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domingo, 9 de mayo de 2021

El Diezmo : Catequesis I

Mirad: el que siembra con mezquindad, cosechará también con mezquindad; el que siembra en abundancia, cosechará también en abundancia. Cada cual dé según el dictamen de su corazón, no de mala gana ni forzado, pues: Dios ama al que da con alegría.” (II Cor 9, 6,7).

El presente tratado sobre el diezmo tiene como propósito esclarecer, en el contexto del antiguo y el nuevo testamento cómo se instituyó y prescribió a través de los años en las sagradas escrituras y en la historia de la salvación.

Es importante estudiar el pago del diezmo en la ley Mosaica desde la venida de Jesús hasta nuestros tiempos, para aclarar las dudas e interpretaciones ambiguas y erróneas de este mandato. Si debemos cumplirlo estrictamente y aplicarlo al pie de la letra de acuerdo al Antiguo Testamento; o, por el contrario, si debemos aplicarlo y darle seguimiento en el nuevo testamento de acuerdo a la tradición y la forma como lo observaban y cumplían los Apóstoles y las primeras comunidades cristianas este mandato.

En primer lugar, para entender la naturaleza del diezmo en el nuevo testamento es de vital importancia saber la forma y la tasación de los aranceles, la medida en términos de valor a: personas, animales, casas y primogenituras en la antigua ley Mosaica y más remotamente en los patriarcas antediluvianos (antes del diluvio universal, Adán, el justo Abel y Noé); y después por los patriarcas postdiluvianos hasta llegar a Abram ,Moisés y específicamente a la tribu de Levi. En resumen, antes y después de Cristo hasta nuestros días.

Es un gran error de interpretación por “algunos” de nuestros hermanos separados buscar doctrina en el antiguo testamento que fue figura de lo que había de venir. Muchas de las revelaciones contenidas en la antigua alianza eran la figura, el prototipo o anticipo de la plenitud de la verdad revelada por nuestro señor Jesucristo, por obra y gracia del Espíritu Santo a los apóstoles y que, por la tradición y el testimonio que dieron está contenido en los libros sagrados del nuevo testamento hasta  nuestro tiempo presente. Debemos así seguir entonces fieles a esta tradición y al magisterio y la doctrina de la iglesia católica, madre y maestra de nuestra fe, columna y fundamento de la verdad revelada.

El primer sacrificio y oblación más remoto a Yahvé, fue hecho por el Justo Abel (una oveja) y el de su hermano Caín (frutos de la tierra) (Cf Gen,4,2). Esta oblación y sacrificio se rendía culto Yahvé con las ofrendas de las primeras cosechas o primicias y/o los primogénitos de sus rebaños.

Después del diluvio Noé ofrenda a Yhavé y construye un altar, (Gen8, 20,22). Y tomo todos los animales y aves puros y los ofreció a Yhavé en holocausto y Yhavé hace un nuevo pacto con Noé y con toda la humanidad y todos los seres vivientes. El holocausto consistía en que la víctima era pasada por el fuego y se consumía en su totalidad.

En algunos relatos los sacrificios especificados por la Torá, la ofrenda se quemaba completamente. Estas ofrendas se conocen en hebreo como oláh, término que significa "ascendente". En la Septuaginta que es La Biblia griega, comúnmente llamada Biblia Septuaginta o Biblia de los Setenta (ἡ μετάφρασις τῶν ἑβδομήκοντα), y generalmente abreviada simplemente LXX, es una antigua recopilación en griego koiné de los libros hebreos y arameos del Tanaj o Biblia hebrea y otros libros, incluidos algunos escritos originalmente en griego. dicho término fue traducido como holókauston. Actualmente algunas traducciones de la Biblia recogen aquella palabra como «holocausto»; otras la traducen como «ofrenda ígnea».

El sacrificio de animales, cuyo cuerpo era completamente consumido por el fuego como ofrenda a Yahvé, más adelante como veremos en libro del levítico una parte de la víctima se quemaba y otra parte se consumia como alimento.

+Promesas Divinas y Alianzas referentes a las ofrendas, Sacrificios y Diezmos:

El primer diezmo que podemos encontrar en la era posdiluviana aparece en libro del Génesis Veamos:

"A su regreso después de batir a Kedorlaomer y a los reyes que con él estaban, le salió al encuentro el rey de Sodoma en el valle de Savé (o sea, el valle del Rey). Entonces Melquisedec, rey de Salem, presentó pan y vino, pues era sacerdote del Dios Altísimo, y le bendijo diciendo:

«¡Bendito sea Abram del Dios Altísimo, creador de cielos y tierra, y bendito sea el Dios Altísimo, que entregó a tus enemigos en tus manos!» Y diole Abram el diezmo de todo. Dijo luego el rey de Sodoma a Abram: «Dame las personas, y quédate con la hacienda.». Pero Abram dijo al rey de Sodoma: «Alzo mi mano ante el Dios Altísimo, creador de cielos y tierra: ni un hilo, ni la correa de un zapato, ni nada de lo tuyo tomaré, y así no dirás: "Yo he enriquecido a Abram." (Gen 14, 17-20 ss.).

La tradición judía ha identificado a Salem con Jerusalén que particularmente tenía como Rey – Sacerdote a Melquisedeq, a quien Abram le da la décima parte de lo confiscado en la guerra contra Kedorlaomer.

Es importante resaltar el valor sagrado del diezmo y las ofrendas y la gravedad de enriquecerse y usufructuarse con codicia y avaricia desmedida como algunos falsos pastores de hoy lo hacen.

Este sacrificio santo y puro del rey y sacerdote - Melquisedeq es de pan y vino, figura de la nueva alianza y eterna, instituida por el mismo eterno y sumo sacerdote nuestro señor Jesucristo en la última cena, Nótese que este Sacrificio es de también de libación es decir, el vino y el pan como fruto de la tierra y del trabajo del hombre que se ofrecen en Oblación y Acción de gracias en las especies del Pan y del Vino sin derramamiento de Sangre que es el sacrificio incruento que se celebra en la Sagrada Eucaristía y se convierten en el cuerpo y la sangre de nuestro Señor Jesucristo, por la obra y la gracia del espíritu Santo en manos de un sacerdote consagrado a Dios.

En muchos de los pasajes bíblicos no es iniciativa del hombre ofrecer un sacrificio, ofrenda o diezmo, sino que es Dios mismo quien determina cuál es el sacrificio agradable ante su presencia como signo de pacto alianza entre Dios y los hombres:

(Gen 15, 1,21) «Tráeme una novilla de tres años, una cabra de tres años, un carnero de tres años, una tórtola y un pichón. “Después de estos sucesos fue dirigida la palabra de Yahveh a Abram en visión, en estos términos: «No temas, Abram. Yo soy para ti un escudo. Tu premio será muy grande.». Dijo Abram: «Mi Señor, Yahvé, ¿qué me vas a dar, si me voy sin hijos...?». Dijo Abram: «He aquí que no me has dado descendencia, y un criado de mi casa me va a» Mas he aquí que la palabra de Yahveh le dijo: «No te heredará ése, sino que te heredará uno que saldrá de tus entrañas». Y sacándole afuera, le dijo: «Mira al cielo, y cuenta las estrellas, si puedes contarlas.» Y le dijo: «Así será tu descendencia.»

Y creyó él en Yahvé, quien se lo reputó por justicia. Y le dijo: «Yo soy Yahvé que te saqué de Ur de los caldeos, para darte esta tierra en propiedad.». Él dijo: «Mi Señor, Yahvé, ¿en qué conoceré que ha de ser mía?»

Díjole: «Tráeme una novilla de tres años, una cabra de tres años, un carnero de tres años, una tórtola y un pichón.

Tomó él todas estas cosas, y partiéndolas por medio, puso cada mitad enfrente de la otra. Los pájaros no los partió. Las aves rapaces bajaron sobre los cadáveres, pero Abram las espantó.

Y sucedió que, estando ya el sol para ponerse, cayó sobre Abram un sopor, y de pronto le invadió un gran sobresalto. Yahveh dijo a Abran: «Has de saber que tus descendientes serán forasteros en tierra extraña. Los esclavizarán y oprimirán durante cuatrocientos años. Pero yo a mi vez juzgaré a la nación a quien sirvan; y luego saldrán con gran hacienda.

Tú en tanto vendrás en paz con tus padres, serás sepultado en buena ancianidad. Y a la cuarta generación volverán ellos acá; porque hasta entonces no se habrá colmado la maldad de los amorreos.» Y, puesto ya el sol, surgió en medio de densas tinieblas un horno humeante y una antorcha de fuego que pasó por entre aquellos animales partidos. Aquel día firmó Yahvé una alianza con Abram, diciendo: 

«A tu descendencia he dado esta tierra, desde el rio de Egipto hasta el Río Grande, el río Éufrates. 

Transcurridos todos los anteriores acontecimientos. Luego de la promesa cumplida  de darle un Hijo Isaac a Sara, ya no le pide a Abraham una ofrenda o un diezmo fruto de las cosechas o sus rebaños Dios pone a prueba a Abrahán y le pide su primogénito en holocausto:

 (Cf Gen 22, 2) “«Toma a tu hijo, a tu único, al que amas, a Isaac, vete al país de Moría y ofrécele allí en holocausto en uno de los montes, el que yo te diga.»".

