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lunes, 18 de febrero de 2019

El Misterio del Templo en la Historia de la Salvación Catequesis II

Hazme un Santuario para que yo habite en medio de ellos. Lo harás conforme al modelo de la Morada y del mobiliario que voy a mostrarte. (Éxo 25:8-9)

El Tabernáculo: (Ver ilustración video adjunto)

Luego de la entrega de las tablas de la Ley en el Sinaí, Según la cronología del Éxodo a Egipto, estaría datado alrededor del año 2448 antes de cristo. Dios pidió a Moisés construir un hogar para El, para que pudiese habitar entre su Pueblo. Esto era (en hebreo המשכן El Mishkan (Tabernáculo); era un santuario portátil, un centro espiritual en la mitad del desierto. Era el sitio donde el pueblo de Israel debería traer sus sacrificios para expiar por las transgresiones o para expresar su gratitud. Era el sitio donde Dios se comunicaba con Moisés, su voz emanaba de entre los querubines colocados sobre el arca en el lugar Santo de los Santos (Núm. 7,89). Era el lugar donde Dios se encontraba cerca de su pueblo. 

Fundamentos Biblicos de la construcción de Tabernáculo:

Previa al proyecto del Tabernáculo, “Mishkan” no aparece anteriormente en el libro del Genesis ninguna solicitud divina de construcción de un edificio o elemento de adoración a Dios, o de objeto que sedentarice al pueblo judío. Sin embargo, las hijas e hijos de los hombres descendientes de Adán y Eva se alzan una vez más sobre su propio orgullo y se apartan de su Creador queriendo ser como Dioses (cf. Gen 3,5); "el hombre Dios” se empeña en construirse una torre llamada Babel (Gen 11 1,9) que También se asocia con la palabra (en hebreo בלל Balal), que significa “confundir, embrollar”. Es allí donde Dios confunde el lenguaje de toda la Tierra.

En este tipo de construcciones se adoraban y buscaban un medio para dar culto a dioses extraños y “así mismos”. La Desmesura y ambición y el descontrol que reinaba durante su construcción es la misma de aquellos de los que cruzarán el desierto del Sinaí se rebelaron contra Dios y erigieron el Becerro de Oro, Ambas son generaciones condenadas de alguna manera a depurarse y tampoco sobrevivirán los que ambicionaron llegar a ser como Dios con esta torre, sin precedentes adoraron la técnica, en lugar de engrandecer el nombre Divino de Dios y enaltecer su espíritu. Quizás este relato sea una alegoría de la destrucción de un lugar de culto de los templos paganos en la historia de la Salvación.

La construcción de una Ciudad, de una torre que llegaría en su cúspide hasta el Cielo es la consecuencia de la búsqueda del poder absoluto del conocimiento de hacer una enarbolacion de las capacidades humanas para su propio regocijo en contraposición del orden y plan Divino de Dios con los hombres; he aquí que la construcción de un tabernáculo hecho a la medida justa Dios no a la de los hombres.

La dimensión simbólica “Las “medidas” y el orden con las que expresan la presencia de Dios en el mundo se conocen ahora, la unión entre el cielo y la tierra es visible. La dualidad se ha armonizado “El valor simbólico" que muchos exégetas le atribuyen a este acto de creación se basa en rescatar que, en la historia de Israel, aparecen claramente dos instancias de Creación y, por lo tanto, una analogía entre ellas en el Génesis y en el Éxodo.

