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martes, 31 de marzo de 2020

Capitulo III: La vida de Oración.


Por eso yo voy a seducirla; la llevaré al desierto y hablaré a su corazón(Oseas 2:16). 

Examinada la naturaleza de la vida de oración. (ver capituloII ); vamos  a precisar en el presente capitulo los grados de oración y los fundamentos de su desarrollo en marcha hacia la perfección, veamos ahora en qué consiste esta misma perfección.  He aquí el orden que vamos a seguir: después de una breve introducción sobre las distracciones , expondremos su naturaleza  de estas en todas sus formas  a manera  de ejercicio de alta eficacia santificadora, pero en su práctica asidua y perfecta envuelve no pocas dificultades para el pobre espíritu humano, que esta pronto pero la carne es débil « Velad y orad, para que no caigáis en tentación; que el espíritu está pronto, pero la carne es débil.»(Mt, 26,41). «Pues la carne tiene apetencias contrarias al espíritu, y el espíritu contrarias a la carne, como que son entre sí antagónicos, de forma que no hacéis lo que quisierais» (Ga 5:17).

Las causas principales que se contraponen a la oración son dos: las distracciones y las sequedades o arideces. Examinémoslas  brevemente.

1.LasDistracciones:En general son pensamientos o imaginaciones extrañas que nos impiden la atención a lo que estamos haciendo. Pueden afectar a la imaginación sola, en cuyo caso el entendimiento puede seguir pensando en lo que hacía, aunque con dificultad; o al entendimiento mismo, en cuyo caso la atención a lo que se hacía desaparece totalmente.

Sus causas son muy varias. Las expone muy bien el Padre. Gibert, cuyas sabias distinciones trasladamos aquí:

1.1Causas Independientes de La Voluntad:

a) La de índole y temperamento:  La imaginación viva e inestable; efusión hacia las cosas exteriores; incapacidad de fijar la atención o de prorrumpir en afectos. Pasiones vivas, no bien dominadas, que atraen continuamente la atención hacia los objetos amados, temidos u odiados...
b) La poca salud y la fatiga mental, que impide fijar la atención o abstraer de las cosas o circunstancias exteriores.
c) La dirección poco acertada del padre espiritual, que quiere imponer artificialmente sus propias ideas al alma, sin tener en cuenta el influjo de la gracia, la índole, el estado y las necesidades de la misma, empeñándose, en hacer continuar la meditación discursiva cuando Dios le mueve a una oración más sencilla y profunda o apartándola demasiado pronto del discurso cuando lo necesita todavía.
d) El demonio, a veces directamente, otras muchas indirectamente, utilizando otras causas y aumentando su eficacia perturbadora.

1.2 Causas Voluntarias:

a) Falta de la debida preparación próxima; en cuanto al tiempo, lugar, postura, tránsito demasiado brusco a la oración después de una ocupación absorbente...
b) Falta de preparación remota; poco recogimiento, disipación habitual, tibieza de la vida, vana curiosidad, ansia de leerlo todo...

1.3Remedios Prácticos contra las distracciones en la oración:

No hay una receta infalible para suprimir en absoluto las distracciones. Sólo en los estados contemplativos muy elevados o por un especial don de Dios se puede orar sin distracción alguna. Pero mucho se puede hacer con humildad, oración y perseverancia.
a) Puede disminuirse el influjo pernicioso de las causas independientes de la voluntad de varias formas: leyendo, fijando la vista en el sagrario o en una imagen expresiva, eligiendo materias más concretas, entregándose a una oración más afectiva, con frecuentes coloquios (incluso vocales, si es preciso), etc.

Cuando, a pesar de todo, nos sintamos distraídos con frecuencia no nos impacientemos. Volvamos a traer suavemente nuestro espíritu al recogimiento, aunque sea mil veces, si es preciso, humillémonos en la presencia de Dios, pidámosle su ayuda y no examinemos por entonces las causas que han motivado la distracción. Dejemos este examen para el fin de la oración con el fin de prevenirnos mejor en adelante. Y téngase bien presente que toda distracción combatida (aunque no se la venza del todo) en nada compromete el fruto de la oración ni disminuye el mérito del alma.

b) En cuanto a las causas que dependen de nuestra voluntad, se las combatirá con energía hasta destruirlas por completo. No omitiremos jamás la preparación próxima, recordando siempre que lo contrario sería tentar a Dios, como dice la Sagrada Escritura. Y cuidemos, además, de una seria preparación remota, que abarca principalmente los puntos siguientes: silencio, huida de la vana curiosidad, custodia de los sentidos, de la imaginación y del corazón, y acostumbrarnos a estar en lo que se está haciendo (age quod agis), sin dejar divagar voluntariamente la imaginación hacia otra parte.