Misteriosamente a Dios le son dadas las primicias de la cosecha de los frutos de la tierra y de los animales primogénitos de sus rebaños. Recordemos que en esta ocasión es el mismo Yahvé quien le dictamina a Abrahán cuál va ser la ofrenda y sacrificio: «Tráeme una novilla de tres años, una cabra de tres años, un carnero de tres años, una tórtola y un pichón. Y, puesto ya el sol, surgió en medio de densas tinieblas un horno humeante y una antorcha de fuego que pasó por entre aquellos animales partidos (Gen 15 1,21).

Más adelante Yahvé le pide a Abrahán que como signo de alianza la circuncisión de los primogénitos: (Gen 17,9,11). "Dijo Dios a Abrahán: «Guarda, pues, mi alianza, tú y tu posteridad, de generación en generación. Esta es mi alianza que habéis de guardar entre yo y vosotros - también tu posteridad -: Todos vuestros varones serán circuncidados. Os circuncidaréis la carne del prepucio, y eso será la señal de la alianza entre yo y vosotros."

¿A qué nos recuerda esta ofrenda?, pues nada más y nada menos que a la presentación del niño Jesús en el Templo para cumplir al pie de la Letra la ley de Moisés que prescribía la circuncisión de los primogénitos como signo de alianza y consagración a Dios: (Lc 2,22), "como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor."

Por último, Yahvé prueba la fe de Abrahán y le pide su hijo en Sacrificio, pero ya no en los frutos de la tierra y de sus rebaños si no su propio hijo Isaac:

(Gen 22 ,1,2-13,14) "Después de estas cosas sucedió que Dios  prueba a Abrahán y le dijo: «¡Abrahán, Abrahán!» El respondió: «Heme aquí.». Díjole: «Toma a tu hijo, a tu único, al que amas, a Isaac, vete al país de Moría y ofrécele allí en holocausto en uno de los montes, el que yo te diga.»". "Levantó Abrahán los ojos, miró y vio un carnero trabado en un zarzal por los cuernos. Fue Abrahán, tomó el carnero, y lo sacrificó en holocausto en lugar de su hijo. .Abrahán llamó a aquel lugar «Yahvé provee», de donde se dice hoy en día: «En el monte "Yahvé provee"»"

He aquí la máxima ofrenda de amor y prefigura de lo que había de cumplirse siglos después; el Padre entrega su unigénito Hijo Jesús como máxima prueba de amor por los hombres por nuestra salvación. Jesucristo es la ofrenda viva, Victima, Altar y sacerdote, Él es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo, Él es pan vivo bajado del cielo, su cuerpo y su sangre ofrecido en holocausto. Dice el Señor el que come mi cuerpo y bebe mi Sangre tendrá vida eterna. (Jn 6 ,51) " Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo.»"

En los anteriores pasajes Bíblicos podemos reconocer que como signos visibles: Las ofrendas y diezmos están íntimamente relacionadas a los sacrificios como culto de adoración y de acción de gracias a Dios; de forma misteriosa Dios realiza la revelación de forma gradual, concebidas en cinco elementos fundamentales recapitulemos:

1-La primera Ofrenda del justo Abel y  Caín  son producto de los frutos sus cosechas o de la cría de sus rebaños. Aquí no hay tasa ni medida que dictamine la ofrenda.

2-Tampoco en la Ofrenda de Noé luego del Diluvio universal hay un número o cantidad o especie definida puesto que dice el relato que Noé, Tomo todos los animales y aves puros y los ofreció a Yahvé en holocausto.

3- Veamos que, en el pasaje de la oblación de Melquisedec, rey de Salem, presentó pan y vino, pues era sacerdote del Dios Altísimo y Como la ofrenda y oblación de pan y de vino es dada a Yahvé, y por primera vez e iniciativa de Abram, este le da a Melquisedec la Décima parte del botín de la guerra.

4-Todas las ofrendas, Diezmos y sacrificios conducen siempre a reestablecer la comunión con Dios después de la transgresión del pecado original. Yahvé es un Dios de Pactos y Alianzas y toma como signos los frutos de la tierra y del Trabajo del hombre y a sus hijos primogénitos los hace circuncidar como testigos de sangre, en la antigua alianza.

En la nueva alianza eterna la sangre es derramada por nuestro señor Jesucristo y por muchos para el perdón de nuestros pecados por nuestra salvación; Alianza que se renueva y actualiza la oblación pura y sacrificio de Melquisedeq que se ofrece incesantemente hasta el final de los tiempos; desde donde sale el sol hasta el ocaso ,en el santo sacrificio de la Eucaristía.

5- El Diezmo, ofrendas y Sacrificio están íntimamente unidos y nacen del corazón de un hombre agradecido con Dios y no de un corazón lleno de codicia y de ambición y que ofrece a Dios según  el dictamen de su corazón, no de mala gana ni forzado, pues: Dios ama al que da con alegría..(II Cor 9, 6,7).

Oración Final:

Bendice Señor nuestras ofrendas frutos de la tierra y del trabajo del hombre, bendice las manos que trabajan por el pan con el sudor de su frente, bendice Señor nuestros alimentos dale pan al que esta hambriento y hambre de ti al que no se alimenta de tu cuerpo y de tu sangre en la Eucaristía, porque tú has dicho Señor; Mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en Él." Amén.


+++Bendiciones.

martes, 23 de marzo de 2021

Escuela de la fe: El corazón y el Evangelio.

(San Benito)

Continuando con las enseñanzas de San Benito en el prólogo de su regla leemos que el Señor buscando su obrero lo llama entre la multitud y le dice, ¿Quién es el hombre que quiere la vida y desea ver días felices?; San Benito, con estas palabras nos da a entender que Dios va buscando al hombre y que busca el corazón del hombre, pero el hombre que está sediento de vida y de felicidad se inclina a buscar la felicidad en los bienes temporales y materiales.

Es importante comprender que el evangelio se dirige a hombres que buscan la felicidad es decir a hombres que buscan la verdad, porque la diferencia entre el hombre y los animales reside en que para estos últimos vivir consiste en adaptarse perfectamente al medio ambiente al ecosistema en el que están, en cambio, para el hombre vivir consiste en buscar aquello que ningún medio ambiente le puede dar la felicidad.

En el corazón del hombre hay un ansia de la búsqueda de la verdad del bien y de belleza que es Dios en la esencia de su Ser. Estas tres realidades (Verdad, bondad Y Belleza); son la felicidad en un estado perfecto en donde todo es verdadero.

Los animales no buscan la felicidad se conforman con no morir o simplemente existir, en la actualidad parece que algunos que se conforman con no morir y nada más y eso nos tiene que hacer pensar. Si los hombres están dispuestos a “perder la vida” con tal de alcanzar esa plenitud de verdad de bien y de belleza que llamamos felicidad.

Cuando vemos a alguien busca en verdad la felicidad, solo la puede encontrar en una persona, en la belleza de un hombre verdadero que es Jesús; porque es Él que se presenta como el que viene a colmar esa sed de felicidad, por eso Jesús dijo: Él que tenga sed que venga a mí y beba. Jesús habla precisamente de la sed del corazón y se presenta como la respuesta a esa sed de verdad de bien y de belleza, ÉL se presenta como:   Yo soy la verdad, Yo soy la luz del mundo. Se presenta como la resurrección y la vida y como Él es la vida: Yo soy la vida, Yo Soy el pan de la vida, el que me coma vivirá por mí; se presenta también como la belleza porque quienes le han conocido y tratado percibieron la gloria y la majestad de su esplendor y su belleza. 

El apóstol San juan escribió y hemos contemplado su gloria, siempre que le demos gloria hemos de pensar siempre en la belleza, la gloria que recibe del Padre. Y Jesús, como hijo único de Dios está lleno de gracia y de verdad.

San Pedro también por su parte afirma, hemos visto con nuestros propios ojos su majestad o sea su gloria, su belleza. El evangelio supone por lo tanto que los hombres quienes les interesa la verdad, el bien y la vida, estos hombres buscan a Jesús que es la felicidad y la vida misma. Hemos encontrado al Mesías exclamaban con alegría los apóstoles; por eso, el primer enemigo del evangelio es la superficialidad, es decir, esa actitud por la que los hombres se quedan atrapados en la apariencia inmediata de las cosas y no escudriñan en su propio corazón para descubrir la sed profunda que hay en ese corazón.

El mundo, la sociedad actual censura el silencio, la oración y la escucha del corazón y lo hace mediante la multiplicación de los intereses inmediatos; lo que implica morder ese anzuelo independiente de los intereses inmediatos, lo atrapa la inmediatez, el ruido y vértigo exterior; hasta que no cambie claro; su interés por las cosas que el mundo le ofrece, esto le impide abrir sus oídos al evangelio que es la Palabra que da vida al mundo. Termina el hombre contemporáneo de hoy absorto y con toda su atención en el hedonismo de los bienes materiales y así queda inmerso en la superficialidad que el “mundo “le ofrece y no le quedan energías para abordar el camino hacia su propio corazón.

Es imprescindible hoy, en primer lugar, reflexionar y decidir en nuestra vida de oración y de fe, hasta dónde voy a dejar entrar al mundo y sus insistencias en mi vida y establecer una línea roja, una frontera más allá de la cual no le voy a dejar entrar. Esta postura es casi imposible en este mundo globalizado, para la mayoría incluso por razones laborales. Pero lo que siempre es posible es el limitar el número de horas que permitiré que mi atención esté ocupada en determinadas actividades.

