctica austera de las virtudes
cristianas. Dios suele castigar este afán egoísta del alma sensiblera
retirándola sus consuelos y sumergiéndola en la aridez y sequedad más
desoladoras para que aprenda a rectificar la intención y vea por experiencia lo
poco que vale cuando Dios se le retira.
d) La
dejadez y pereza del alma, que la impulsa a una estéril ociosidad cuando faltan
los afectos por no molestarse en volver a los discursos de la simple
meditación. Es una ilusión muy grande pensar que, una vez llegada el alma a la
oración afectiva habitual, ya nunca tendrá necesidad de volver a la meditación.
Jamás ocurre esto ni siquiera a las almas que han logrado remontarse hasta la
cumbre de la perfección.
Hablando de las almas que han logrado
escalar las séptimas moradas, Santa Teresa de Jesús escribe expresamente: «No habéis de entender, hermanas, que siempre
en un ser están estos efectos que he dicho en estas almas, que por eso, adonde
se me acuerda, digo lo ordinario; que algunas veces las deja Nuestro Señor en
su natural, y no, parece sino que entonces se juntan todas las cosas ponzoñosas
del arrabal y moradas de este castillo para vengarse de ellas por el tiempo que
no las pueden haber a las manos».
Pues si esto sucede a veces a las
almas llegadas a la plena unión con Dios, ¡cuánto más ocurrirá a las que no han
logrado trascender ni siquiera las fronteras de la ascética en la oración
afectiva! Es menester en estos casos luchar contra la ociosidad y distracciones,
haciendo lo que se pueda con los recursos de la simple meditación u oración
discursiva. Lo contrario sería dar de bruces en una actitud perezosa y
quietista que abriría la puerta a todo un mundo de ilusiones.
4-
Frutos de la oración Afectiva. Hay una norma infalible para
juzgar de la legitimidad o bondad de la oración: examinar los frutos. Es la
norma suprema del discernimiento de los espíritus, como dada por Nuestro Señor
Jesucristo (Mt. 7.16). El fruto de la oración afectiva no puede medirse por la
intensidad de los consuelos sensibles en ella experimentados, sino por la
mejora y perfeccionamiento manifiesto del conjunto de la vida. La práctica cada
vez más intensa de las virtudes cristianas, la pureza de intención, la
abnegación y desprecio de sí mismo, el espíritu de caridad, el cumplimiento
exacto de los deberes del propio estado y otras cosas semejantes nos darán el índice
de la legitimidad de nuestra oración. «Lo demás son lagrimillas …que se
evaporan, suspiros que se desvanecen en la atmósfera» (Padre Crisógono).
5-
Cuarto Grado de Oración: La Oración De Simplicidad: El
primero en emplear esta expresión fue Bossuet a él al menos se atribuye generalmente
su tratado (el opúsculo Maniere courte et
facile pour faite Voraison en foi et de simple présence de Dieu). Pero el
modo de oración designado con este nombre ya se conocía anteriormente.
Santa Teresa habla de ello largamente la Santa en varios pasajes de sus obras, sobre todo en el Camino de perfección con el nombre de oración de recogimiento activo o adquirido, en contraposición al recogimiento infuso, que constituye el primer grado de contemplación manifiestamente sobrenatural o mística.
Santa Teresa habla de ello largamente la Santa en varios pasajes de sus obras, sobre todo en el Camino de perfección con el nombre de oración de recogimiento activo o adquirido, en contraposición al recogimiento infuso, que constituye el primer grado de contemplación manifiestamente sobrenatural o mística.
La naturaleza de la oración de simplicidad,
fue definida por Bossuet como una simple visión, mirada o atención amorosa
hacia algún objeto divino, ya sea Dios en sí mismo o alguna de sus perfecciones,
ya sea Nuestro Señor Jesucristo o alguno de sus misterios, ya otras verdades cristianas.
