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miércoles, 18 de diciembre de 2019

Catequesis II EL Verdadero Discernimiento de Espíritus

Jesus es tentado en el desierto

Continuando con el estudio del Verdadero Discernimiento de Espíritus, es necesario advertir que, Todo lo que procede de Dios en nuestra Alma y espíritu, nos deja paz Gozo y consolación. Todo lo que proviene del Maligno, nos deja angustia, e intranquilidad y no hay sosiego alguno. Por esto, cuando en alguna moción o consolación se advierten claramente las características del espíritu de Dios, no se puede concluir, sin más, que todos los demás movimientos antecedentes o subsiguientes son también divinos; puede ocurrir que antes o después de la iluminación divina se hayan introducido inconscientemente muchos movimientos puramente naturales o humanos que hayan difuminado no poco sus contornos divinos, haciéndoles perder su primitiva pureza.
                                          
De todas formas, para un atento examen y cuidadosa comparación recordemos las características generales y el origen de cada uno de los tres espíritus (divino, -humano o diabólico), en la mayoría de los casos nos proporcionara datos suficientes para poder hacer el discernimiento con garantías de acierto con una humildad y la fervorosa e invocación de las luces divinas del Espíritu Santo.

Veamos ahora cuáles son esas características y Señales de cada uno de los espíritus:

Señales de cada uno de los espíritus: Las principales características generales de cada uno de los tres espíritus mencionados con anterioridad. Al estudiar estos fenómenos místicos extraordinarios en los que el discernimiento se hace más difícil e indispensable, precisaremos con detalle las normas particulares que hayan de emplearse en cada caso.

Señales Del Espíritu de Dios: Siendo las potencias de nuestra alma (entendimiento y voluntad y la memoria); vamos a señalar separadamente las características que afectan al entendimiento y voluntad.

Señales Del Espíritu de Dios (Acerca del entendimiento): 


 Jesus  Consolado en el Getsemaní

1-La Verdad: Dios es la verdad infinita y no puede inspirar a un alma sino ideas verdaderas. Por consiguiente, si una persona que se dice o cree inspirada por Dios sostiene afirmaciones manifiestamente contrarias a la doctrina de la Iglesia o a verdades filosóficas indiscutibles, hay que concluir, sin más, que es una pobre víctima del demonio o de su propia imaginación. Dios no puede jamás inspirar el error. 

2- Gravedad y Certeza: Dios no inspira jamás cosas inútiles, infructuosas, impertinentes o frívolas. Cuando Él impulsa o mueve a un alma es siempre para asuntos serios e importantes. Tampoco suele dirimir con su autoridad divina las controversias y disputas teológicas entre las diversas escuelas católicas. 

3. Luz: Dios es luz y en El no hay tiniebla alguna (1 Juan 1,5). Sus inspiraciones traen siempre luz al alma. Aun en las pruebas tenebrosas (noche del sentido y del espíritu), impulsa a las almas a obrar con perfección aun desconociendo ellas mismas los motivos que tienen para ello. 

4.Docilidad:Reconociendo humildemente su ignorancia, las almas movidas por Dios aceptan con gozo y facilidad las instrucciones y consejos de su director o de otras personas espirituales. Esta obediencia, flexibilidad y sumisión es una de las más claras señales del espíritu de Dios; sobre todo si se la encuentra en un alma culta e instruida, por el mayor peligro que tienen estos tales de apegarse a su propio parecer. 

5- Discreción: El espíritu de Dios hace al alma discreta, juiciosa, prudente, recta y ponderada en todas sus acciones. Nada de precipitación, de ligereza, de exageraciones. Todo es serio, religioso, equilibrado, edificante, lleno de suavidad y de paz. 

6.-Pensamientos humildes: Es una de las notas más inconfundibles del espíritu de Dios. El Espíritu Santo llena siempre al alma de sentimientos de humildad y anonadamiento. Cuanto más sublimes son las comunicaciones de lo alto, más profundamente se inclina el alma hacia el abismo de su nada: «He aquí la esclava del Señor hágase en mi según tu palabra (Lc. 1,38).