En segundo lugar, lo que debemos hacer es recuperar el silencio interior es una decisión de la voluntad de guardar silencio y nace de la conciencia de que en realidad es el silencio quien nos guarda a nosotros, nosotros decimos hay que guardar silencio, pero es que en realidad que es el silencio quien nos guarda a nosotros porque, el silencio es el que permite que nos encontremos con nuestro propio corazón y que descubramos lo que de verdad anhelamos y necesitamos.

Estar en  silencio antes que callar, supone detenernos en una cierta medida a la cantidad de estímulos  exteriores que nos llegan desde el mundo desde la sociedad, porque la sociedad nos trata como si fuéramos una terminal de recepción de datos, nos está bombardeando siempre con multitud de datos y  el silencio supone detener, eso por lo menos hasta cierto punto; supone desarrollar en nosotros la capacidad de “desconectarnos”,  quién lo iba a decir que desconectarse iba a convertirse  en un gesto revolucionario ; pues la revolución hoy en día es la búsqueda de la paz y  de la  verdad;  para  encontrar la paz interior se  comienza por  decir una cosa tan sencilla como:<<quiero estar conmigo mismo y con Dios >>. Cuando San Benito se marchó Al monte Subiaco dice su biógrafo, que se marchó y retiro a habitar consigo mismo, San Benito, vivía en Roma, pero veía como día a día había demasiado ruido y al final se fue a la cueva de Subiaco a habitar consigo mismo y encontrase con Dios.

Si no hacemos silencio interior  nos convertimos en un elemento más del mundo de ahí la importancia de los retiros¸; es curioso esta palabra retiro;  retiro significa desaparecer me retiro me voy de retiro o sea desaparezco del ruido del mundo de esta red de relaciones y me ocupo más y más intensamente de lo que no es del mundo de Dios y su reino. El señor Jesus  le dijo a Pilato que era un buen representante del mundo, le dijo mi Reino no es de este mundo, mi Reino no es de aquí como diciéndole a Pilato, es difícil que me entiendas porque tú eres un elemento del mundo estás metido hasta las cejas en el mundo eres un servidor del emperador pero mi reino no es de este mundo mi Reino no es de aquí.

San Jerónimo, tiene una frase preciosa que dice así, << aunque por culpa nuestra perdimos el paraíso añoramos no obstante la antigua felicidad incapaces de olvidarla>>, es decir, San Jerónimo está convencido de que en nosotros hay una nostalgia del paraíso que, en nuestra memoria, hay algún rincón en el que hay como un recuerdo de esa época felicidad y armonía perfecta de la existencia humana anterior al pecado. Cuando la verdad del vivir y la belleza nos acompañaban todas las tardes a toda hora y en todo momento, como dice el libro del génesis porque el Dios estaba en medio del jardín y bajaba podríamos decir a cenar con Adán y Eva, estaban juntos eso era el paraíso, el paraíso es Dios en medio de los hombres es la verdad del bien y la belleza que es Cristo junto con nosotros.

San Jerónimo cree que en algún rincón de nuestra memoria espiritual hay como un recuerdo del paraíso como una nostalgia de un lugar en el que no hemos estado pero que nosotros sabemos que ha existido y que es real y que a ese lugar se puede volver. Añoramos algo de lo que no tenemos, es un recuerdo claro pero que sabemos que corresponde a los anhelos de nuestro corazón y que es posible volver a ese estado de gracia original; porque en un tiempo lejano fue real es como una instancia que hay en nosotros y nos anima a volver al paraíso a volver a una comunión plena con Dios.  Nuestro verdadero ser y nuestra identidad más profunda no es el vértigo de la libertad que se entrega al pecado, sino la alegría de la inocencia primera, que confía en Dios y se abandona a Él.

El pecado hermanos nos atrae, nos atrae como una serpiente, como esas serpientes que envenenan y atrapan e inmovilizan a la presa antes de engullirla. El pecado es así, y tiende a hipnotizarnos y nos ofrece la fascinación de un vértigo de una caída sin fondo, con nostalgia pérdida del paraíso el camino para llegar a ver a Dios; es estar alegres en medio de las pruebas y el sufrimiento con la de la inocencia y seguridad de un niño en los brazos de su madre, que confía en Dios y se abandona en Él. Este es el camino, eso es lo que hay que hacer, porque dice el Señor si no os hacéis como niños no entrareis en el Reino de los cielos.

El salmo 118 dice que: <<Correré por el camino de tus mandatos cuando me ensanches el corazón >>. Por lo tanto, para acoger el evangelio debemos de bajar a nuestro corazón, pero ahora damos un paso más y decimos tenemos que dilatar el corazón, porque si no el evangelio no cabe en nuestro corazón, para recorrer el camino de cristo hace falta dilatar el corazón, porque como escribe San Juan ;<< Dios es más grande que nuestro corazón>>.

En efecto, lo que nuestra razón entiende como la verdad, el bien y la belleza queda desbordado en cuanto empezamos a conocer a Jesucristo en cuanto empezamos a conocer el Dios que nos revela Jesucristo que es el único Dios que existe que es el único Dios verdadero; por ejemplo, para contemplar  la idea de verdad que tenemos se tiene que dilatar  nuestro corazón  y la razón a la luz del Espíritu Santo, para acoger al Dios uno y trino; porque si no, la idea de verdad que tenemos los hombres de una manera natural se sostiene  en el principio de identidad, por el cual decimos que una cosa es esa cosa y es  real.

Pero cuando conocemos al Dios que sobrepasa todo entendimiento humano o angélico, se nos revela Jesucristo al partir el pan como a los discípulos de Emaús porque Él está realmente presente en las apariencias del pan y del vino, revelado y escondido en la Eucaristía; hemos de confesar y creer en esta verdad revelada, para poder estar en comunión con la Santísima Trinidad. Para entender este sagrado Misterio que Dios es uno y es al mismo tiempo trino, y que son las tres personas realmente distintas, entre sí que constituyen el único Dios verdadero.

El encuentro con  Jesucristo  nos enfrenta ante   la decisión de  dilatar el corazón y dilatar también la razón, la idea de bien que la razón tiene se ciñe al orden de la justicia, la idea de bien que tenemos todos de manera natural consiste en dar a cada uno lo que le corresponde de acuerdo a San Agustín ; mientras que el Dios que nos revela Jesucristo rebasa por completo el orden de la justicia, sin negarlo, pero lo sobrepasa mediante su misericordia hasta el punto que para Él; hacer justicia significa que su hijo Jesucristo muera en la cruz en lugar nuestro para que nosotros seamos hechos justos por su sangre.

Dios es más grande que la justicia y por lo tanto hay que acoger a Dios en nuestros corazones, este bien que va más allá de la justicia se llama misericordia, es la idea de belleza que la razón tiene y piensa siempre. La belleza, como armonía y como hermosa apariencia; mientras que la fe cristiana declara que el más bello de los hombres es Jesucristo; aquel que no tenía apariencia ni presencia que era despreciable y desecho de los hombres como uno ante el cual se oculta el rostro estas son las palabras del profeta Isaías que se cumplen en la pasión de Cristo; sin embargo, de ese rostro escupido, flagelado escarnecido coronado de espinas sangrante de ese rostro, que da miedo mirar. se oculta a los hombres el misterio y el resplandor de su belleza…

El salmo 44 dice: <<Eres el más bello de los hombres>>; por lo tanto, también hay que ensanchar el corazón y la mente para un nuevo concepto de belleza. El evangelio supone no sólo caminar hacia el propio corazón, sino además dilatarlo, nuestra fe nos pide una dilatación del corazón y de la razón, para acoger el misterio de un Dios que nos rebasa y que lleva nuestra esperanza, mucho más allá de cuanto nosotros podíamos imaginar. San Pablo escribe,lo que ni el ojo dio ni el oído yo ni al corazón del hombre llegó lo que Dios ha preparado para los que le aman y a nosotros nos lo ha revelado por medio del Espíritu y el Espíritu todo lo sondea hasta las profundidades de Dios.

El papa Benedicto XVI , en su encíclica sobre la esperanza, recuerda a Santa Josefina Bakhita, que era una esclava Sudanesa, que pasó por varios dueños que la maltrataron, unos y en cualquier caso todos la consideraban como lo que era para ellos una esclava, alguien a su servicio hasta que las circunstancias de la vida; por no decir más bien la providencia hizo que llegara a Europa y aquí conoció el cristianismo, conoció a Dios y entonces para ella Dios fue su nuevo y definitivo amo, un amo que a diferencia de los demás, la amaba por sí misma con un amor infinito y  no la amaba por los trabajos que hacía por los servicios que prestaba, sino por ser  ella misma y ella se consagró por completo  a la vida religiosa a ese nuevo Amo que encontró a través del conocimiento de  Jesucristo. Bakhita, abrazo la felicidad plena y esta esperanza que nunca había tenido hasta ese momento, su esperanza era y se limitaba solo a que no la maltratasen, con eso tenía bastante, pero después de este encuentro con Jesucristo al contemplar un crucifijo ante el Sagrario, a partir de ese momento, descubrió, la esperanza de llegar a ver a Dios cara a cara como le veremos tal cual es.

Para terminar, oremos: Padre en ti esta la Verdad bondad felicidad y la belleza, te suplicamos que derrames sobre nosotros tu Espíritu Santo, que Él nos de la fortaleza para superar la superficialidad que nos envuelve y caminar hacia nuestro propio corazón, acogiendo, la sed y la felicidad unidos al corazón de Jesús. Concédenos contemplar tu rostro en nosotros desfigurado por el pecado y la nostalgia del paraíso perdido, Ensancha nuestro corazón y entendimiento hasta que seamos capaces de acoger tu inmenso amor hacia todos los hombres, por Jesucristo nuestro Señor, Así sea.