Creación en el Principio Genesis(Bereshid)Creación del Tabernáculo Éxodo           ( Shemod)
Hizo Dios el firmamento; y apartó las aguas de por debajo del firmamento de las aguas de por encima del firmamento. Y así fue. (Gén 1:7)Hazme un Santuario para que yo habite en medio de ellos. (Éxo 25:8)
Hizo Dios los dos luceros mayores; el lucero grande para regir el día, y el lucero pequeño para regir la noche, y las estrellas; (Gén 1:16)Lo harás conforme al modelo de la Morada y del mobiliario que voy a mostrarte. (Éxo 25:9)
Dijo Dios: «Produzca la tierra animales vivientes según su especie: bestias, reptiles y alimañas terrestres según su especie.» Y así fue. (Gén 1:24)Harás una mesa de madera de acacia, de dos codos de largo, uno de ancho, y codo y medio de alto. (Éxo 25:23)
Vio Dios cuanto había hecho, y todo estaba muy bien. Y atardeció y amaneció: día sexto. (Gén 1:31)Moisés vio todo el trabajo y comprobó que lo habían llevado a cabo; tal como había mandado Yahvé, así lo habían hecho. Y Moisés los bendijo. (Éxo 39:43)
Concluyéronse, pues, el cielo y la tierra y todo su aparato, (Gén 2:1)Por fin alzó el atrio que rodeaba la Morada y el altar, y colgó el tapiz a la entrada del atrio. Así acabó Moisés los trabajos. (Éxo 40:33)
Y bendijo Dios el día séptimo y lo santificó; porque en él cesó Dios de toda la obra creadora que Dios había hecho. (Gén 2:3)Moisés vio todo el trabajo y comprobó que lo habían llevado a cabo; tal como había mandado Yahvé, así lo habían hecho. Y Moisés los bendijo. (Éxo 39:43). Entonces tomarás el óleo de la unción y ungirás la Morada y todo lo que contiene. La consagrarás con todo su mobiliario y será cosa sagrada. (Éxo 40:9)

Es fundamental generar un paralelo (ver Cuadro adjunto); entre las dos creaciones, desarrollado en el siguiente análisis en la creación del Universo y la construcción del Tabernáculo: las palabras que se repiten “Hacer”, “ver”, “concluir”,” bendecir”, “consagrar”, son como fórmula que sugiere que ambas creaciones tienen muchos paralelismos, y una deviene de la otra, una enseña a la otra, la otra adquiere el conocimiento y lo plasma, “re-crea”.

la Creación del Universo se relata en treinta y cuatro versos, incluyendo algunos versos de Génesis 2. En el Éxodo, la construcción del Tabernáculo se describe en cientos de versos exhaustivos y precisos. Tal desarrollo literario deja entrever importancia que tiene este concepto para el judaísmo y la prefiguración del Templo para los cristianos. 

Esta pequeña obra de la construcción de un Tabernáculo testimonia la grandeza de Dios, ya que demuestra y presenta una paradoja interesante: “Si Dios es perceptible en todos lados, no hay espacio para la humanidad. Por otro lado, si Dios no se percibe en ningún lado, ¿de qué manera la humanidad puede conocerlo, alcanzarlo o comprender qué es lo que él quiere de nosotros? Esta especulación interpretativa supone la posibilidad de que se reserve un espacio divino, que puede ser el séptimo día de la semana en cuanto al tiempo y a el espacio Dios se reserva como propio, el Tabernáculo. Todos son momentos especiales donde la divinidad se manifiesta, se hace presente. El mismo espacio que aparece en la escritura que hablan de un silencio enunciativo de Dios, El espacio santo es aceptado por Moisés y el pueblo de Israel desde el aprendizaje de su ancestro haciendo una “anamnesis” o rememoración de los signos de lo sagrado.

El acto de la Creación del mundo. Se inaugura así una labor precisa que impondrá al pueblo un momento de contemplación de la creación , hecho que se repite, ya que a Noe se le indica construir el arca , que no es el Arca de la Alianza, ni tiene la función de adoración a Dios; pero si es la prefiguración perfeccionada en la obra Magnifica de la encarnación del Verbo en María que es el Arca de la Nueva Alianza y Eterna, que nos lleva a un momento de retiro interno de adoración y Silencio en la contemplación del Sagrario viviente que es la Virgen que María quien dio a luz al Dios con nosotros. 

Hay también una renovación del hombre y la creación después del Diluvio, Noe es elegido, y construye ese refugio ante el Diluvio. También hay una transformación en el pueblo de Israel durante el Éxodo, el mismo silencio, el mismo llamado de introspección, a pesar de estar en marcha por el desierto. En este caso, nuevamente, la concentración y aquietamiento de la mente del Alma y el Espíritu en una labor comunitaria que une a distintas tribus de Israel que llevaban consigo un distintivo y un color que las identificaba con el objetivo supremo de generar un espacio de comunión con Dios y celebración de la Alianza que se consolidó en el Sinaí. 