Señales Del Espíritu de Dios (Acerca de La Voluntad):

1-La Paz: San Pablo habla varias veces del «Dios de la paz» (cf. Rom. 15,33; Filp. 4,9). Y Jesucristo la ofrece a sus apóstoles como marca inconfundible de su espíritu (Juan. 14,27). La Sagrada Escritura está llena de semejantes expresiones. Es ella uno de los frutos del Espíritu Santo (Gal. 5,22) y no falta nunca en las comunicaciones divinas. Después de recibidas en la oración, queda impresa en el alma una paz íntima, serena, sincera, profunda y estable. Gran señal del espíritu de Dios.

2. Humildad profunda y sincera: La humildad afecta al entendimiento dándole al hombre un juicio bajo de sí mismo, y a la voluntad, dándole la gozosa aceptación de su nada delante de Dios e impulsándole a tratarse en consecuencia. Es una de las más claras e inconfundibles señales del espíritu de Dios. El mismo Cristo nos asegura en el Evangelio que Dios oculta sus secretos a los que se estiman sabios y prudentes y los comunica amorosamente a los pequeños y humildes (Mt. 11,25).

Si falta la humildad, no es menester seguir examinando al alma para poder fallar, sin miedo a equivocarse, que no hay allí espíritu de Dios. Y tiene que tratarse de una humildad profunda y sincera; no afectada ni exterior, que tan fácilmente se presta a falsificaciones. Someta el director, si permanece en duda, a desprecios y humillaciones al alma que se cree iluminada por Dios y observe atentamente cómo reacciona ante ellas. Pero proceda siempre al mismo tiempo con suavidad y caridad para humillar sin abatir.

3. Confianza en Dios y desconfianza en sí mismo: Es la contrapartida de la humildad y su consecuencia obligada. No pudiendo contar consigo misma, el alma se lanza en brazos de Dios sabiendo que nada puede por sus propias fuerzas, pero todo lo puede con la ayuda divina: «todo lo puedo en aquel que me conforta» (Filp. 4,13).

4. Voluntad dócil y fácil en doblegarse y ceder: Esta flexibilidad explica el Padre Scaramelli consiste primeramente en cierta prontitud de la voluntad a rendirse a las inspiraciones y llamamientos de Dios: «Está escrito en los profetas: Serán todos enseñados por Dios. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. (Juan 6:45). Secundariamente consiste en una cierta facilidad en seguir los consejos de otros, sobre todo cuando son de los superiores, que están en lugar de Dios y le representan en su persona. De esta santa flexibilidad resulta en el alma cierta propensión a descubrir a los superiores espirituales todos los secretos de su corazón y una humilde sumisión para ejecutar prontamente sus órdenes, acompañada de repugnancia y temor a emprender ninguna cosa importante sin su consejo y aprobación. 

5-Rectitud de intención en el obrar: El alma busca en todas sus acciones únicamente la gloria de Dios y el cumplimiento perfecto de su divina voluntad, sin ningún interés humano ni mezcla de motivos de amor propio.

6- Paciencia en los dolores de alma y cuerpo: Llevar con paz y sosiego los dolores, penas y enfermedades; las persecuciones, calumnias y desprecios; la pérdida de la hacienda, de los parientes y amigos y otras cosas semejantes es gran señal del espíritu de Dios. Pero tiene que obedecer a motivos sobrenaturales para que sea señal inconfundible; que a veces se dan naturales fríos y estoicos, que nada les afecta ni impresiona por complexión e índole puramente natural.

7-Abnegación de sí mismo y mortificación de las inclinaciones internas: Es señal inconfundible dada por el mismo Cristo: «si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame» (Mt. 16,24). El demonio y la propia naturaleza inspiran siempre comodidades y regalos.

8- Sinceridad, veracidad y sencillez en la conducta.: Son virtudes evangélicas que van siempre juntas y nunca faltan en las personas movidas por el espíritu de Dios.