 

+++Bendiciones…

 

Fuente Bibliográfica: Reflexiones del Pbro.: Fernando Colomer Fernández.


martes, 16 de marzo de 2021

Escuela de fe, Catequesis I: Hijos y discípulos:

(San Benito)

La palabra nos indica que la escuela es el lugar donde venimos a que alguien nos instruya y   nos enseñe, durante esta catequesis, pues es él mismo San Benito quien nos va enseñar. Este gran Santo, fue un hombre del siglo quinto ,que nació en el año 480 murió en el año 547; por su vida y su obra se le reconoce como el padre de todos los monjes de occidente y el padre del monacato occidental, nació en una familia cristiana acomodada de Nurcia y a los 16 o17 años fue enviado a Roma junto con su nodriza que le amaba entrañablemente a estudiar a estudiar lo que se estudiaba entonces: retórica, filosofía y derecho

El ambiente moralmente malsano de Roma hizo que San Benito al cabo de un tiempo se marchara de Roma y huyera con su nodriza a un pequeño pueblo en  donde se estableció al lado de la iglesia de San Pedro y allí llevaba una vida de intensa oración y ocurrió que por su plegaria se produjo un milagro, lo cual le acarreó fama de santo en ese lugar y sus alrededores entonces él comprendió que no podía quedarse allí y se escapó abandonando a su nodriza para huir a un lugar desconocido donde nadie le conociera y supieran nada de él.

Escogió  San Benito un lugar de Italia desconocido que resultó ser los montes de Subiaco, en la montaña allí se instaló en una cueva como los antiguos padres del desierto que sin duda él conocía. Allí permaneció nada menos que 25 años a lo largo de los cuales se le fueron juntando porque claro al principio nadie le conocía, nadie sabía de él pero poco a poco se fueron enterando y se le fueron juntando una serie de hombres todos buscadores de Dios con los cuales organizo doce monasterios de 12 monjes cada uno de los cuales él era el Padre Espiritual ; pero la envidia de un sacerdote hizo que él pensará que se debía de marchar de allí para que no perjudicarán a estos monjes de los cuales él era el padre espiritual; se marchó así nombrando antes un Abad para cada monasterio y se fue a monte Casino allí fundó un monasterio. Allí vivió hasta el final de su vida y escribió un libro que él nos ha dejado que es la regla de los monjes, la regla benedictina,una regla llena de unción y de sabiduría espiritual de ella nos vamos  alimentar en esta escuela de la fe y hoy lo hacemos comentando un pequeño párrafo del prólogo de la regla que dice así:

<<Escucha hijo estos preceptos de un maestro, acusa el oído de tu corazón acoge con gusto esta exhortación de un padre entrañable y ponla en práctica para que por su obediencia laboriosa retornes  a Diós del que te habías alejado por la indolencia y desobediencia>>; en este párrafo del prólogo de su regla San Benito nos entrega tres   elementos fundamentales para poder vivir la vida cristiana: Escuchar con el corazón reconocer y acogerse a un magisterio a una paternidad y comprometer nuestra libertad en una obediencia.

1-En primer lugar, escuchar con el corazón:

San Benito entiende que hay que conocer al propio corazón entrar en él y descubrir cuáles son sus anhelos los deseos profundos que lo habitan , también las trampas que hay en él los recónditos traicioneros que en él se esconden la vida cristiana supone hombres y mujeres que bajan a su corazón que lo conocen en una cierta medida que saben lo que el corazón busca o por lo menos lo intuyen aunque sea oscuramente y que desde ahí desde el corazón pueden valorar la propuesta que se les hace, todo esto significa que a los ojos de San Benito; El primer enemigo de la vida cristiana es la superficialidad, la superficialidad significa que el hombre vive en la periferia de su ser y no baja a su propio corazón no baja al centro de su corazón que lo constituye, sino que se queda en la superficie de sí mismo; entonces la acogida del evangelio no es posible porque el evangelio es la respuesta a los anhelos profundos del corazón y si uno no conoce los anhelos profundos de su corazón no puede percibir la belleza del evangelio.

Cuando una persona se queda en el nivel de su sensibilidad se queda en la superficialidad de lo sensible del me gusta o no le gusta, me apetece o no me apetece y no sabe pasar de ahí y bajar a lo profundo de su ser. Entonces a esta persona el evangelio no la respalda porque en el evangelio  anuncia a Cristo como pan de vida como luz del mundo ,como respuesta a los anhelos profundos del corazón, pero para eso hay que entrar en contacto con esos anhelos por eso san Benito nos dice en primer lugar, si quieres ser cristiano no seas superficial, no te quedes en la periferia de las cosas , baja a lo profundo de ti mismo …

2- Reconocer un magisterio una paternidad:

En segundo lugar, San Benito habla de la necesidad de una  paternidad ; es decir él entiende que  existe una dificultad para poder vivir la vida cristiana, es la mentalidad igualitarista que no quiere reconocer relaciones y simétricas es decir relaciones en las que no se está al mismo nivel en las que no “todos son iguales” ; porque hay uno que enseña y otro que aprende, uno que guía y otro que es orientado, uno que ha tenido determinadas experiencias y otro que no las ha tenido, en una palabra uno que posee autoridad y otros que se benefician de esa autoridad; pero hay muchas personas hoy en día que no quieren aceptar eso y dicen: no, no, no, somos todos iguales, todo es  igual, pero si no aceptas un nivel de enseñanza entonces  no hay padres, no hay maestros.

San Benito entiende que es necesario recordar aquí la palabra del Señor: Vosotros en cambio no os hagáis hacer llamar rabí; porque uno solo es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos y nadie es Padre vuestro en la tierra, porque uno solo es vuestro padre el del cielo. San Benito no desconoce esta palabra ni muchísimo menos, pero cree que el único Padre que tenemos que es el Padre del cielo el único Padre con mayúscula suscita hombres que encarnan de algún modo su paternidad que la hace invisible y sensible para nosotros y que reconocer esa paternidad acogerse a ella es una condición para crecer y creer en el afecto de tener un Padre.

Ahora bien, quien no quiere tener padre porque inventa todo, porque en el fondo dice la realidad empieza  conmigo,  este hombre no crece, es está condenado a la esterilidad. También creé San Benito que el único maestro que tenemos que es Cristo Él suscita hombres que nos instruyen y actúan en su nombre esos hombres son los obispos y los presbíteros o laicos; reconocer su autoridad es para nosotros una garantía de crecimiento.

Una de las desgracias de nuestra situación eclesial actual es que muchos cristianos no ven en los obispos y los sacerdotes un padre y un maestro sino tan sólo alguien que ha recibido un encargo una misión, una misión que tiene que realizar un servicio en favor de la comunidad, ven en él un servidor y es correcto; pero no entienden que su principal servicio consiste en ser padre y maestro. Los propios obispos y sacerdotes pueden caer en esa misma trampa y verse a sí mismos como servidores como gestores de la vida de la comunidad cristiana, pero sin ser padres ni maestros de aquellos que les han sido confiado, esta tentación existe y  sabéis por qué?, porque ser padre y maestro es mucho más exigente que ser un líder un gestor un animador un acompañante.

Cuando uno es padre acoge a todos los que llegan a él como hijos lo que significa que establece con ellos una relación que le vincula a él para siempre una relación que una vez establecida ya no es opcional para él porque se convierte en signo de la paternidad de Dios y Dios nunca deja de ser padre es mucho más cómodo ser un servidor un criado un encargado un líder un acompañante un animador que no un padre. Pero Dios es Padre y los obispos y los sacerdotes deben ser signos de esa paternidad de Dios

Digamos lo mismo de ser maestro, ser maestro es mucho más que ser profesor un profesor transmite unos conocimientos que él posee sin que esa transmisión le implique a él personalmente comprometa su vida en cambio un maestro solo enseña y transmite aquello que él ha experimentado aquello que él ha hecho vida y experiencia suya aquello por lo que está dispuesto a sufrir y si hiciera falta incluso a morir ese es el maestro el profesor da lo que tiene el maestro da lo que es por eso es más difícil pero es también mucho más bello ser maestro que ser profesor.

3-comprometer nuestra libertad en una obediencia:

Finalmente, en tercer lugar, se entiende que para vivir la vida cristiana necesitamos comprometer nuestra libertad en una obediencia San Benito entiende que el alejamiento de Dios en el que estamos es fruto de una decisión de nuestra libertad por la que hemos preferido hacer nuestra voluntad seguir nuestros deseos satisfacer nuestros caprichos en vez de obedecer a dios.

Estamos así hoy, por lo tanto, ante una desobediencia que sólo puede ser remediada con una obediencia a la que Dios nos indica y nos pide. Es decir, San Benito entiende que estamos lejos de Dios no porque nos hemos perdido, sino, porque nos hemos rebelado, porque hemos preferido hacer lo que nos pedía al cuerpo, lo que yo creo, lo que yo entiendo, lo que yo comprendo, lo que yo diseño, lo que yo proyecto, en vez de acoger lo que Dios ha diseñado ha proyectado y ha querido realizar en nuestras vidas.

