Tentaciones
en la Oración de San Antonio Abad (Padre del Monacato).
En el presente capitulo vamos a estudiar
y simplificar de manera breve los tipos de oración y los grados de oración que podríamos
alcanzar de acuerdo a las gracias luces recibidas del Espíritu Santo, en el arduo
camino ascético de la perfección y de la vida de oración veamos:
1)La
oración de súplica: Por razón del sujeto en quien recae—puede
considerarse de dos maneras:
+En
el primer sentido sólo a Dios se le deben pedir las gracias que necesitamos. Porque
todas nuestras oraciones (aun las que se refieren a los bienes temporales) En
cuanto que se pide algo a otro directamente y para que él mismo nos lo dé.
+En
el segundo sentido como simples intercesores. Se puede y se debe orar
indirectamente,
para que nos lo consiga de otra persona superior (simple intercesión). a los
ángeles, santos y bienaventurados del cielo, y especialísimamente a la
Santísima Virgen María, Mediadora universal de todas las gracias.
Expliquemos un poco más este punto importante.En este sentido deben ordenarse las oraciones a conseguir la gracia y
la gloria, que solamente Dios puede dar, como dice el Salmo (84,12). La gracia
y la gloria las da el Señor. De lo contrario esta clase de oración dirigida a los santos sería idolatría.
La cuestión seria: ¿Es lícito y muy conveniente invocar a los
santos para intercedan por nosotros? La respuesta a esta pregunta es que la
bondad infinita de Dios no es incompatible con la intercesión de los santos, sino que se armoniza
admirablemente con ella. Dios es el Padre
amantísimo que se complace en ver a sus hijos intercediendo ante El unos por otros.
La Doctrina de La Iglesia Católica
en
el Concilio de Trento proclamó solemnemente la utilidad y conveniencia de
invocar a los santos y venerar sus reliquias y sagradas imágenes. Es, pues, una
verdad de fe que pertenece al depósito de la doctrina católica. Las principales
razones teológicas que la abonan son:
a)
La bondad divina, que ha querido asociarse a sus criaturas (María,
ángeles, santos, bienaventurados y justos de la tierra) en la obtención y
distribución de sus gracias.
b)
La comunión de los santos, que nos incorpora a Cristo y a través de Él
hace circular sus gracias de unos miembros a otros.
c)
La caridad perfectísima de los santos, que les mueve a interceder por
nuestras necesidades, que ven y conocen en el Verbo Divino.
La intercesión y comunión de los Santos Lo
niegan muchos herejes, entre los que se cuentan, cataros, luteranos,
calvinistas, etc. Dicen que Cristo es el único mediador entre Dios y los
hombres y que los santos no se enteran de nuestras oraciones; y que Dios es tan
bueno, que no necesita intercesores para darnos lo que nos hace falta.
Es cierto que Jesucristo es el
único mediador de redención, pero nada impide que los santos sean mediadores de
intercesión, apoyando con las suyas nuestras oraciones y rogando a Dios las
despache favorablemente. Es falso que no
se enteren Todas las peticiones que les hacemos. Así queda zanjado y rebatido
dicho argumento erróneo de nuestros hermanos separados que nos acusan y Juzgan
de idolatras.
Por razones Teológicas entonces, ¿con qué clase de culto se les debe invocar
u honrar a los Santos y la bienaventurada Virgen María? El culto de Latría
es propio y exclusivo de Dios. Honrar a los santos con él sería un gravísimo
pecado de idolatría. A los santos se les debe el culto de dulía, y a la Santísima
Virgen, por su excelsa dignidad de Madre de Dios, el de hiperdulía.
2)
El poder de intercesión de los santos: Depende del grado de méritos
adquiridos en esta vida y del grado de gloria correspondiente. Los santos más grandes tienen más poder de
intercesión ante Dios que los no tan
gloriosos, porque su oración es más acepta a Dios que la de estos últimos. En este sentido es incomparable el poder
de intercesión de la Santísima
Virgen María: mayor que la de todos los ángeles y santos juntos.
Pero de aquí no se debe concluir
que haya que invocar únicamente a la Santísima Virgen o a los santos de
historial más brillante, omitiendo la invocación de los demás. Santo Tomás se
plantea esta objeción y la resuelve admirablemente por las siguientes razones:
+Es conveniente invocar también a
los santos inferiores: porque acaso nos inspire mayor devoción un santo
inferior que otro superior, y de la devoción depende en gran parte la eficacia
de la oración.