Como se ve, se trata de una
oración ascética extremadamente simplificada. El discurso se ha transformado en
simple mirada intelectual; los afectos variados, en una sencilla atención
amorosa a Dios. La oración continúa siendo ascética—el alma puede ponerse en
ella cuando le plazca después de haber adquirido el hábito de la misma—, pero
ya empieza a sentir las primeras influencias de la oración infusa, para la que
la oración de simplicidad es excelente disposición. Lo dice expresamente
Bossuet inmediatamente después de las palabras de la definición que acabamos de
subrayar. He aquí sus propias palabras:
«El alma deja entonces el
discurso, y se vale de una dulce contemplación, que la mantiene en dulce
sosiego y atención y la hace susceptible de las operaciones e impresiones
divinas que el Espíritu Santo le quiere comunicar; trabaja poco y recibe mucho;
su trabajo es grato, y no por eso deja de ser fructuoso; y como cada vez se
llega más de cerca a la fuente de donde manan la luz, la gracia y las virtudes,
recibe más y más de ella».
Por donde aparece claro que la
oración de simplicidad señala exactamente el tránsito de la ascética a la
mística, de la adquirida a la oración infusa. El mismo Bossuet nos habla en el
texto citado, de una dulce contemplación que el alma comienza a recibir y la
hace susceptible de las impresiones del Espíritu Santo. A esto alude Bossuet a la contemplación
infusa, que comienza a nacer en la oración de simplicidad.
Hay en ella elementos adquiridos
e infusos que se mezclan y entrelazan en diversas proporciones. Si el alma es fiel,
los elementos infusos se irán incrementando progresivamente hasta llegar a
prevalecer del todo. De esta forma, sin violencia ni esfuerzo, casi
insensiblemente, el alma irá saliendo de la ascética para entrar de lleno en la
mística, como prueba evidente de la unidad de la vida espiritual, o sea, de un
solo camino de perfección que empieza en las primeras manifestaciones ascéticas
(oración vocal, meditación) y acaba en las cumbres de la mística (unión
transformativa) sin la menor violencia, trastorno o solución de continuidad.
Que la llamada contemplación
adquirida; cuya expresión material era conocida desde antiguo coincide con la
oración de simplicidad de Bossuet, lo declaran expresamente sus más devotos
partidarios., por ejemplo, el Padre Crisógono en su Compendio de ascética y mística,
donde, después de describir las dos fórmulas de contemplación adquirida que él
admite, escribe textualmente:
«A estas
dos formas se reducen las llamadas oraciones de simple mirada, de presencia de
Dios y de simplicidad, que no son más que una cosa con nombres distintos».
6-Práctica
de la oración simplicidad—Precisamente por su misma simplicidad, no
cabe en esta oración un método propiamente dicho. Todo se reduce a mirar y amar.
Pero pueden ser útiles algunos consejos sobre el modo de conducirse en ella.
Helos aquí:
a) Antes de La Oración: Cuide el alma de
no adelantarse -a la hora de Dios. Mientras pueda discurrir y saque fruto de la
meditación ordinaria, no intente paralizar el discurso. Caería en una lamentable
ociosidad, que Santa Teresa no duda en calificar de verdadera bobería.
Evite también el extremo
contrario. No se aferré a la meditación, ni siquiera a la multitud de actos de
la oración afectiva, si nota claramente que su espíritu gusta de permanecer en
atención amorosa a Dios sin particular consideración ni multiplicación de
actos. Santa Teresa sale al paso de los que califican de ociosidad y pérdida de
tiempo este dulce reposo en Dios, diciendo: «Luego les parece es perdido el
tiempo, y tengo yo por muy ganada esta pérdida»
San Juan de la Cruz lanza
terribles anatemas contra los directores ignorantes que tratan de mantener a
las almas a toda costa en los procedimientos discursivos haciéndolas «martillar
con las potencias» y estorbándolas el sosiego y la paz en Dios
b)
Durante La oración de simplicidad: Hay que tener en cuenta algunas
normas para sacar el máximo rendimiento de esta forma de oración. He aquí las
principales:
+Primera Norma, Conviene que el
alma tenga preparada de antemano una materia determinada como si se tratara de
una simple meditación, sin perjuicio de abandonarla inmediatamente si el
atractivo de la gracia así lo pide. Nada perderemos con haber hecho esa preparación,
aunque el Espíritu Santo nos lleve a otra materia distinta, y, en cambio,
podríamos perder mucho—permaneciendo en la ociosidad—sino sintiéramos el
atractivo especial de la gracia hacia una materia determinada. Pero procúrese
que esa preparación sea muy sencilla: el simple recuerdo de un misterio de la
vida de Cristo, un texto de la Sagrada Escritura, una breve fórmula de oración,
etc.