El santuario (Tabernáculo): Será la morada especial del Señor. Ese santuario empieza siendo un santuario portátil, que llevan los hebreos por el desierto, hecho con una tienda de tela cubierta por una tienda de cuero; después fue el santuario de Silo, más tarde el arca de la alianza será trasladada por David a Jerusalén, donde él concebirá la idea de construir un templo, idea que realizará su hijo Salomón. Ese templo será destruido por Nabucodonosor y más tarde reconstruido por Nehemías y los judíos que volvieron del exilio.

Planos del Tabernaculo :( Para mayor detalle ampliar la imagen   en version Web)

Simbolismos del Tabernáculo: 
El antiguo testamento señala a Cristo como simbolismo del Tabernáculo, La Puerta por donde se entra al tabernáculo que es cuerpo de Jesús (Jn 10:9), Él es Cordero como víctima propiciatoria (Jn 1:29), El sumo y Eterno sacerdote ;(He 3:1; 9:11) y muchos más Símbolos que estudiaremos más adelante. La palabra de Dios en el (Éxodo 25:8) dice: “Y habitaré en medio de ellos”. Por lo tanto, esto vino a ser sombra de lo que vendría, Dios hecho hombre en la persona de Cristo, ya que en Juan 1:14 dice: “Y el verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”. 

El sistema de sacrificios que fue instituido por Dios en el Tabernáculo, es una revelación y prefiguración de la obra redentora de Cristo en la Cruz, y la institución de la Eucaristía en la última Cena de esta manera podemos entender el significado del Tabernáculo y de una forma más clara las verdades del evangelio. 

Más allá de las diferentes modalidades que el Templo toma a lo largo de su historia, lo que importa es el hecho religioso esencial de la Presencia de Dios en el Tabernáculo desde Moisés hasta la muerte de Jesús y la destrucción del Templo en el año 70 no hará sino sancionar el hecho de que Dios ha abandonado ese lugar, La gloria de Yahvé abandona el templo. La gloria de Yahvé traspasó el umbral del templo y se posó sobre los querubines. (Eze 10:18). La gloria de Dios moraba, como lugar en el que residía en el Tabernáculo y posteriormente la Shekhiná –la gloria del Señor,  era la misma que se posaba en el Templo de Jerusalen y que fue apartada por Dios; esta gloria reside ahora y para siempre en el cuerpo de Cristo resucitado en todos los Sagrarios del mundo de la única Iglesia Católica como roca firme y fundamento de la Verdad que reposa en Pedro y en la sucesión apostólica, de acuerdo a la Promesa hecha por nuestro Señor Jesucristo a Pedro (Mat, 16. 18,19). 


+++ Bendiciones

jueves, 7 de febrero de 2019

EL Misterio del Templo en la Historia de la Salvación Catequesis I


Que deseables son tus moradas Señor de los ejércitos, mi alma se consume y anhela los atrios del Señor. Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de mi vida”. (Salmo 83 ,2; 27,4).

El misterio del Templo es el misterio de los diferentes modos de presencia, de habitación, de Dios en medio de los hombres. Pues el templo es esencialmente el “lugar” en el que el hombre puede encontrar a Dios y relacionarse de manera especial con Él, para darle gracias, suplicar su perdón, pedirle su ayuda, ofrecerle su Adoración.

La idea del templo es una idea profundamente humana, que encontramos plasmada en todas las religiones y en todas las culturas. En esta catequesis queremos meditar sobre este misterio a la luz de la Revelación; queremos contemplar lo que Dios ha revelado al respecto a lo largo de la historia de la salvación, considerando los diferentes modos en que Dios nos ha propuesto su Presencia en medio de nosotros en el transcurso de esta historia. 

En este sentido, como vamos a ver, la Revelación bíblica está articulada sobre una paradoja: por un lado se contesta la posibilidad de un templo, se la declara innecesaria e incluso imposible, y sin embargo se da paso y legitimidad a la construcción del templo de Jerusalén, aunque dicha construcción va acompañada de una misteriosa promesa que acabará haciendo superflua la existencia de ese mismo templo.(cf.1R8,27) ; Pero, ¿morará verdaderamente Dios sobre la tierra? He aquí, los cielos y los cielos de los cielos no te pueden contener, cuánto menos esta casa que yo he edificado. Así dice el Señor: El cielo es mi trono y la tierra el estrado de mis pies. ¿Dónde, pues, está la casa que podríais edificarme? ¿Dónde está el lugar de mi reposo? Todo esto lo hizo mi mano, y así todas estas cosas llegaron a ser—declara el Señor. Pero a éste miraré: al que es humilde y contrito de espíritu, y que tiembla ante mi palabra. (Isa 66:1-2)

¿Es entonces posible que Dios habite en un lugar?