San Benito hace un diagnóstico iba a decir cruel y cruel no un diagnóstico con toda crudeza dice que hay una desobediencia y para remediarlo hace falta una obediencia, pero san Benito en este trocito del prólogo que hemos leído nos enseña dos adjetivos:

<< Una a la desobediencia y otro a la obediencia a la desobediencia a la llama indolencia, este adjetivo nos sugiere que hay en nosotros una pereza fundamental una acedia como decía anteriormente igual que los padres del desierto por las cosas de Dios >>.  Nos parecen tristes lejanas estas palabras carentes de interés y esa acedia, esa desgana,esa pereza, nos paraliza cualquier esfuerzo para acercarnos a ellas para vivirlas y realizarlas.

Es interesante la obediencia que San Benito dice: ¿porque hemos desobedecido?  y sugiere hemos desobedecido, porque estamos prisioneros de una pereza, de una desgana ,de una apatía con base a la cual cuando vemos las cosas de Dios pues parece que se nos cae el mundo encima, vemos  las cosas desagradables lejanas y  difíciles, en cambio cuando vemos las cosas superficiales como centro de nuestras vidas es  cuando  nos volvemos a las bienes temporales del “mundo”  como por ejemplo :el nuevo modelito del smartphone que ya ha salido al mercado o lo que sea, pues nos entusiasmamos  con esto y así abandonamos lo profundo y vivimos en lo superficial.

Por eso la obediencia que ahora se requiere para remediar esa desobediencia es calificada por San Benito de laboriosa, quiere decir de difícil logro y  trabajosa, no podemos hacernos la ilusión de que nuestro camino hacia a Dios va a ser fácil de que no va a suponer para nosotros un esfuerzo claro, que va a suponer un esfuerzo; un esfuerzo en primer lugar de reflexión de clarificación de búsqueda de la verdad y del  desenmascaramiento de las mentiras  esto es un esfuerzo de nuestra voluntad, porque hay que reflexionar, hay que pensar ,hay que estudiar hay que escuchar;  después de un esfuerzo de la voluntad y la razón. Porque hay que remover los obstáculos que nos separan de Dios y eso no va a ser una tarea fácil entiende San Benito; pero a esa tarea es a la que estamos convocados. Terminemos con una breve oración:

Padre de bondad, danos el coraje necesario para bajar a las profundidades de nuestro corazón iluminanos para que sepamos reconocer los padres y los maestros que tú pones en nuestra vida y abramos nuestro corazón a ellos para que nos guíen en el camino hacia ti, infundenos  tu espíritu santo para que el modele  nuestra libertad en la obediencia a tus mandamientos, por Jesucristo nuestro Señor en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

 

+++ Bendiciones.

 

Fuente Bibliográfica: Reflexiones del Pbro.: Fernando Colomer Fernández.


domingo, 19 de julio de 2020

Capítulo X: La vida de oración



Corazón de Santa Teresa de Jesús y la prueba de la transverberación:

Lo sorprendente de este fenómeno místico es que… Cuando la santa murió se le hizo la autopsia correspondiente. En esta se informó algo sorprendente: su corazón tenía una cicatriz. Era una herida larga y profunda. Demostrando así que su herida de Amor por Dios, donde un ángel le traspasa el corazón, fue real, he aquí el testimonio de Santa Teresa:

“Vi a mi lado a un ángel que se hallaba a mi izquierda, en forma humana. Confieso que no estoy acostumbrada a ver tales cosas, excepto en muy raras ocasiones. Aunque con frecuencia me acontece ver a los ángeles, se trata de visiones intelectuales, como las que he referido más arriba... El ángel era de corta estatura y muy hermoso; su rostro estaba encendido como si fuese uno de los ángeles más altos que son todo fuego. Debía ser uno de los que llamamos querubines . . . Llevaba en la mano una larga espada de oro, cuya punta parecía una ascua encendida.

 Me parecía que por momentos hundía la espada en mi corazón y me traspasaba las entrañas y, cuando sacaba la espada, me parecía que las entrañas se me escapaban con ella y me sentía arder en el más grande amor de Dios. El dolor era tan intenso, que me hacía gemir, pero al mismo tiempo, la dulcedumbre de aquella pena excesiva era tan extraordinaria, que no hubiese yo querido verme libre de ella”.

Continuando con nuestro maravilloso estudio y profundización de la vida de oración, en el presente capitulo abordaremos el séptimo grado: la oración de unión con Dios y su naturaleza. Aquellos que han alcanzado este alto grado de unión con Dios y su contemplación infusa todas las potencias interiores están cautivas y ocupadas en Dios.

En la oración de quietud que tratamos en le capitulo IX; solamente quedaba cautiva la voluntad; en el sueño de las potencias se unía también el entendimiento, pero quedaban en libertad la memoria e imaginación, que le daban al alma mucha guerra.

En la oración de unión, todas las potencias interiores, incluso la memoria y la imaginación, quedan cautivas. Sólo quedan libres—aunque imperfectamente—los sentidos corporales exteriores, que quedarán cautivos también al sobrevenir el siguiente grado de oración—la unión extática—, que en este solo detalle (aparte del grado de intensidad de la luz contemplativa) se diferencia de esta oración de unión

La intensidad de la experiencia mística que produce la oración de unión es indecible. Es incomparablemente superior a la de los grados anteriores, hasta el punto de que tiene sobre el mismo cuerpo una influencia profunda, rayana en el éxtasis. Los sentidos exteriores, sin perderse del todo, acusan fuertemente la sublime elevación del alma, que casi los desampara y abandona. He aquí cómo expresa estas cosas la gran Santa de Ávila:

«Estando así el alma buscando a Dios, siente, con un deleite grandísimo y suave, casi desfallecer toda con una manera de desmayo que le va faltando el huelgo y todas las fuerzas corporales, de manera que, si no es con mucha pena, no puede aún menear las manos; los ojos se le cierran sin quererlos cerrar, o sí los tiene abiertos, no ve casi nada; ni si lee acierta a decir letra, ni casi atina a conocerla bien; ve que hay letra, más como el entendimiento» no ayuda, no la sabe leer aunque quiera; oye, mas no entiende lo que oye.

Así que de los sentidos no se aprovecha nada, si no es para no acabarla de dejar a su placer, y así antes la dañan. Hablar es por demás, que no atina a formar palabra, ni hay fuerza, ya que atinase, para poderla pronunciar; porque toda la fuerza exterior se pierde y se aumenta en las del alma para mejor poder gozar de su gloria. El deleite exterior que se siente es grande y muy conocido. Esta oración no hace daño por larga que sea»

No hay uniformidad entre los autores para designar este grado de oración. Santa Teresa emplea simplemente la palabra unión, sin más (oración de unión). Otros la llaman unión simple, para significar este grado especial, distinto de los demás estados místicos en los que se da también unión con Dios. Otros, finalmente, la denominan unión plena, para significar que En ella todas las potencias del alma están unidas con Dios.

Es preciso confesar que ninguna de estas expresiones es del todo exacta. La misma Santa Teresa tiene el inconveniente de sugerir la idea de que en las oraciones místicas anteriores no había unión del alma con Dios, lo cual es enteramente contrario a la verdad y al mismo pensamiento de Santa Teresa. La segunda es inexacta también, y acaso le convendría mejor a la simple oración de quietud (es la unión mística con Dios más simple y sencilla de todas),

Y la tercera nos parece que debe reservarse para el grado siguiente (unión extática), donde únicamente se da la unión plena de todas las potencias espirituales y corporales, interiores y exteriores. A falta, pues, de una terminología más precisa y exacta, nosotros preferimos mantener la sencilla expresión de Santa Teresa, aun reconociendo que no es del todo perfecta. Acaso la Santa se dio cuenta también de ello, pero no quiso inventar una palabra nueva o no la encontró, aunque lo intentara. En fin, de cuentas, las expresiones ambiguas tienen el sentido que en un momento dado se les quiere dar, y todo el mundo sabe perfectamente lo que Santa Teresa quiere decir cuando habla de oración de unión.

Nótese cuan profundamente psicológica es la admirable clasificación teresiana de los grados de oración mística. Cada vez el fenómeno contemplativo va afectando a mayor número de potencias hasta “avasallarlas todas”. Y cuando lo ha conseguido plenamente, ya no falta más que la permanencia de esa unión (unión transformativa o matrimonio espiritual).

 Dentro de estas líneas fundamentales caben infinidad de matices y los fenómenos se alternan y entremezclan, de manera que, a veces, se encuentran en los grados inferiores manifestaciones transitorias de los superiores y en estos últimos se producen como baches o descensos a los inferiores.

Pero, puestos a clasificar con algún orden estas manifestaciones estupendas de la vida sobrenatural superior, apenas cabe imaginar nada más perfecto y acabado que las admirables descripciones de Santa Teresa. Capitulo X: La vida de Oración.

Características esenciales de la oración de unión:

Presenta las siguientes características esenciales, que son, a la vez, las señales para conocerla y distinguirla de otros fenómenos más o menos parecidos:

1- Ausencia de distracciones: Mientras permanece en este grado de oración, el alma no se distrae jamás. La razón es muy sencilla: las potencias culpables de las distracciones son la memoria y la imaginación, que quedan aquí plenamente cautivas y absortas en Dios. Son aquellas «maripositas de las noches, importunas y desasosegadas», que tanta guerra dan al alma en las oraciones pasadas, que «aquí se les queman las alas» en el fuego inmenso de la unión con Dios. Caben—ya lo hemos dicho—ciertas alternativas y altibajos en esta oración, descendiendo a los grados inferiores y volviendo a remontarse a la unión. En estas alternativas o descensos caben las distracciones—la memoria y la imaginación recobran de momento la libertad—, pero mientras el alma está en verdadera unión, la distracción es psicológicamente imposible.