9-Libertad de espíritu: Sin apego a nada, ni siquiera a los dones mismos de Dios. Aceptan con agradecimiento las consolaciones sensibles cuando el Señor se las da, aprovechándose de ellas para incrementar su fervor y abnegación; pero quedan tranquilas y en paz cuando el Señor se las retira, dejándolas en la aridez y sequedad. En este estado se esfuerzan en seguir adelante, cumpliendo puntualmente, a pesar de todas las repugnancias, todas las obligaciones y deberes de su estado con plácida calma y serenidad. Hacen sus oraciones, sus comuniones y penitencias y todos los demás ejercicios espirituales con gran puntualidad y fervor, pero los dejan con la misma facilidad cuando la caridad, la necesidad o la obediencia lo piden, sin el menor gesto de displicencia o mal humor. 

Gran deseo de imitar a Cristo en todo. Esta es la señal más clara, porque, como afirma San Pablo, no se puede tener el espíritu de Dios sin tener el espíritu de Jesucristo (Rom. 8,9), su divino Hijo, en el cual tiene puestas todas sus complacencias (Mt. 17,5). Por eso dice San Juan de la Cruz que el alma que aspire a santificarse ha de tener «un ordinario apetito de imitar a Cristo en todas sus cosas, conformándose con su vida, la cual debe considerar para saberla imitar y haberse en todas las cosas como nuestro Señor Jesucristo.» 

8.Una caridad mansa, benigna, desinteresada: Tal como la describe el Apóstol San Pablo (1 Cor. 13,4-7). San Agustín; la tenía por señal tan clara del espíritu de Dios, que llegó a escribir sin vacilar: «Ama con amor de caridad y haz lo que quieras; no errarás. Ya hables, ya calles, ya corrijas, hazlo todo con interno amor; no puede ser sino bueno lo que nace de la raíz de una íntima caridad».

Señales del Espíritu Diabólico:

Examinadas las características del espíritu de Dios, es fácil determinar las del espíritu de las tinieblas. Son, como es obvio, diametralmente opuestas y contrarias.  Por eso es fácil distinguirlas cuando se presentan de una manera descarada y manifiesta.  Pero es preciso tener en cuenta que el enemigo infernal se disfraza a veces de ángel de luz, y sugiere al principio buenas cosas para disimular por cierto tiempo sus arteras intenciones y asestar mejor la puñalada en el momento oportuno cuando el alma esté más desprevenida. Por eso hay que proceder con cautela, examinando los movimientos del alma en sus orígenes y derivaciones y no perdiendo nunca de vista que lo que empezó aparentemente bien puede acabar mal, sí no se corrigen y enderezan en el acto las desviaciones que empiecen a manifestarse. 

He aquí las señales manifiestas del espíritu diabólico:
Señales del Espíritu Diabólico (Acerca del entendimiento:" 

1-Espíritu de falsedad. A veces sugiere la mentira envuelta en otras verdades para ser más fácilmente creído.

2.Sugiere cosas inútiles, curiosas e impertinentes: Para hacer perder el tiempo en bagatelas, distrayendo y apartando de la devoción sólida y fructuosa. 

3. Tinieblas, angustias, inquietudes: Falsa luz en la sola imaginación, sin frutos espirituales. 

4.Espíritu protervo: “Obstinado en la maldad”, pertinaz. No da nunca el brazo a torcer. Gran señal. 

5.Indiscreciones continuas: Excita, por ejemplo, a los excesos de penitencia para provocar la soberbia o arruinar la salud ; no guarda el debido tiempo (sugiere alegrías el Viernes Santo o tristezas el día de Navidad), ni el debido lugar (grandes arrobamientos en público, jamás en secreto), ni las circunstancias de la persona (impulsando a los solitarios al apostolado, y a los apóstoles al retiro y soledad, etc.). Todo lo que vaya contra los deberes del propio estado viene del demonio o de la propia imaginación, jamás de Dios. 

 Señales del Espíritu Diabólico Acerca de la voluntad

1.La inquietud,turbación: Alboroto,Iracibilidad y zozobra en el alma. 