La dedicación del Templo en una iglesia es la consagración de un lugar como lugar de la presencia de Dios, como lugar en el que Dios, de algún modo, habita, mora. Es, por lo tanto, reconocer y constituir ese lugar como “templo”. Al reflexionar sobre ello, la primera cuestión que se nos plantea es la de preguntarnos si tiene sentido creer que Dios, que ha creado el universo entero, que es su Señor absoluto y que es soberanamente libre, se va a comprometer a estar especialmente presente en un lugar.

En todas las religiones el templo representa el lugar en el que Dios se hace presente de modo especial, para recibir el culto de sus fieles y dispensar sus favores. Es un lugar que se convierte en sagrado por la presencia de la divinidad. El templo es el lugar de la presencia invisible de Dios, es la casa de Dios, el lugar en el que habita para siempre. Tal es la pretensión que el creyente tiene en relación al templo: que sea siempre un lugar en el que mora la divinidad y se hace alcanzable para el hombre.

La Biblia, sin embargo, matiza esta pretensión humana enseñando que Dios no puede estar “encerrado” en el templo –“porque los cielos y los cielos de los cielos no te pueden contener” (1Re 8,27)- y que cuando el creyente ora en el templo Dios lo escucha desde el cielo, que es el lugar donde Él reside (1Re 8,30). El Deuteronomio precisa que sólo el Nombre de Dios habita en el templo, el Nombre que expresa y representa la persona (Dt 12, 5.11). 

Por lo tanto, la presencia de Dios en el templo es un don que no se ejerce de manera mágica y que Dios puede retirar si el pueblo es infiel. De hecho, los profetas lucharon mucho para que la adhesión de los israelitas al templo no se transformara en una creencia supersticiosa en la eficacia casi mágica de la presencia de Dios, como si Dios estuviese obligado a defender el templo a cualquier precio (Jr 7,4), incluso si el pueblo no practica la ley, o si el culto que se celebra en él es superficial (Is 1,11-17) o incluso idolátrico (Ez 8,7-18). Como las advertencias de los profetas no consiguieron evitar esos graves defectos, Dios, para salvar el sentido auténtico del culto, permitió la destrucción del templo por manos de Nabucodonosor (2Re 25,8-17).

Al contemplar la historia de la salvación observamos que, ya desde los tiempos de los Patriarcas, Dios se hace presente en la vida de los hombres cuando Él quiere y cómo Él quiere, casi siempre de un modo inesperado y desconcertante, como cuando Abraham estaba sentado a la puerta de su tienda, en el encinar de Mambré, en el momento más caluroso del día (Gn 18,1ss), o cuando Jacob, que iba huyendo de la cólera de su hermano Esaú, se echó a dormir en un descampado, tomando una piedra como cabezal, y tuvo un sueño en el que vio una escalera que unía el cielo y la tierra, por la que subían y bajaban los ángeles de Dios y en cuya cima estaba el Señor que le hablaba (Gn 28,10-22). Jacob ante este Sueño al despertar de su sueño dijo: Así pues, esta Yahvé en este lugar y no lo Sabía, se levanta de madrugada y tomando la piedra que se había puesto como cabezal la erigió como una estela y derramo aceite sobre ella y la llamo Betel Ciudad de la Luz (cf Gn 28 1,6 17,18,19).

En todos estos casos siempre la iniciativa de hacerse presente es exclusiva de Dios: nada ni nadie puede “obligar a Dios” a hacerse presente, sino que es siempre Él, con su libertad soberana, quien decide hacerse presente de una determinada manera y en un determinado lugar. Sin embargo, el Dios que es soberanamente libre, se muestra también abierto y receptivo hacia las iniciativas de los hombres con los que Él ha hecho alianza. Es de ese modo como aparecen, en la historia del pueblo de Israel, realidades tan importantes como la monarquía o el templo, a pesar de que la primera reacción de Dios ante ellas es de rechazo o de crítica severa, o por lo menos de expresión de serias reservas al respecto. Así, por ejemplo, cuando Abimelec fue proclamado rey, su hermano Jotan, desde la cumbre del monte Garizim, proclamó un apólogo en el que se criticaba terriblemente la realeza (Jc 9,7-21).