+Segunda Norma, Procure el alma
mantener la atención amorosa a Dios con suavidad y sin violencia, pero luchando
contra las distracciones y el embobamiento ocioso. Ayúdese, si es preciso, de
la imaginación y multiplique los actos afectivos si el espíritu se distrae o
disipa fácilmente cuando se le quiere sujetar a uno solo. Y si no basta esa
multiplicidad de afectos, eche mano sin vacilar del discurso de la razón.
Precisamente por su misma
simplicidad es muy difícil permanecer mucho tiempo en este modo de oración;
habrá que hacer frecuentes excursiones a la oración afectiva y aun a la simple
meditación para evitar las distracciones o la pérdida de tiempo. Pero hágase
todo con suavidad y sin violencia, sacando en cada momento el mayor partido que
se pueda, y no más.
Mientras la voluntad permanezca
unida a Dios en atención amorosa confusa y general, déjesela tranquila a pesar
de las distracciones involuntarias. Únicamente cuando estas distracciones
extinguieran del todo la atención amorosa de la voluntad habría que reanudarla
con los procedimientos indicados.
+Tercera Norma, No se desanime el
alma por las sequedades. La oración de simplicidad está muy lejos de ser una
oración siempre dulce y sabrosa. Precisamente por representar el tránsito de la
oración ascética a la mística, en ella comienzan las sequedades y arideces de
la noche del sentido. Hemos hablado largamente en otro lugar de la conducta que
debe observar el alma en esta dolorosa prueba.:
7-Efectos en la alama después de La Oración
de simplicidad: No se olvide que el fruto de la oración se ha de traducir
en una mejora general del conjunto de la vida cristiana. Toda ella ha de
experimentar la benéfica influencia de la oración de simplicidad. Y como la
gracia tiende cada vez más a simplificar nuestra conducta hasta reducirla a la
unidad en el amor, hemos de fomentar esta tendencia huyendo de todo amaneramiento
y complicación en nuestras relaciones con Dios y con el prójimo.
«Esa simplificación advierte
oportunamente Tanquerey en sus escritos de teología y ascética; se extiende muy
pronto a todo nuestro vivir.». El ejercicio de esta clase de oración, dice Bossuet,
ha de comenzar desde que despertamos, haciendo un acto de fe en Dios, que está
en todas partes, y en Jesucristo, cuya mirada jamás se apartará de nosotros,
aunque nos halláramos en lo más escondido del centro de la tierra». Continúa
durante todo el día. Aun ocupados en nuestros quehaceres ordinarios, nos unimos
con Dios, le miramos y le amamos. En las oraciones litúrgicas y en las vocales
cuidamos más de la presencia de Dios que del sentido de las palabras y
procuramos manifestarle nuestro amor.
El examen de conciencia se
simplifica; con una mirada rápida echamos de ver las faltas apenas cometidas y
nos dolemos al punto de ellas. El estudio y las obras exteriores de celo las
hacemos con espíritu de oración, en la presencia de Dios y con ardiente deseo
de darle gloria: «ad maiorem Dei gloriam».