2.Soberbia o falsa humildad: en las palabras y no en las obras, o llenando al alma de turbación y alboroto, incapacitándola para el ejercicio de la virtud. Abatimiento de espíritu; Vanidad, y preferencia sobre sí mismo, antes que los demás, etc. 

3.Desesperación, desconfianza  y desaliento: Presunción, vana seguridad y optimismo irracional, atolondrado e irreflexivo. 

4.Desobediencia, obstinación: En no abrirse al director, penitencias de propio capricho dejando las obligatorias, dureza de corazón.

5.Fines torcidos: vanidad, complacencia propia, ganas de ser apreciado y tenido en mucho. 

6.Impaciencia en los trabajos y sufrimiento: Resentimiento pertinaz.

7.Desconcierto rebelión de las pasiones: Por motivos fútiles y causas desproporcionadas; ofuscación violenta de la razón; impulsos pertinaces de voluntad hacia el mal. 

8.Hipocresía, doblez, simulación: El demonio es el padre de la mentira, por tanto, el Alma presa presenta una falsa bondad escondida en ropajes de maldad. Falsa caridad, celo amargo, indiscreto, farisaico, que perturba la paz. Son los eternos reformistas, que ven siempre la paja en el ojo ajeno y nunca la viga en el suyo (Mt. 7,3). 

9. Apego a lo terreno: a los consuelos espirituales, buscándose siempre a sí mismo. Olvido de Cristo y de su imitación. 

La labor del director para con todas estas almas desgraciadas ha de consistir principalmente en tres cosas: 

+ Hacerles entender que son juguete del demonio y que es menester que se armen prontamente para defenderse contra él. 

+Sugerirles que se encomienden mucho a Dios y le pidan continuamente y de corazón la gracia eficaz para vencer los asaltos del espíritu de las tinieblas. 

+Que al sentir el asalto diabólico le rechacen rápidamente y con desprecio, haciendo actos contrarios a los que trataba de impulsarles. 

Señales del espíritu humano: 

Las señales del espíritu humano han sido maravillosamente expuestas por Tomás de Kempis en su incomparable Imitación de Cristo (Pag -111,54). Es preciso meditar despacio aquellas páginas admirables, en las que se establecen las diferencias entre los movimientos de la gracia y los de la naturaleza humana. vulnerada por el pecado. Esta última se inclina siempre a su propia comodidad, es amiga del placer y del regalo, tiene horror instintivo al sufrimiento en cualquiera de sus manifestaciones, se inclina siempre a las cosas que responden a su temperamento, a sus gustos y caprichos, a las satisfacciones del amor propio. No quiere oír hablar de humillaciones, de desprecio de sí mismo, de renunciamiento y mortificación. Juzga de ineptos e incomprensivos a los directores que traten de oponerse a sus caprichos y salta fácilmente por encima de sus consejos. 

La Naturaleza humana se inclina al placer. Busca la alegría, el éxito, los honores y aplausos. Quiere ser la protagonista de todo cuanto excite admiración, de lo exterior y espectacular, de lo que deleita y halaga. En una palabra: no entiende ni sabe de otra cosa que de las satisfacciones multiformes de su propio egoísmo.

En la práctica, muchas veces es difícil poder discernir con seguridad si alguno de estos movimientos torcidos proviene de la sugestión diabólica o del simple impulso de nuestra propia naturaleza, mal inclinada por el pecado. Pero es siempre relativamente fácil distinguir los movimientos de la gracia de cualquiera de estos otros dos, pues la distancia entre ellos es grandísima. En todo caso bastará poder determinar con precisión que aquel movimiento no puede ser de Dios para que se le combata y reprima, aunque no se sepa si viene de la propia naturaleza depravada o del impulso del espíritu de las tinieblas; para el caso es exactamente igual. 

Finalmente, los principales remedios contra el espíritu humano son la oración, la abnegación de sí mismo y la constante rectitud de intención en todas nuestras obras; no haciendo nada por satisfacer nuestros gustos y caprichos, sino únicamente por cumplir la voluntad de Dios y glorificarle con todas nuestras fuerzas. 