2.Las Sequedades y Arideces en la Oracion:

Otra de las grandes dificultades que se encuentran con frecuencia en el ejercicio de la oración mental sobre todo es la sequedad o aridez de espíritu. Consiste en cierta impotencia o desgana para producir en la oración actos intelectivos o afectivos. Esta impotencia a veces es en grande, que vuelve penosísima la permanencia en la oración.

Unas veces afecta al espíritu, otras a sólo al corazón. La forma más desoladora es aquella en la que Dios parece haberse retirado del alma. Sus causas son muy varias. El mal estado de la salud, la fatiga corporal, las ocupaciones excesivas o absorbentes, tentaciones molestas, que atormentan y fatigan al alma; deficiente formación para orar de modo conveniente, empleo de métodos inadecuados, etc. A veces son el resultado natural de la tibieza en el servicio de Dios, de la infidelidad a la gracia, de los pecados veniales cometidos en abundancia y sin escrúpulo, de la sensualidad, que sumerge al alma en la materia; de la disipación y vana curiosidad, de la ligereza y superficialidad de espíritu.

Otras veces son una prueba de Dios, que suele substraer el consuelo y devoción sensible que el alma experimentaba en la oración para purificarla del apego a esos consuelos, humillarla viendo lo poco que vale cuando Dios le retira esa ayuda, aumentar su mérito con sus redoblados esfuerzos impulsados por la caridad y prepararla a nuevos avances en la vida espiritual.

Cuando estas arideces permitidas por Dios se prolongan largo tiempo puede pensarse que el alma ha entrado en la noche del sentido o en alguna otra purificación pasiva.  Que vámonos hablar después más largamente de estas cosas, así como de las señales para distinguirlas de la tibieza o voluntaria flojedad.

2.1Remedios contra las sequedades o arideces:

Consisten, ante todo, en suprimir sus causas voluntarias, principalmente la tibieza y flojedad en el servicio de Dios. Guando son involuntarias, lo mejor es resignarse a los designios de Dios por todo el tiempo que Él quiera; convencerse de que la devoción sensible no es esencial al verdadero amor de Dios; que basta querer amar a Dios para amarle ya en realidad; humillarse profundamente, reconociéndose Indigno de toda consolación; perseverar, a pesar de todo, en la oración, haciendo lo que aún entonces se puede hacer. Y, a fin de aumentar el mérito y las energías del alma, procurar unirse al divino agonizante de Getsemaní, que «puesto en agonía oraba con más insistencia» (Lc 22,44), y llevar la generosidad y el heroísmo a aumentar incluso el tiempo destinado a la oración, como aconseja San Ignacio:

¿No será lícito pedir a Nuestro Señor el cese de la prueba o el retorno de la devoción sensible? Sí, con tal de hacerlo con plena subordinación a su voluntad adorable y se intente con ello redoblar las fuerzas del alma para servirle con más generosidad, no por el goce sensible que aquellos consuelos nos hayan de producir.

La Iglesia pide en su oración litúrgica de Pentecostés «gozar siempre de las consolaciones del Espíritu Santo» y todos los maestros de la vida espiritual hablan largamente de la «importancia y necesidad de los divinos consuelos». Pero téngase en cuenta que el mejor procedimiento de la oración y la humildad para atraerse nuevamente los consuelos de Dios es una gran generosidad en su divino servicio y una fidelidad exquisita a las menores inspiraciones del Espíritu Santo.

Las sequedades se deben con frecuencia a la resistencia a estas delicadas insinuaciones del divino Espíritu; una generosa inmolación de nosotros mismos nos las volverá a traer con facilidad. Pero sea que vuelvan en seguida o que se hagan esperar, cuide sobre todo el alma de no abandonar la oración ni disminuirla a pesar de todas las arideces y repugnancias que pueda experimentar.

3 Escollos que se han de evitar en la vida de oración:
Surgen no pocas dificultades y obstáculos, que el alma, ayudada de la gracia, debe superar; pero no se requieren menos tino ni menos ayudas para no dar en alguno de sus escollos o peligros. He aquí los principales:

a)La rutina en la oración vocal, que la convierte en un ejercicio puramente mecánico, sin valor y sin vida; o la fuerza de la costumbre en la mental metodizada, que lleva a cierto automatismo semiinconsciente, que la priva casi totalmente de su eficacia santificadora.
b)El exceso de actividad natural, que quiere conseguirlo todo como a fuerza de brazos, adelantándose a la acción de Dios en el alma; o la excesiva pasividad e inercia, que, so pretexto de no adelantarse a la divina acción, no hace ni siquiera lo que con la gracia ordinaria podría y debería hacerse.
c) El desaliento, que se apodera de las almas débiles y enfermizas al no comprobar progresos sensibles en su larga vida de oración; o el excesivo optimismo de otras muchas que se creen más adelantadas de lo que en realidad están.
d) El apego a los consuelos sensibles, que engendra en el alma una especie de «gula espiritual», que la impulsa a buscar los consuelos de Dios en vez de al Dios de los consuelos.
e) El apego excesivo a un determinado método, como si fuera el único posible para el ejercicio de la oración; o la excesiva ligereza, que nos mueve a prescindir de él o abandonarlo antes de tiempo. Otras muchas ilusiones que padecen las almas en su vida de oración habrán de ser corregidas por la mirada vigilante de un experto y competente director espiritual.  Sin esta ayuda exterior es casi imposible no incurrir en algunas de ellas, a pesar, tal vez, de la buena voluntad y excelentes disposiciones del alma que las sufre.