+Para que haya cierta variedad
que evite el fastidio o monotonía; porque hay santos especialistas en algunas gracias;
para dar a todos el debido honor; y porque pueden conseguir, entre todos, lo
que acaso uno solo no conseguiría. En otro lugar paralelo añade todavía una
razón más:
+ Porque acaso Dios quiere manifestar con un milagro la santidad de su siervo (tal vez no canonizado aún). De otra suerte habría que concluir lógicamente que bastaba implorar directamente la misericordia de Dios sin la intercesión de ningún santo.
+ Porque acaso Dios quiere manifestar con un milagro la santidad de su siervo (tal vez no canonizado aún). De otra suerte habría que concluir lógicamente que bastaba implorar directamente la misericordia de Dios sin la intercesión de ningún santo.
¿Pueden invocarse a las almas del purgatorio para obtener alguna gracia?:La Iglesia nada ha determinado sobre esto y es cuestión muy discutida entre los teólogos. A Santo Tomás le parece que no, y da dos razones muy fuertes:
a) No conocen nuestras peticiones, porque no gozan todavía
de la visión del Verbo divino, donde las verían reflejadas.
b)Porque los que están en el purgatorio, aunque son
superiores a nosotros por su impecabilidad, son inferiores en cuanto a las
penas que están padeciendo; y en este sentido no están en situación de orar por
nosotros, sino más bien de que nosotros oremos por ellos.
Como se ve, las razones de Santo
Tomás son muy serias. Sin embargo, muchos teólogos incluso de la escuela
tomista; defienden la respuesta afirmativa fundándose en razones no despreciables.
Pueden dicen pedir en general por nuestras necesidades (aunque no las
conozcan concretamente); a impulsos de su amor a nosotros familiares o de la
caridad universal en que se abrazan. Esto encajaría muy bien con el dogma de la
comunión de los santos, que parece envolver cierta reciprocidad o beneficio
mutuo entre los miembros de las tres iglesias de Cristo. (La iglesia Reinante,
La Iglesia Purgante y La iglesia Militante).
Los que vivimos todavía en la tierra podemos aumentar
la gloria accidental de los bienaventurados. Podemos también ofrecer a Dios los
méritos contraídos en este mundo por las almas actualmente en el purgatorio
(intercesión interpretativa). Y si bien es cierto que no ven nuestras
necesidades concretas, porque no gozan todavía de la visión beatífica, no es
imposible que Dios se las manifieste de algún modo (por inspiración interior,
por el ángel de la guarda, por los que van llegando de la tierra, etc.), y que
puedan por lo mismo interceder concretamente por nosotros.
Acaso podría intentarse también
la solución afirmativa con los siguientes datos:
a)Es de fe
que podemos ayudar con nuestros sufragios a las almas del purgatorio (Denzinger#950).
b) No
sabemos en qué proporción ni en qué forma se les aplican los sufragios, aunque
es de suponer que, en forma de alivio de sus sufrimientos, además de la
reducción del tiempo que habían de permanecer allí.
c) Si es
así, el alma, al notar el alivio del sufragio toda petición a ellas debe ir
acompañada de un sufragio, puede lógicamente pensar que alguien está rezando
por ella; y no hay inconveniente en que, movida por la gratitud, pida a Dios
por las intenciones de la persona caritativa que la está ayudando, aunque
ignore en absoluto quién sea esa persona o cuáles sus intenciones.
Aclaración: “No parece
inadmisible que puedan darse fenómenos de locución o Visión comunicación mediante
un sueño con el permiso y la voluntad de Dios entre las personas de este mundo
y las almas del purgatorio por ejemplo (entre un hijo y su madre difunta), Ya que
estos Fenómenos sobrenaturales se presentan a menudo”.
¿Por
quién debemos orar?. Como principio general se puede establecer el
siguiente: Podemos y debemos orar no sólo por nosotros mismos, sino también en
favor de cualquier persona capaz de la gloria eterna.