Señales de espíritu de Procrastinación: El Padre. Scaramelli dedica un capítulo muy interesante a examinar algunos indicios de espíritus de procrastinación, dudosos o inciertos . He aquí los principales: 

1.Aspirar a otro estado: Después de haber hecho la debida elección (cf. 1 Cor. 7,20). << Que permanezca cada cual tal como le halló la llamada de Dios>>. 

2. Tener afición a cosas raras: Las excentricidades, en el comer el beber y vestir desacostumbradas y singulares, que no son propias de su estado. Cuando Dios pide excepcionalmente estas cosas, deja sentir de manera inequívoca su divina voluntad por el conjunto de especialísimas circunstancias;
( ponerle a prueba en la obediencia, desapego y humildad). 

3. Anhelar Dones y cosas extraordinarias y Milagros:En el ejercicio de las virtudes, tales como ciertas «locuras santas» que realizaron algunos siervos de Dios por especial instinto del Espíritu Santo. 

4. Espíritu de grandes penitencias exteriores: Puede ser muy dudoso si Dios las ha pedido a algunos santos, pero no es ése el camino normal de su providencia. Hay que examinar muy despacio todo el conjunto de circunstancias. 

5. Espíritu de consolaciones espirituales sensibles: Es dudoso. Pueden ser de Dios, pero también del demonio o de la simple naturaleza. Por los frutos se las conocerá. 

6.Espíritu de consolaciones y deleites espirituales​ continuos:  Jamás interrumpidos, es mucho más dudoso. Los Santos Padres afirman que el espíritu de Dios va y viene; ya se manifiesta, ya se esconde y no obra siempre en el alma con un mismo tenor. 

7. Las lágrimas Frecuentes: Son también sospechosas, porque pueden provenir de Dios, del demonio o de la propia naturaleza. Hay que examinar los frutos que producen.

8. Grandes favores extraordinarios: (revelaciones, visiones, llagas, etc.) Junto con poca santidad interior son fuertemente dudosos. Porque, aunque esas gracias dadas no suponen necesariamente la santidad en el alma (ni siquiera el estado de gracia, como veremos en su lugar correspondiente). sin embargo, de ordinario no suele Dios concederlas sino a sus grandes siervos y amigos. 

Advertencias y consideraciones Finales: 

Como ya hemos dicho, a veces el espíritu bueno se junta con el malo o con el simplemente natural. Es menester obrar con gran cautela, separando lo precioso de lo vil. Hay que aplicar en cada caso las reglas del discernimiento y pedirle luces a Dios. 

+ En materia de visiones y revelaciones: El espíritu de Dios suele causar al principio temor y después consuelo y paz. El demonio, al revés: al principio produce consuelo sensible y después turbación y desasosiego. La razón es porque Dios obra directamente en nuestras facultades intelectuales (cosa que resulta extraña a nuestra manera habitual de conocer, a base de los fantasmas de la imaginación), y por eso causa temor, pero después se deja sentir el buen efecto de la acción divina. El demonio, al contrario: como no puede obrar directamente en el entendimiento—como explicamos en su lugar—, actúa sobre el apetito sensitivo, produciendo en él consuelo sensible; pero bien pronto se echan de ver sus efectos perniciosos. A veces también las sugestiones del demonio empiezan con turbación; pero entonces se conoce en que esa inquietud se prolonga hasta el medio y el fin. 

+ Muchas veces Dios inspira deseos cuya realización efectiva no quiere de nosotros, como cuando pidió al patriarca Abraham la inmolación de su hijo Isaac. Busca con ello la sumisión interior del alma, pero no su ejecución externa. Y así., los deseos de soledad y de aislarse por completo del mundo que pueda sentir un sacerdote entregado a la vida apostólica es posible que provengan de Dios; pero de esto no se sigue que deba abandonar sus actividades de apostolado e ingresar en Comunidad de Monjes Cartujos, por Ejemplo. Puede ser que, lo único que pretenda Dios sea empujarle al recogimiento interior y a una vida de ferviente oración en medio de sus ocupaciones actuales. 