2- Certeza absoluta de haber estado unida el alma con Dios: Durante el fenómeno contemplativo, el alma nunca duda de que está íntimamente unida con Dios, a quien siente de una manera inefable. Pero, al salir de la oración, en los grados anteriores a éste le quedan al alma ciertas dudas o temores sobre si estuvo o no verdaderamente con Dios, si fué antojo suyo, si tal vez la engañó el demonio dándole aquellas ternuras sensibles, etc. En la oración de unión, en cambio, la certeza de haber estado con Dios es tan plena y absoluta que Santa Teresa llega a decir que, si el alma no la siente plenamente, no ha tenido verdadera oración de unión.  He aquí sus palabras:

«Fija Dios a sí mismo en lo interior de aquella alma, de manera que, cuando torna en sí, en ninguna manera puede dudar que estuvo en Dios y Dios en ella. Con tanta firmeza le queda esta verdad, que, aunque pasen años, sin tornarle Dios a hacer aquella merced, ni se le olvida ni puede dudar que estuvo». Y un poco más abajo añade: «Y quien no quedare con esta certidumbre, no diría yo que es unión de toda el alma con Dios, sino de alguna potencia, y otras muchas maneras de mercedes que hace Dios al alma».

El demonio no puede contrahacer o falsificar esta oración. Tanto es así, que Santa Teresa cree que ni siquiera conoce la existencia de esta oración tan íntima y secreta. He aquí sus palabras: «Y osaré afirmar que, si verdaderamente es unión de Dios, que no puede entrar el demonio ni hacer ningún daño; porque está Su Majestad tan junto y unido con la esencia del alma, que no osará llegar ni aun debe de entender este secreto. Y está claro; pues dicen que no entiende nuestro pensamiento, menos entenderá cosa tan secreta, que aún no la fía Dios de nuestro pensamiento. ¡Oh, gran bien, estado adonde este maldito no nos hace mal!».

3. Ausencia de cansancio: comprende sin esfuerzo. El alma está saboreando con deleites inefables unas gotitas de cielo que han caído sobre ella. Esto no puede cansarla ni fatigarla por mucho rato que dure. Y así dice Santa Teresa: «Esta oración no hace daño por larga que sea; al menos a mí nunca me le hizo, ni me acuerdo hacerme el Señor ninguna vez esta merced —por mala que estuviese—que sintiese mal, antes quedaba con gran mejoría. Mas ¿qué mal puede hacer tan gran bien.

+Efectos y fenómenos contemplativos en la oración de unión con Dios:

Santa Teresa recoge los principales en un capítulo admirable (Moradas Quintas). Después de comparar la profunda transformación del alma a la que experimenta un gusano de seda, que se convierte en «una mariposica blanca muy graciosa», escribe la insigne Reformadora del Carmelo:

«Oh grandeza de Dios, y cuál sale un alma de aquí de haber estado un poquito metida en la grandeza de Dios y tan junta con El; que, a mi parecer, ¡nunca llega a media hora! Yo os digo de verdad que la misma alma no se conoce a sí; porque mirad la diferencia que hay de un gusano feo a una mariposica blanca, que la misma hay acá. No sabe de dónde pudo merecer tanto bien; de dónde le pudo venir, quise decir, que bien sabe que no le merece.  con un deseo de alabar al Señor, que se querría deshacer y de morir por El mil muertes.

Luego le comienza a tener de padecer grandes trabajos sin poder hacer otra cosa. Los deseos de penitencia grandísimos, el de soledad, el de que todos conociesen a Dios, y de aquí le viene una pena grande de ver que es ofendido. Y aunque en la morada que viene se tratará más de estas cosas en particular, porque, aunque casi lo que hay en esta morada y en la que viene después es todo uno, es muy diferente la fuerza de los efectos; porque, como he dicho, si después que Dios llega a un alma aquí se esfuerza a ir adelante, verá grandes cosas”. Y sigue la Santa describiendo el estado interior de esta alma afortunada, a quien «hanle nacido alas» para volar hasta Dios. Precisamente estos efectos tan sobrenaturales son la mejor marca y garantía de la legitimidad de su oración y de su experiencia inefable.

Vamos a recoger aquí algunos fenómenos contemplativos—distintos, por consiguiente, de las gracias gratis dadas, que no son santificadoras de suyo—, que no se producen jamás en u n momento determinado de la vida espiritual, y no antes o después. Como gracias transitorias que son, Dios las concede cuando le parece, y a veces cuando más descuidada o distraída está el alma.

Con todo, lo más frecuente y ordinario es que no se produzcan—al menos en un grado relativo de intensidad— hasta que el alma ha sido elevada por Dios a este grado de oración de unión que estamos estudiando. Por eso los incluimos aquí, aunque puedan producirse imperfectamente antes y se den nuevamente después en grado perfectísimo de intensidad. Los principales son cuatro: Los toques místicos, los ímpetus, las heridas y las llagas de amor.

De todos ellos hablan maravillosamente San Juan de la Cruz y Santa Teresa. Nada puede suplir a la lectura directa de sus magistrales descripciones. Aquí nos vamos a limitar a u n brevísimo resumen de su pensamiento.

a) Los toques místicos: Son una especie de impresión sobrenatural casi instantánea, que le da al alma la sensación de haber sido tocada por el mismo Dios. El contacto divino, con ser instantáneo, deja saborear al alma un deleite inefable, imposible de describir. El alma suele lanzar un grito y muchas veces cae desmayada o en éxtasis. El alma comprende entonces aquel sublime verso de San Juan de la Cruz: «¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado, que a vida eterna sabe y toda deuda paga!»

Estos toques puede recibirlos el alma en grados muy distintos de intensidad. Dios, más íntimamente presente al alma que ella misma, puede tocar y mover desde dentro al fondo mismo de sus facultades por un contacto espiritual que aparece como divino.

Este fondo del alma—de que gustan hablar los místicos—es llamado también cima del espíritu, adonde no llega jamás el estrépito de las cosas exteriores.  La conducta del alma con relación a estas gracias divinas ha de ser la que recomienda San Juan de la Cruz. Dice que no ha de procurarlas—sería vano empeño por otra parte—, a fin de no dar entrada a los antojos de la imaginación o a las falsificaciones del demonio; sino «hágase resignada, humilde y pasiva en ellas, que, pues pasivamente las recibe de Dios, él se las comunicará, cuando él fuere servido, viéndola humilde y desapropiada. Y de esta manera no impedirá en sí el provecho que estas noticias hacen para la divina unión, que es grande, porque todos éstos son toques de unión, la cual pasivamente se hace en el alma» (Subida al Monte Carmelo 11,32,4).

Los más sublimes son los que San Juan de la Cruz—y los místicos alemanes antes que él—llama «toques substanciales», que no son, sin embargo, verdaderos toques de substancia a substancia, sino a través de las potencias; pero se producen de una manera tan sutil y delicada, que al alma le parece que han sido directamente de substancia a substancia.

En realidad, se ejercen en lo más hondo del entendimiento y de la voluntad, allí donde estas facultades arraigan en la substancia del alma, de donde emanan. La substancia misma del alma nada siente sino a través de sus facultades; pero Dios, más íntimamente presente al alma que ella misma, puede tocar y mover desde dentro al fondo mismo de sus facultades por un contacto espiritual que aparece como divino. Este fondo del alma—de que gustan hablar los místicos—es llamado también cima del espíritu, adonde no llega jamás el estrépito de las cosas exteriores.

La conducta del alma con relación a estas gracias divinas ha de ser la que recomienda San Juan de la Cruz. Dice que no ha de procurarlas—sería vano empeño por otra parte—, a fin de no dar entrada a los antojos de la imaginación o a las falsificaciones del demonio; sino «hágase resignada, humilde y pasiva en ellas, que, pues pasivamente las recibe de Dios, él se las comunicará, cuando él fuere servido, viéndola humilde y desapropiada. Y de esta manera no impedirá en sí el provecho que estas noticias hacen para la divina unión, que es grande, porque todos éstos son toques de unión, la cual pasivamente se hace en el alma» (Subida al Monte Carmelo 11,32,4).

b) Los ímpetus, como su nombre lo indica, son impulsos fuertísimos e inesperados de amor de Dios que dejan al alma con un hambre y sed de amor tan devoradoras, que le parece que no podría saciarla, aunque pudiera abrasar la creación entera en las llamas del divino amor. A veces, el simple oír el nombre de Dios o un cantarcillo espiritual, o cualquiera otra cosa por el estilo, levanta súbitamente en su corazón un ímpetu tan grande de amor, que con frecuencia el pobre cuerpo no lo puede resistir y sobreviene el éxtasis. Ya se comprende que esta gracia es altamente santificadora, pues arranca del alma actos de caridad intensísimos. Además, no hace daño ninguno a pesar de su violencia.

***Cuando los ímpetus proceden de nuestro esfuerzo personal quebrantan terriblemente las fuerzas corporales y es menester moderarlos, si no se quiere incurrir en lamentables extravíos; pero cuando los infunde Dios pasivamente, hieren al alma con grandísima suavidad y deleite, aumentándole increíblemente sus fuerzas y energías.