Más adelante, el pueblo le pide a Samuel que les dé un rey, el Señor, sorprendentemente, le dice a Samuel que les haga caso “porque no te han rechazado a ti, me han rechazado a mí, para que no reine sobre ellos” (1S 8,7). cuando el rey David concibe el proyecto de construir el templo, la primera palabra que le dirige Dios a través del profeta Natán es como de reserva: “¿Me vas a edificar tú una casa para que yo habite? (…) ¿he dicho acaso a uno de los jueces de Israel (…): ¿por qué no me edificáis una casa de cedro?” (2S 7,1-17), aunque después acepta que sea Salomón, el hijo y sucesor de David, quien le construya el templo. De modo que, en la relación de Dios con su pueblo, Dios lleva siempre la iniciativa, pero se muestra receptivo hacia las iniciativas de los hombres, hacia sus deseos de poder encontrarle y estar con Él.

El Templo Cósmico:


El primer Templo Cósmico consiste en la creación, es decir, en la presencia de Dios en las cosas a fin de que, simplemente, sean. Pues las cosas, por el simple hecho de existir, de ser y de ser tales o cuales, representan un reflejo lejano de una u otra perfección de Dios, quien las realiza todas en forma eminente y con una absoluta simplicidad.

Para que existan los seres distintos de Dios es necesaria la intervención de la potencia creadora de Dios. De suerte que Dios está presente en todas las cosas por su potencia y según una semejanza, un parentesco, lejanos, aunque reales. Podríamos decir que se trata de una “presencia distante”. sin embargo, la causalidad de Dios, que hace existir todas las cosas, al ser Dios mismo, entraña la presencia de la Esencia divina que no puede dejar de henchir con su Presencia, desde que existe su creación, ese mundo al que ha dado el ser y con respecto al cual continúa siendo transcendente.

Todo el cosmos es, por consiguiente, un templo de Dios, aunque lo ignora. Dios le está presente por su potencia y su Esencia sin habitarlo personalmente, valga la expresión: algo así como un artista está en su obra, y sin embargo no habita en ella ni está en ella; como puede habitar en su hogar y estar en él con su esposa y sus hijos.

De modo que el universo es, en efecto, el primer “templo” que Dios ha ofrecido a los hombres para que le puedan encontrar. Pues el universo ha sido creado por Dios, y refleja la sabiduría, la belleza y la verdad divina. La Iglesia, en efecto, ha comprendido siempre que la creación del mundo es la primera manifestación ad extra del amor divino. Por eso dice la Sagrada Escritura que “de la grandeza y de la hermosura de las criaturas se llega, por analogía, a contemplar a su Autor” (Sb 13,5). Afirmación que hace propia san Pablo al inicio de la carta a los Romanos: “Porque lo invisible de Dios, desde la creación del mundo, se deja ver a la inteligencia a través de sus obras: su poder eterno y su divinidad (Rm 1, 20).

El mundo no es, por lo tanto, un objeto neutro, sino que incorpora la palabra del Creador, del mismo modo que una obra de arte “da cuerpo” a la palabra interior del artista. Las cosas llevan el sello de la Sabiduría divina: son “palabras de Dios” que invitan al hombre a entablar un diálogo con Él. La belleza misma de la creación es un don de Dios, su éxtasis hacia nosotros, el ofrecimiento de una relación. Hay que mirar el universo con respeto, con un temor reverencial semejante al que tenemos al acercarnos a la obra de un gran artista, pues sabemos que en ella se ha impreso el genio de una persona. Esta actitud reverencial es el inicio del verdadero conocimiento.

En el origen de la humanidad, la creación entera, saliendo de las manos de Dios, es santa; el paraíso terrestre es la naturaleza en estado de gracia. La casa de Dios es todo el cosmos y así lo percibían Adán y Eva antes del pecado. En el estado paradisíaco todo era percibido en la mirada de Dios y en ella el universo es una realidad “sacramental”, un “soporte de la Presencia” (de Dios); posee un carácter de dote nupcial que Dios regala a la humanidad; las cosas son, así, transparencia del Amor.