+Debemos pues velar con Santo temor y temblor nuestros actos y las mociones de nuestro espíritu. Examinar nuestras conciencias y estados habituales de nuestra Potencias del Alma: como son la Voluntad la Razón y la Memoria. Nuestro espíritu y Naturaleza Humana debe estar gobernado por Las Luces del Espíritu Santo en nuestros racionamientos, la recta intención de nuestro corazón y la Razón deben tener total dominio de nuestras pasiones e inclinaciones desordenadas. En un espíritu dócil y humilde es Dios el que actúa por obra y gracia del Espíritu Santo y en total abandono y desapego de todo lo terreno y mundano; Exclama: 

<<Ya no soy yo es Cristo que vive en mi >> (Gal 2,20). 

+++ Bendiciones.

jueves, 5 de diciembre de 2019

Catequesis I - El Verdadero Discernimiento de Espíritus.


Nociones previas: ¿Qué se entiende por discernimiento de espíritus?

Escuchemos al celebrado autor Godínez en su Libro Práctica de la Teología mística:«El discernimiento de Espíritus es una interior propensión del alma; si es a cosa buena, será espíritu bueno en aquel género; si es a cosa mala, será espíritu malo. Un hombre que tiene propensión a la oración se dirá que tiene espíritu de oración; si a la penitencia, tiene espíritu de penitencia; si a pleitos y altercados, se dirá que tiene espíritu de contradicción; si se inclina al retiro, soledad y pobreza, se dice que tiene espíritu de estas cosas; y así, el que se inclina a la oración, compostura, modestia, silencio y buen ejemplo y habla, trata y piensa de cosas espirituales, se dice varón espiritual»!. 

El hombre,en efecto, siente inclinaciones o propensiones en sus potencias afectos y pasiones, la voluntad y el apetito sensitivo. Psicológicamente tienen toda la misma naturaleza; son mociones que parten de la libertad e impulsan a una acción. Pero originariamente pueden provenir o de la espontaneidad propia o de una excitación especial por parte de Dios o del demonio.

El discernimiento de los espíritus consistirá, pues, en averiguar, en estos movimientos de la voluntad, sus diferentes principios y en señalar cuáles han sido provocados directa o indirectamente por Dios, por el demonio o por la propia naturaleza humana. Rafael Arango, en su Libro Discernimiento de Espíritus resume magistralmente esta definición: El Espíritu de Dios inspira, El espíritu del Maligno instiga y El espíritu del Hombre se inclina hacia el bien o hacia el mal.

Clases de discernimiento de Espíritus:Hay dos clases de discernimiento, uno adquirido y otro infuso. El primero constituye un arte especial complementario de la dirección espiritual ordinaria, y su adquisición está al alcance de todos, a base de los medios que señalaremos en seguida. El segundo es una gracia Carismática (gracia- gratis dada), concedida por Dios a algunos Laicos, Presbíteros y Santos. De este último hablaremos en otro lugar al tratar de las gracias.

El Verdadero discernimiento infuso, carismático, es infalible no se equivoca nunca, puesto que obedece a una moción instintiva del Espíritu Santo, en el que no cabe el error. Pero desgraciadamente esa gracia es muy rara: ni si - quiera todos los santos la han tenido. El adquirido—en cambio—está al alcance de todos, pero está muy lejos de ser infalible. En la práctica presenta grandes dificultades, pero su necesidad es imperiosa para el director espiritual. Sin él es incapaz de desempeñar rectamente su misión; puesto que ignorando cuál sea el origen de los diversos movimientos del alma, le será imposible dictaminar con acierto cuáles deban reprimirse y cuáles fomentarse.