He aquí, según Santa Teresa, cómo debe conducirse el alma con relación a unos y otros:

«Quien no hubiere pasado estos ímpetus tan grandes, es imposible poderlo entender, que no es desasosiego del pecho ni unas devociones que suelen dar muchas veces, que parece ahogan el espíritu, que no cabe en sí. Esta es oración más baja, y hanse de evitar estos aceleramientos con procurar con suavidad recogerlos dentro en sí y acallar el alma.  Que es esto como unos niños que tienen un acelerado llorar, que parece van a ahogarse, y, con darlos a beber, cesa aquel demasiado sentimiento. Así acá; la razón ataje a encoger la rienda, porque podría ser ayuda el mismo natural; vuelva la consideración con temer no es todo perfecto, sino que puede ser mucha parte sensual, y acalle este niño con un regalo de amor que le haga mover a amar por vía suave y no a puñadas, como dicen. 

Que recojan este amor dentro y no como olla que cuece demasiado, porque se pone la leña sin discreción y se vierte toda, sino que moderen la causa que tomaron para ese fuego y procuren matar la llama con lágrimas suaves y no penosas, que lo son las de estos sentimientos, y hacen mucho daño. Yo las tuve algunas veces a los principios, y dejábanme perdida la cabeza y cansado el espíritu, de suerte que otro día y más no estaba para tornar a la oración. Así que es menester gran discreción a los principios para que vaya todo con suavidad y se muestre el espíritu a obrar interiormente; lo exterior se procure mucho evitar.

No ponemos nosotros la leña, sino que parece que, hecho ya el fuego, de presto nos echan dentro para que nos quememos. No procura el alma que duela esta llaga de la ausencia del Señor, sino hincan una saeta en lo más vivo de las entrañas y corazón a las veces, que no sabe el alma qué ha ni qué quiere.».

Es de suma importancia recalcar que El alma, con relación a estos últimos ímpetus del amor de Dios, no tiene sino dejarse llevar por el espíritu de Dios, sin ofrecerle resistencia ni quererle trazar el camino. Que haga de ella lo que quiera en el tiempo y en la eternidad.

c) Las heridas de amor: según San Juan de la Cruz, son «unos escondidos toques de amor que, a manera de saeta de fuego, hieren y traspasan el alma y la dejan toda cauterizada con fuego de amor». Y Santa Teresa escribe hablando de ellas: «Otra manera harto ordinaria de oración es una manera de herida que parece al alma como si una saeta la metiesen por el corazón, o por ella misma. Así, causa un dolor grande que hace quejar, y tan sabroso, que nunca querría le faltase... Otras veces parece que está herida del amor sale de lo íntimo del alma.

Los efectos son grandes, y cuando el Señor no lo da, no hay remedio, aunque más se procure, ni tampoco dejarlo de tener cuando Él es servido de darlo. Son como unos deseos de Dios tan vivos y tan delgados, que no se puede decir: y como el alma se ve atada para no gozar como querría de Dios, dale un aborrecimiento grande con el cuerpo y parécele como una gran pared que la estorba para que no goce su alma de lo que entiende entonces, a su parecer, que goza en sí sin embargo del cuerpo. Entonces ve el gran mal que nos vino por el pecado de Adán en quitar esta libertad».

A veces esta herida de amor, que ordinariamente es de orden puramente espiritual e interior, se manifiesta también al exterior, traspasando físicamente el corazón de carne (transverberación de Santa Teresa) o apareciendo las llagas en las manos, pies y costado. Este aspecto exterior cae de lleno en la esfera de las gracias gratis dadas. No santifica más al alma que el puramente interno y suele incluso ser menos intenso y deleitable, como explica San Juan de la Cruz. Lo exterior es más espectacular, pero vale siempre infinitamente menos que lo puramente interior y espiritual.

Los efectos de estas heridas de amor son admirables. El alma arde en deseos de que se le rompan las ataduras del cuerpo para volar libremente a Dios. Ve claramente que la tierra es un destierro, y no comprende a los que desean vivir largos años en ella. Es lo que experimentaba San Pablo cuando expresaba su deseo de morir para estar con Cristo (Filipenses 1,23) y los dos sublimes Reformadores del Carmelo cuando componían sus coplas «que muero porque no muero».

d) Las llagas de amor: son un fenómeno parecido a las heridas, aunque más hondo y duradero todavía. San Juan de la Cruz distingue herida, y por eso dura más, porque es como herida ya vuelta en llaga, con lo cual se siente el alma verdaderamente andar llagada de amor». La herida —explica todavía el Santo—le nace al alma de las noticias del Amado que recibe de las criaturas, que son las obras más bajas de Dios; la llaga se la causan las noticias de las obras de la encarnación del Verbo y misterios de la fe, que son mayores obras de Dios que las naturales.

Los efectos son parecidos a los de la herida, aunque son más mucho más   fuertes que el   dolor físico y moral todavía de amor. El alma se queja amorosamente a Dios de que no la acabe de matar llevándola consigo al cielo. Es preciso leer el admirable comentario a las estrofas 9, 10 y 11 del Cántico espiritual («¿Por qué, pues, has llagado —aqueste corazón, no le sanaste?»; «Apaga mis enojos, pues que ninguno basta a deshacellos», y «Descubre tu presencia, y máteme tu vista y hermosura...»), donde el Doctor Místico expone los sentimientos inefables del alma llagada que vive muriendo de amor por Dios.

Nota: Las citas textuales tomadas de los tratados de San Juan de la Cruz y Santa teresa, fueron escritos en un castellano antiguo.

 

+++ Bendiciones.


domingo, 21 de junio de 2020

Capítulo IX: La vida de oración



En la Cruz esta la vida y el consuelo.      (Santa Teresa de Ávila).

Expuesta ya someramente la teoría general de la contemplación y sus principales cuestiones complementarias, pasemos ahora a la exposición de los principales grados en que suelen dividirla los autores en la obra de las huellas de Santa Teresa. El primero de ellos—recogimiento infuso—es el quinto y el  sexto grado es la oración de quietud  con relación al conjunto total de los grados de oración. Vamos a continuar esta enumeración única para que aparezca más clara la maravillosa unidad de la vida espiritual y la transición insensible de la ascética a la mística.

El recogimiento infuso como lo habíamos tratado en el Capitulo VIII; suele presentar diversos fenómenos antecedentes o subsiguientes que no se distinguen substancialmente de esta oración, ya que no son otra cosa que su preparación inmediata o simples efectos de la misma. Los principales, según el Padre. Arintero  (Grados de oración), son:

a) Una viva presencia de Dios sobrenatural o infusa que precede ordinariamente al recogimiento en cuanto tal. Santa Teresa habla de ella expresamente.

b) Una admiración deleitosa que ensancha el alma y la llena de gozo y alegría al descubrir en Dios tantas maravillas de amor, de bondad y de hermosura.

c) Un profundo silencio espiritual, en que ella se queda atónita, absorta, abismada y como anonadada ante tanta grandeza.

d) Luces vivísimas sobre Dios y sus misterios. En un momento y sin trabajo alguno adquiere el alma unas luces tan grandes como no hubiera podido lograrlas en años enteros de estudio y meditación.

El director espiritual tiene que adiestrar al alma que empieza a recibir las primeras luces contemplativas para que no les ponga el menor obstáculo y saque de ellas el máximo rendimiento espiritual. No pocos esfuerzos tendrá que hacer el director para convencer al alma de que debe abandonarse inmediatamente a la acción de Dios apenas comience a notarla.

La mayoría de las almas son en este punto muy desobedientes y recalcitrantes. Acostumbradas a sus rezos vocales y a sus ejercicios discursivos, les parece que pierden el tiempo y quedan con escrúpulo si los omiten, siendo así que Santa Teresa tenía por gran ganancia esta pérdida No advierten—-en efecto—que vale más y deja al alma mucho más rica y santificada un pequeño toquecito interior del Espíritu Santo, por insignificante que sea, que todos los ejercicios habidos y por haber que se les ocurran y realicen por propia iniciativa.

Entregarse con toda el alma a la vida interior. —El alma que ha recibido estas primeras comunicaciones místicas es señal de que Dios la tiene predestinada para grandes cosas. Si no queda por su culpa, llegará muy arriba en la montaña del amor. Plenamente convencida de la necesidad de una exquisita correspondencia a la gracia, el alma debe romper definitivamente con las mil bagatelas que la tienen todavía atada a la tierra y darse de lleno y con todas sus fuerzas a la práctica de la virtud. Ha de insistir principalmente en:

+ El recogimiento habitual, en el silencio interior y exterior, en la mortificación de los sentidos,

+En el desprendimiento absoluto y total de las cosas de la tierra, en la humildad profunda y, sobre todo, en el amor ardiente Dios, que informe y vivifique todo cuanto haga.

+ En la Entrega de lleno a la vida de oración y permanencia vigilante y atenta a la voz suavísima de Dios, que la llamará con frecuencia—si le es fiel—al reposo santo de la contemplación. Guárdese, sin embargo, de forzar las cosas. Dios llegará a su hora; pero mientras tanto haga con suavidad y sin violencia todo cuanto pueda con ayuda de la gracia ordinaria.

 La Oración de Quietud

 La Naturaleza de La oración de quietud consiste en un sentimiento íntimo de la presencia de Dios que cautiva la voluntad y llena al alma y al cuerpo de una suavidad y deleite verdaderamente inefables.

 Oigamos a Santa Teresa: «De este recogimiento viene algunas veces una quietud y paz interior muy regalada, que está el alma que no le parece le falta nada, que aun el hablar le cansa, digo el rezar y el meditar; no querría sino amar. Dura rato y aun ratos».

«Es ya cosa sobrenatural y que no la podemos procurar nosotros por diligencias que hagamos; porque es un ponerse el alma en paz o ponerla el Señor con su presencia, por mejor decir... Entiende el alma, por una manera muy fuera de entender con los sentidos exteriores, que está ya junto cabe su Dios, que, con poquito más, llegará a estar hecha una misma cosa con El por unión... Siéntese grandísimo deleite en el cuerpo y grande satisfacción en el alma.