4-Los Grados de Oración :

A Santa Teresa de Jesús debemos la clasificación más profunda y exacta de los grados de oración que se conoce hasta la fecha. En su genial Castillo interior va describiendo las etapas sucesivas de la santificación del alma en torno a su vida de oración. Para la gran santa de Ávila, los grados de oración coinciden con los de la vida cristiana en su marcha hacia la santidad. Este punto de vista, que puede justificarse plenamente por la razón teológica; la intensidad de la oración coincide con la de la caridad, esto fue confirmado por San Pío X, en carta al general de los Carmelitas el 7 de marzo de 1914, al decir que los grados de oración enseñados por Santa Teresa representan otros tantos grados de superación y ascenso hacia la perfección cristiana Sería, pues, aventurado y temerario intentar una nueva clasificación.

Nosotros vamos a seguir las huellas de la gran santa española, bien persuadidos de que haciéndolo así pisamos terreno firme y seguro. He aquí en esquema la clasificación de los grados de oración propuesta por la mayoría de los autores espirituales en los de las huellas de Santa Teresa, que vamos a exponer detalladamente en las páginas siguientes:

1) Oración vocal.
2) Meditación.
3) Oración afectiva.
4) Oración de simplicidad.
5) Recogimiento infuso.
6) Quietud.
7) Unión simple.
8) Unión extática.
9) Unión transformativa.

Los tres primeros grados pertenecen a la vía ascética, que comprende las tres primeras moradas del Castillo interior; el cuarto señala el momento de transición de la ascética a la mística, y los otros cinco pertenecen a la vía mística, que comienza en las cuartas moradas llega hasta la cumbre del castillo (santidad consumada).

El paso de los grados ascéticos a los místicos se hace de una manera gradual e insensible, casi sin darse cuenta el alma, como veremos ampliamente en su lugar. Son las etapas fundamentales del camino de la perfección, que van sucediéndose con espontánea naturalidad, poniendo claramente de manifiesto la unidad de la vida espiritual y la absoluta normalidad de la mística, a la que todos estamos llamados, y a la que llegarán de hecho todas las almas que no pongan obstáculo a la acción de la gracia y sean enteramente fieles a las divinas mociones del Espíritu Santo.

Decimos predominantemente (y no ascética a secas) porque, como ya hemos explicado en otro lugar de este Blog (publicación “Mística y Ascética”), no se da nunca en la vida cristiana una etapa exclusivamente ascética y otra exclusivamente mística.  La ascética y la mística se compenetran mutuamente como dos aspectos distintos de un mismo camino espiritual en cuya etapa primera predominan los actos ascéticos, y en la segunda, los místicos.

El asceta comienza ya a recibir desde los primeros pasos de su vida espiritual cierta influencia más o menos latente o intensa de los dones del Espíritu Santo (mística) y el místico más encumbrado realiza con frecuencia actos francamente ascéticos con ayuda de la gracia ordinaria. Se trata, pues, de mero predominio de unos u otros actos; no de exclusivismos de ninguna clase. Hemos explicado todo esto en otra parte, donde remitimos al lector anteriormente si ha de profundizar en los caminos de la oración.

Por la razón teológica y la prueba de razón la da Santo Tomás, nos enseña que la perfección de un ser consiste en alcanzar su último fin, más allá del cual nada cabe desear; pero es la caridad quien nos une con Dios, último fin del hombre; luego en ella consistirá especialmente la perfección cristiana. Escuchemos sus mismas palabras:  «Se dice de un ser cualquiera que es perfecto cuando alcanza su propio fin, que es la perfección última de las cosas. Ahora bien, la caridad es el medio que nos une a Dios, fin último del alma humana; pues, como dice San Juan, el que vive en caridad permanece en Dios, y Dios en él (1Jn. 4,16). Por consiguiente, la perfección de la vida cristiana se toma de la caridad»; y en una vida de oración constante y asidua meditación y contemplación. 
En el Capítulo IV y próximas Publicaciónes profundizaremos en los diferentes grados de Oracion.

+++ Bendiciones…

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