(FR. Antonio Royo Marín, en su tratado de Teología de La Perfección Cristiana,nos enseña: En este sentido, la responsabilidad del director es grandísima. Porque, como dice San Juan de la Cruz, «el que temerariamente yerra, estando obligado a acertar, como cada uno lo está en su oficio, no pasará sin castigo, según el daño que hizo» Y el Padre. Scaramelli añade por su cuenta: «Un director que no ha adquirido el suficiente discernimiento de espíritu, no puede conocer de dónde provengan los impulsos y movimientos de nuestros ánimos, si de Dios, si del demonio, o si de nuestra corrupta y depravada naturaleza: lo que es aún más verdadero cuando las mociones interiores son extraordinarias, como sucede frecuentemente a las almas contemplativas. Por lo cual se expone a manifiesto peligro de aprobar lo que es digno de reprensión, y a reprender lo que es digno de aprobación, y de prescribir reglas torcidas por las cuales, en vez de promover las almas a la perfección, las ponga impedimento o quizá las encamine por la senda de la perdición.

De aquí se debe inferir que no puede eximirse de cierta nota de temeridad y de alguna mancha de culpa a cualquiera que se meta a padre espiritual de las almas sin haber adquirido la debida noticia y discernimiento de los espíritus; y mucho más si se expone a confesar en los monasterios de religiosas, entre las cuales hay siempre muchas que seriamente atienden a la perfección y siempre se encuentra alguna a quien Dios conduce por camino extraordinario. Es preciso, pues, examinar cuidadosamente los medios que tenemos a nuestro alcance para conseguir el discernimiento adquirido de los espíritus. 

El discernimiento adquirido y medios de alcanzarlo: El discernimiento adquirido es un verdadero arte, el más difícil y provechoso de todos, que constituye una fuente de gracias para el que lo ejercita y para el que lo recibe. Consiste en una habilidad especial para examinar los principios y los efectos de los diversos movimientos del alma, contrastándolos con las reglas que el Espíritu Santo nos da en las Sagradas Escrituras o a través de la tradición cristiana, a fin de dictaminar con las máximas garantías de acierto si esos movimientos vienen de Dios, del espíritu de las tinieblas o de los extravíos de la propia imaginación.

 He aquí los principales medios de alcanzar ese divino arte:

1- La oración:Es el más importante y fundamental. Aunque se trate de un arte que se puede ir adquiriendo poco a poco con el estudio y esfuerzo personal, todo resultará insuficiente sin la ayuda especial del Espíritu Santo a través de la virtud de la prudencia y del don de consejo. Nos referimos no sólo a la oración general y constante que pide a Dios la luz del discernimiento, sino a la plegaria particular y ocasional que solicita el favor de conocer los caminos de santificación de una determinada alma. A esta oración particular responderá Dios con gracias especiales, que no serán, ciertamente, el don infuso y extraordinario del discernimiento, pero sí ese concurso sobrenatural ordinario que la divina Providencia nos concede cada vez que lo imploramos para desempeñar convenientemente nuestros deberes y obligaciones. No basta poseer la teoría para acertar en la aplicación práctica y concreta; para ello son necesarias las luces del Espíritu Santo impetradas por la oración.

2.- El estudio: Es preciso penetrarse profundamente de los datos que nos suministran la Sagrada Escritura, los Santos Padres, los teólogos y maestros de la vida espiritual, sobre todo los que juntaron a la vez la ciencia y la experiencia. 

3- La experiencia propia:En el ejercicio de este arte, eminentemente práctico, la experiencia personal se impone con absoluta necesidad. La teoría sola no basta. Es imposible que un ciego dictamine con acierto acerca de la luz. ¿Cómo sabrá distinguir las obras de Dios, llenas de luz, de las que provienen del espíritu de las tinieblas un director espiritual que no esté acostumbrado a recibir la luz divina, que se infunde de ordinario en la oración y trato íntimo con Dios?

4- La remoción de los obstáculos: Hay que evitar, sobre todo, el espíritu de autosuficiencia, que impulsa a decidir por propia cuenta, sin consultar jamás a los sabios y experimentados. Dios suele negar sus gracias a estos espíritus soberbios; la humildad, en cambio, atrae siempre las luces y bendiciones de lo alto. Evítese también con cuidado el apego o demasiada afición al dirigido, que enturbia la claridad de la visión, impidiéndonos ver sus defectos .0 impulsándonos a proceder con demasiada blandura y falta de energía. 