Estos deleites espirituales son diferentísimos de los consuelos de la oración ordinaria o ascética. Santa Teresa pone el bello símil de las dos pilas o estanques de agua. Al uno viene el agua de muy lejos «por muchos arcaduces y artificio», y entra en él con mucho ruido y alboroto; son los consuelos sensibles de la oración ascética. El otro «está hecho en el mismo nacimiento del agua va sin ningún ruido»; esta es la oración mística de quietud.

La diferencia fundamental entre esta oración de quietud y la de recogimiento infuso que la precedió—aparte, naturalmente, de la mayor intensidad de luz contemplativa y de los deleites mucho más intensos—es que el recogimiento infuso era como una invitación de Dios a reconcentrarse en el interior del alma donde quiere El comunicarse. La quietud va más lejos: comienza a darle al alma la posesión, el goce fruitivo del soberano Bien.

El recogimiento afecta principalmente al entendimiento (que recoge o atrae hacia sí a todas las demás potencias), mientras que la quietud afecta, ante todo, a la voluntad. El entendimiento y la memoria, aunque sosegados y tranquilos, están libres para pensar en lo que está ocurriendo; pero la voluntad está plenamente cautiva y absorta en Dios. Lo dice expresamente Santa Teresa:

«No le parece hay más que desear; las potencias sosegadas, que no querrían bullirse; todo parece le estorba a amar, aunque no tan perdidas, porque pueden pensar en cabe quién están, que las dos están libres. La voluntad es aquí la cautiva, y si alguna pena puede tener estando así, es de ver que ha de tornar a tener la libertad. El entendimiento no querría entender más de una cosa, ni la memoria ocuparse en más; aquí ven que ésta sola es necesaria, y todas las demás la turban.

El cuerpo no querría se menease, porque les parece han de perder aquella paz, y así no se osan bullir; dales pena el hablar; en decir Padre nuestro una vez, se les pasará una hora. Están tan cerca, que ven que se entienden por señas. Están en el palacio cabe su Rey y ven que las comienza ya a dar aquí su reino; no parece están en el mundo ni le querrían ver ni oír, sino a su Dios; no les da pena de nada, ni parece se la ha de dar. En fin, lo que dura, con la satisfacción y deleite que en sí tienen, están tan embebidas y absortas, que no se acuerdan que hay más que desear, sino que de buena gana dirían con San Pedro: «Señor, hagamos aquí tres moradas»

La quietud, pues—como su mismo nombre lo indica—, tiende de suyo al silencio y reposo contemplativo. Sin embargo, como el entendimiento y las potencias orgánicas están libres, pueden ocuparse en las obras de la vida activa, y así lo hacen frecuentemente con mucha intensidad. En estos casos, la voluntad no pierde del todo su dulce quietud—aunque suele debilitarse algo—y comienzan a juntarse Marta y María, como dice hermosamente Santa Teresa. Claro que esto no se consigue del todo hasta que el alma llega a la cumbre de la unión con Dios.

Efectos en el alma de la oración de quietud: Son admirables los efectos santificadores que produce en el alma la oración de quietud. Santa Teresa expone algunos de ellos en un párrafo admirable que, para mayor claridad, vamos a descomponerlo en sus ideas principales:

a) Una gran libertad de espíritu: «Un dilatamiento o ensanchamiento en el alma... para no estar tan atada como antes en las cosas del servicio de Dios, sino con mucha más anchura».

b) Temor filial de Dios, con miedo de ofenderle: «Así en no apretarse con el temor del infierno, porque, aunque le queda mayor de no ofender a Dios, el servil piérdese aquí».

c) Gran confianza de eterna salvación: «Queda con gran confianza que le ha de gozar».

d) Amor a la mortificación y trabajos: «El (temor) que solía tener, para, hacer penitencia, de perder la salud, ya le parece que todo lo podrá en Dios; tiene más deseos de hacerla que hasta allí. El temor que solía tener a los trabajos los pasa por Dios, Su Majestad le dará gracia para que los sufra con paciencia; y aun algunas veces los desea, porque queda también una gran voluntad de hacer algo por Dios».

e) Profunda humildad: «Como va más conociendo su grandeza (la de Dios), tiénese ya por más miserable».

f) Desprecio de los deleites terrenos: «Como ha probado ya los gustos de Dios, ve que es una basura los del mundo; el alma se va poco a poco apartando de ellos y es más señora de sí para hacerlo».

g) Crecimiento en todas las virtudes: «En fin, en todas las virtudes queda mejorada y no dejará de ir creciendo, si no torna atrás ya a hacer ofensas de Dios, porque entonces todo se pierde, por subida que esté un alma en la cumbre».

Fenómenos que acompañan a la oración de Quietud: —En torno a la oración de quietud suelen girar otros fenómenos contemplativos, que no son sino efectos y manifestaciones de los distintos grados de intensidad por ella alcanzados. Los principales son: El sueño de las potencias y la embriaguez de amor.

a) El sueño de las potencias del Alma. —Santa Teresa, en el libro de su Vida, considera como un grado de oración superior y distinto de la quietud el llamado sueño de las potencias, que constituye un simple efecto de la quietud en su grado máximo de intensidad.

A esto último nos atenemos. Según la misma Santa Teresa, este fenómeno «es un sueño de las potencias que ni del todo se pierden ni entienden cómo obran. El gusto y suavidad y deleite es más sin comparación que lo pasado; es que da el agua a la garganta a esta alma de la gracia, que no puede ya ir adelante, ni sabe cómo, ni tornar atrás; querría gozar de grandísima gloria. Es como uno que está con la candela en la mano, que le falta poco para morir muerte que la desea; está gozando en aquella agonía con el mayor deleite que se puede decir. No me parece que es otra cosa sino un morir casi del todo a todas las cosas del mundo y estar gozando de Dios. Yo no sé otros términos cómo decirlo, ni cómo declararlo, ni entonces sabe el alma qué hacer; porque ni sabe si hable, ni si calle, ni si ría, ni si llore. Es un glorioso desatino, una celestial locura, adonde se aprende la verdadera sabiduría, y es deleitosísima manera de gozar el alma».

b)La embriaguez de amor—Los deleites intensísimos del sueño de las potencias llegan a veces a producir una especie de divina embriaguez, que se manifiesta al exterior en forma de verdaderas locuras de amor, que mueven al alma a dar gritos y saltos de alegría, a entonar cánticos de alabanza o expresar en inspirados versos el estado interior de su espíritu.

«¡Oh, ayudame Dios—exclama Santa Teresa—Cuál está un alma, cuando está así! Toda ella querría fuesen lenguas para alabar al Señor. Dice mil desatinos santos, atinando siempre a contentar a quien la tiene así. Yo sé persona—es ella misma— que, con no ser poeta, que le acaecía hacer de presto coplas muy sentidas declarando su pena bien... Todo su cuerpo y alma querría se despedazase para mostrar el gozo que con esta pena siente. ¿Qué se le pondrá entonces delante de tormentos que no le fuese sabroso pasarlos por su Señor?

Como se ve, estos fenómenos son altamente santificadores del alma y están muy lejos de pertenecer al capítulo de las gracias gratis dadas, como las visiones y revelaciones. Es, sencillamente, la contemplación infusa en un grado muy notable de intensidad, que está, sin embargo, lejos todavía de sus manifestaciones supremas. Hasta la unión transformativa le queda al alma todavía mucho trecho que andar, pero con sus fuerzas y luces actuales «le parece que ya no queda nada más que desear».

El principal aviso que da Santa Teresa es no dejarse embeber demasiado para no quedarse en una especie de modorra y atontamiento, que podría degenerar en lamentables desequilibrios mentales que se les parece arrobamiento., que no es otra cosa más de estar perdiendo tiempo allí y gastando su salud.

Los principales consejos especiales son: Tener cuidado con no confundir esos transportes de alegría espiritual con una efervescencia puramente natural, propia de espíritus impresionables o entusiastas—nótenlo los directores—; no dejarse llevar de esos ímpetus—sobre todo en público—, sino moderarlos lo más que se pueda; no creerse por ellos demasiado adelantados en la vida espiritual, que muchas veces están muy lejos de corresponder al grado de virtud alcanzado por el alma; humillarse profundamente y no entregarse jamás a la oración para buscar los consuelos de Dios, sino únicamente al Dios de los consuelos.

No dejar jamás la oración a pesar de todas las dificultades o tropiezos. —santa Teresa le concede a esto grandísima importancia. Para comenzado a sentir las primeras experiencias místicas abandonar o descuidar la. oración, que una misma falta grave de la que se levantara en seguida arrepentida y escarmentada. Es menester leer y discernir despacio, saboreándolos, sus párrafos inimitablemente.

El director insistirá siempre en la necesidad de practicar las virtudes—que es lo que verdaderamente santifica al alma—y concederá poquísima importancia a todas estas otras cosas, sobre todo si ve que el dirigido se la concede demasiado o empieza a descubrir en él algún repunte de vanidad; que no será fácil si las comunicaciones son verdaderamente de Dios, pues éstas dejan siempre al alma sumergida en un océano de humildad. Esta es la gran señal para distinguir el oro del oropel o si verdaderamente las inspiraciones proceden de Dios, del Maligno o de nuestra propia naturaleza.

 

+++ Bendiciones.