Ni aun siquiera las obras más ordinarias dejan de estar penetradas del espíritu
de fe y de amor y de convertirse en hostias ofrecidas de continuo a Dios: «Como,
hostias y sacrificios aceptables a Dios» (1 Pe. 2,5).
Ventajas
de la Oración de Simplicidad: Las ventajas que señalábamos a
la oración afectiva sobre la meditación, hay que trasladarlas aquí corregidas y
aumentadas. Así como la oración afectiva es excelente disposición para la de
simplicidad, ésta lo es para la contemplación infusa, de la que ya comienza a
participar. El alma, con menos trabajo y esfuerzo, consigue resultados
santificadores más intensos. Todo el conjunto de la vida sube de plano y se va
perfeccionando y simplificando. cada vez más. Es que no lo perdamos nunca de vista;
cada nuevo grado de oración representa un nuevo avance en el conjunto de toda
la vida cristiana, como declaró expresamente San Pío X, y se comprende que
tiene que ser así por la misma naturaleza de las cosas.
6-Objeciones
Contra la oración de simplicidad: Se pusieron de antaño algunas
objeciones, que ya están del todo desacreditadas y resueltas; pero bueno será
recordarlas brevemente.
Primera
Objeción: «Es una pérdida de tiempo y
una puerta abierta a la ociosidad».
Respuesta: A
Santa Teresa de Jesús le parecía lo contrario, y la experiencia diaria en la
dirección de las almas confirma plenamente su criterio. Lo que ocurre es que a
veces «se ponen» en oración de simplicidad—nunca tan bien empleado el nombre en
su sentido peyorativo, almas ilusas que están muy lejos de encontrarse en ese
grado de oración. Pero entonces acháquense los inconvenientes a la bobería de
esas almas o a la inexperiencia de sus directores, no a la oración en sí misma,
que es excelente y altamente santificadora.
Segunda
Objeción: “Concretar la atención
en una idea fija y en un solo afecto es romperse la cabeza y violentar el
corazón».
Respuesta: Si el
alma no está preparada para ello, estamos completamente de acuerdo. Pero si lo
está, lejos de ser un ejercicio violento, es incomparablemente más sencillo y
fácil que el de la meditación discursiva y el de la oración afectiva multiforme
y variada. Todo está en no adelantarse a la hora de Dios ni retrasarse cuando
ha sonado ya.
Tercera
Objeción: «Siempre es más perfecto hacerse violencia».
Respuesta: Es completamente falso. Santo
Tomás enseña que la mera dificultad de una acción no aumenta su mérito a no ser
que se ponga mayor amor en realizarla. y Con esa violencia nos exponemos,
además, a paralizar la acción del Espíritu Santo, que quiere mantener al alma
sosegada y tranquila para comenzar a comunicarle la contemplación infusa.
Repetimos aquí lo que ya dijimos
al empezar la descripción de la etapa ascética. Si se quiere hablar con
propiedad y precisión, no se puede hablar de etapa ascética y etapa mística sin
más. Ambos aspectos de la vida cristiana se compenetran mutuamente, de tal
forma que los ascetas reciben a veces ciertas influencias místicas—a través de
los dones del Espíritu Santo, que posee toda alma en gracia y los místicos
proceden a veces ascéticamente (siempre que el Espíritu Santo no actúe en ellos
con sus dones). Lo único cierto es que en la primera etapa predominan los actos
ascéticos, y en la segunda los místicos; pero sin que puedan atribuirse
exclusivamente ninguno de ellos a una determinada fase de la vida espiritual.
La oración de simplicidad señala
el paso de la oración ascética a la mística. Los
elementos infusos—de los que comienza ya a participar— acaban por prevalecer
sobre los adquiridos de un modo gradual y progresivo hasta que el alma entra de
lleno en la oración mística o contemplación. Antes de describir sus diferentes
grados y manifestaciones, se impone un estudio previo de la oración mística en
general, que no es otra cosa que la contemplación infusa como lo trataremos a
profundidad en el próximo Capitulo.
+++Bendiciones