Hay que mantenerse siempre en igualdad de ánimo y examinarlo todo. con rectitud y sencillez. No juzgue nunca “las cosas” que son espirituales por razones humanas, sino por los dictámenes de la prudencia sobrenatural. Ni sea precipitado en la emisión de sus juicios, sino someterlas a madura reflexión, aunque sin excesivas sutilezas y cavilosidades. Tener mucha confianza en Dios y en la protección de María, Virgen prudentísima, que no dejarán de ayudarle si procede en todo con absoluta rectitud de intención y espíritu sobrenatural.

Los tres espíritus que mueven en el alma :San Bernardo, señala hasta seis espíritus diversos que pueden mover al hombre en sus operaciones: Espíritu divino, angélico, diabólico, carnal, mundano y humano. Pero fácilmente se pueden reducir a los tres que enseñan comúnmente los maestros de la vida espiritual, ya que el espíritu angélico se reduce al divino, en cuanto que los ángeles son instrumentos de Dios, y no obran sino según sus divinas inspiraciones; el mundano se reduce al diabólico, en cuanto que el mundo es el mejor aliado de Satanás; y el carnal se reduce al humano, del que es una de sus manifestaciones más frecuentes.

Dios siempre nos impulsa al bien, obrando directamente sobre nuestros espíritus o sirviéndose de las causas segundas. El demonio siempre nos impulsa al mal, ya sea por sí mismo, ya por el mundo, que es su amigo y aliado. La naturaleza nos inclina unas veces al bien, conocido por la razón y apetecido por la voluntad, y otras veces al mal, arrastrada por la propia concupiscencia, que le hace tomar como bien aparente lo que en realidad es un mal. 

Pero téngase en cuenta que a veces estos espíritus malignos se interfieren y mezclan de mil maneras. Es evidente que no pueden impulsar a una buena acción el espíritu de Dios y el diabólico a la vez; pero sí puede darse el movimiento divino y el puramente natural hacia una acción de suyo buena y honesta. Con frecuencia ocurrirá también que la gracia venga a intensificar y dirigir una buena impresión recibida por una causa puramente natural, por ejemplo: (el consejo de un buen amigo), el demonio aprovechará, a su vez, las sugestiones malignas del mundo para azuzarlas e incrementarlas en la fantasía. 

Por eso, cuando en alguna moción o consolación se advierten claramente las características del espíritu de Dios, no se puede concluir, sin más, que todos los demás movimientos antecedentes o subsiguientes son también divinos; puede ocurrir que antes o después de la iluminación divina se hayan introducido inconscientemente muchos movimientos puramente naturales o humanos que hayan difuminado no poco sus contornos divinos, haciéndoles perder su primitiva pureza. En estos casos se requiere en el director una gran sagacidad sobrenatural para saber distinguir el oro del oropel. Más aún. No parece que repugne o sea imposible que después de una moción divina se entrometa subrepticiamente permitiéndolo Dios, la acción diabólica en el alma. No siempre será fácil distinguir en dónde termina la acción de Dios y en dónde comienza la influencia del espíritu de las tinieblas o de los propios impulsos naturales.

Señales de cada uno de los espíritus:Vamos a señalar en la segunda parte de esta (Catequesis II ); las principales características generales de cada uno de los tres espíritus. En almas muy buenas se advierten señales de un mal espíritu, ocasionadas por situaciones circunstanciales, por la sugestión u obsesión diabólica. Hay que tener gran cuidado y discreción para sorprender o descubrir la verdadera disposición íntima de almas que atraviesan grandes crisis espirituales, como las de las purificaciones pasivas. La naturaleza humana y a veces el demonio plantean problemas y producen fenómenos complejísimos, que es menester enjuiciar con gran tino y prudencia.

Para terminar esta primera parte de la catequesis, vamos a meditar esta bella Oración que San francisco de Asís realizaba frente al crucifijo de San Damián:

¡Oh alto y glorioso Dios!, ilumina las tinieblas de mi corazón y dame fe recta, esperanza cierta y caridad perfecta, sentido y conocimiento, Señor, para que cumpla tu santo y veraz mandamiento. Así sea…. 

+++ Bendiciones