El dogma de la comunión de los
santos nos garantiza razón y la posibilidad. La caridad cristiana y a veces la
justicia nos urge la obligación. Luego es cierto que podemos y
debemos orar por todas las criaturas capaces de la eterna gloria, sin excluir a
ninguna determinada: «Orad unos por otros para que os salvéis» (Lc. 5,16). Hay que rogar por todos aquellos a quienes
debemos amar. Luego por todas las personas capaces de la eterna gloria (incluso
los pecadores, herejes, excomulgados, etc., y nuestros propios enemigos).
Pero por todos éstos basta pedir
en general, sin excluir positivamente a nadie. Ordinariamente no estamos obligados a pedir en
particular por nuestros enemigos, aunque sería de excelente perfección. Hay casos,
sin embargo, en los que estaríamos obligados a ello; por ejemplo, en grave
necesidad
espiritual del enemigo, o cuando pide perdón, o para evitar el escándalo que se
seguiría de no hacerlo., (si hay costumbre de orar públicamente por los
enemigos en tales o cuales circunstancias y no quisiéramos hacerlo). Siempre
hemos de estar dispuestos a ello, al menos, como dicen los teólogos, esto es,
haciéndolo de buena gana cuando se presenta ocasión para ello. Jesucristo nos
dice expresamente:
En el Evangelio: «Amad a vuestros
enemigos, y orad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro
Padre, que está en los cielos, que hace salir el sol sobre buenos y malos y
llover sobre justos y pecadores» (Mt. 5,-45).
Podemos y debemos orar por las almas del
purgatorio; siempre al menos por caridad y muchas veces por piedad (si se trata
de familiares) o por justicia (si están allí por culpa nuestra., por los malos
consejos y ejemplos que les dimos).
Es sentencia común entre los
teólogos que podemos pedir el aumento de la gloria accidental de los
bienaventurados; no el de la gloria esencial (visión y goce beatíficos), que es
absolutamente inmutable, y depende del grado de gracia y de caridad que tenga
el alma en el momento de separarse del cuerpo.
No
es lícito orar por los condenados, por estar completamente fuera de los
vínculos de la caridad, que se funda en la participación de la vida eterna.
Aparte de que sería completamente inútil y superflua una oración que para nada
les aprovecharía.
Eficacia
santificadora de la oración:
Los cuatro valores de la oración,
a saber, son: 1. Meritorio, como virtud;
2. Satisfactorio, como obra. penosa; 3. Impetratorio de las gracias divinas y de
4. Refección espiritual del alma por su contacto de amor con Dios.
1)Valor
Satisfactorio: Para que la oración tenga un valor satisfactorio
es evidente con sólo tener en cuenta que supone siempre un acto de humildad y
de acatamiento a Dios, a quien hemos ofendido con nuestros pecados, que tienen
su raíz en el orgullo. Brota, además, de la caridad, fuente de toda
satisfacción. Y, finalmente, la oración bien hecha es de suyo una cosa penosa
al menos para las almas imperfectas, por el esfuerzo de atención y la tensión
de la voluntad que supone. Es, pues, claramente satisfactorio. El concilio de
Trento habló expresamente del valor satisfactorio de la oración.
2)Valor Meritorio: Como
cualquier otro acto de virtud sobrenatural, la oración recibe su valor
meritorio de la caridad, de donde brota radicalmente por medio de la virtud de
la piedad, de la que es acto propio. Como acto meritorio, la oración está
sometida a las condiciones de las demás obras virtuosas y se rige por
sus mismas leyes. Puede en este sentido merecer todo cuanto puede merecerse con
esa clase de mérito, supuestas las debidas condiciones.
3)
Refección Espiritual.: El tercer efecto de la oración dice Santo Tomás;
es una cierta refección espiritual del alma. Este efecto lo produce la oración
por su sola presencia. Pero para que de hecho se produzca es absolutamente
necesaria la atención; ese deleite espiritual es incompatible con la divagación
voluntaria de la mente. Por eso, la oración extática en la que la atención del
alma es máxima por la concentración de todas sus energías psicológicas en el
objeto contemplado lleva consigo la máxima delectación que se puede alcanzar en
esta vida. Y es natural que así suceda. La oración nutre nuestra inteligencia, excita
santamente nuestra sensibilidad, estimula y fortifica nuestra voluntad. Es una
verdadera refectio mentís que por su misma naturaleza. Está llamada a
llenar el alma de suavidad y de dulzura.