Este modo de presencia de Dios, este templo que es el cosmos, no es un elemento específicamente cristiano sino común a toda la humanidad de todos los tiempos. Es verdad que la Biblia no habla excesivamente o, en todo caso, no habla nunca como de cosa aparte, de la Presencia de Dios en su creación en cuanto tal, o del templo de la naturaleza. No obstante, hace de ello frecuentes alusiones y esta certeza permanece como el presupuesto de todas las libres iniciativas mediante las cuales realiza Dios una presencia verdaderamente personal entre los hombres. De tales iniciativas nos habla la Biblia y nos va descubriendo sus etapas hasta un final que aguardamos todavía en la esperanza.

Pero todo ello no es obstáculo para que la creación entera siga constituyendo para todos los hombres –también para nosotros, los cristianos- la presencia de lo sagrado en su forma elemental, que es la intuición oscura de una presencia divina en el silencio de la noche, en la oscuridad de los bosques, en la inmensidad del desierto, en la chispa del genio, en la pureza del amor. Todos estos elementos sagrados no tienen sentido más que remitidos a una Presencia personal, escondida y a la vez revelada por ellos, que despierta en nosotros el temor religioso, la conciencia de que, estando en la creación, no estamos en primer lugar en nuestra casa, sino en la casa de Otro, en la casa de Dios.

El pecado de Adán alterará la mirada del hombre sobre las cosas, ocultando la modalidad paradisíaca del universo, su ser-templo de Dios. No la destruirá, pero al salirse el hombre de la mirada de Dios, ya no será capaz de ver la secreta Presencia que habita el ser del mundo; la mirada del hombre, degradada por el pecado, ya no será capaz de percibir los seres en su transparencia y los “cosificará” haciéndolos “opacos”, a su mirada olvidando que, en su realidad más profunda, son “palabras de la Palabra de Dios.

¿Cómo reencontrar la armonía perdida? ¿Cómo reconciliarnos con los seres? 

La creación es inocente, no tiene culpa de nada. Las criaturas son santas. Es la mirada del hombre la que ha cambiado a causa del pecado. Es necesario que yo reencuentre la pureza de mi mirada: entonces las criaturas volverán a ser mensajes luminosos. “Dios es Luz sin tiniebla alguna. Si decimos que estamos en comunión con él, y caminamos en tinieblas, mentimos y no obramos la verdad” (1Jn 1,6). Cristo es la luz de Dios que ha venido al mundo, tal como él mismo dijo: “Yo soy la luz del mundo” (Jn 8,12). La Iglesia, que es el lugar donde resplandece Cristo, tiene que ser, por lo tanto, el lugar donde se proclama la verdad en toda su plenitud. Por eso el obispo, al iluminar la iglesia en su Dedicacion y Consagracion, suplica: “Brille en la Iglesia la luz de Cristo para que todos los hombres lleguen a la plenitud de la verdad”.

El templo en su materialidad, es decir, el edificio, es una imagen del misterio de la Iglesia: “Este edificio hace vislumbrar el misterio de la Iglesia (…) Es la Iglesia feliz, la morada de Dios con los hombres (…) Es la Iglesia excelsa (…) en la cual brilla perenne la antorcha del Cordero”. Con estas palabras la Iglesia se describe a sí misma como el lugar en el cual resplandece la luz de Cristo.

La Iglesia es, como dice san Pablo, “la casa de Dios, que es la Iglesia de Dios vivo, columna y fundamento de la verdad” (1 Tm 3,15). Ella no es Dios, ni es la Verdad, pero sí que es la “casa”, la “columna” sobre la que resplandece la luz de la Verdad, y por eso ella es “feliz” y “excelsa”. “Feliz”, porque Cristo, que está presente en ella, es el único que sacia por completo los anhelos (de Verdad, de Bien y de Belleza) que hay en el corazón humano. “Excelsa” porque con la luz de la presencia de Cristo, descubrimos y entramos en un nivel ontológico superior, en algo que es mucho más de lo que, analizando nuestras expectativas, podríamos esperar, algo que Pablo enuncia hablando de “lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que lo aman” y que a nosotros nos lo ha revelado por medio del Espíritu que “lo sondea todo, hasta las profundidades de Dios” (1Co 2,9-10). La “excelsitud” que nos revela la iglesia es el hecho de que, en Cristo, estamos llamados a ser “partícipes de la naturaleza divina” (2P 1,4), es decir, el misterio de la divinización del hombre.


+++Bendiciones