4)
Valor Impetratorio: Este es el que más nos interesa destacar aquí
como elemento de crecimiento y desarrollo de nuestra vida cristiana
independientemente del mérito. Veamos en primer lugar cuáles son las
principales diferencias entre el valor meritorio y el impetratorio de la
oración:
a) La
oración como acto meritorio dice una relación de justicia al premio; en cambio,
su valor impetratorio dice relación tan sólo a la misericordia de Dios.
b) Como
meritoria tiene eficacia intrínseca para conseguir el premio; como impetratoria
su eficacia se apoya únicamente en la promesa de Dios.
c) La
eficacia meritoria se funda, ante todo, en la caridad; la impetratoria, ante
todo, en la. fe.
d) El
objeto del mérito y de la impetración no es siempre el mismo, aunque a veces
pueden coincidir. El justo merece y no siempre alcanza; el pecador puede
alcanzar sin haber merecido.
La importancia y eficacia
santificadora de la oración nos la dan conocer Los Santos Padres y los grandes
maestros de la vida espiritual están todos conformes en proclamar la eficacia
santificadora verdaderamente extraordinaria de la oración. Sin oración o sin
mucha oración es imposible llegar a la santidad.
Son innumerables los testimonios
que se podrían alegar. Únicamente, por vía de ejemplo, vamos a recoger unos
pocos Según el Doctor de la Iglesia San Buenaventura:
+Si quieres sufrir con paciencia
las adversidades y miserias esta vida, seas hombre de oración.
+Si quieres alcanzar virtud y fortaleza
para vencer las tentaciones del enemigo, seas hombre de oración.
+Si quieres mortificar tu propia
voluntad con todas sus aficiones y apetitos, seas hombre de oración. Si quieres
conocer las astucias de Satanás y defenderte de sus engaños, seas hombre de
oración.
+ Si quieres vivir alegremente y
caminar con suavidad por el camino de la penitencia y del trabajo, seas hombre
de oración.
+Si quieres ojear de tu alma las
moscas importunas de los vanos pensamientos y cuidados, seas hombre de oración.
+Si la quieres sustentar con la
grosura de la devoción y traerla siempre llena de buenos pensamientos y deseos,
seas hombre de oración.
+Si quieres fortalecer y confirmar
tu corazón en el camino de Dios, seas hombre de oración. Finalmente.
+Si quieres desarraigar de tu alma
todos los vicios y plantar en su lugar las virtudes, seas hombre de oración:
porque en ella se recibe la unión y gracia del Espíritu San tú, la cual enseña
todas las cosas.
+Si quieres subir a la alteza de
la contemplación y gozar de los dulces abrazos del esposo, ejercítate en la
oración, porque éste es el camino por donde sube el alma la contemplación y
gusto de las cosas celestiales.
La oración, revestida de las
debidas condiciones, obtiene infaliblemente lo que pide en virtud de las
promesas de Dios. Esta tesis se
fundamenta en la fe por la claridad con que se nos manifiesta en la Sagrada
Escritura la promesa divina. Ahora bien: ¿cuáles son las condiciones que
se requieren para que la oración alcance infaliblemente su objeto, cumpliéndose
de hecho las divinas promesas?
Santo Tomás señala cuatro, y a
ellas pueden reducirse todas las demás que señalan los autores: que pida algo
para sí, necesario para la salvación, piadosamente y con perseverancia. He aquí
sus propias palabras:
«En consecuencia, siempre se consigue lo que se pide, con tal que se den
estas cuatro condiciones: pedir para sí mismo, cosas necesarias para la salvación,
piadosamente y con perseverancia».
Todos Los textos sobre la oración podrían
multiplicarse en gran abundancia, pero no es necesario. Todas las escuelas de
espiritualidad cristiana están de acuerdo en proclamar la necesidad absoluta de
la oración y su extraordinaria eficacia santificadora.
A medida que el alma va
intensificando su vida de oración, se va acercando más a Dios, en cuya perfecta
unión consiste la santidad. La oración es la fragua del amor; en ella se
enciende la caridad y se ilumina y abrasa el alma con sus llamaradas, que son
luz y vida al mismo tiempo. Si la santidad es amor, unión con Dios, el camino
más corto y expedito para llegar a ella es la vida de continua y ardiente
oración…….
+++
Bendiciones.
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