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viernes, 25 de mayo de 2018

San Francisco de Sales. El Combate Espiritual


Militia est vita hominis super terram [La vida del hombre en la Tierra es milicia] (Job 7,1).


Vamos a reflexionar sobre el combate espiritual de la fe, para tal fin tomaremos algunos elementos de un maestro por excelencia como es San Francisco de Sales. Sus enseñanzas en materia son de actualidad apremiante y nos ayudarán en gran medida en la búsqueda permanente del camino de la ascética y la perfección para alcanzar la santidad.

Esta es la situación dramática del mundo que «todo entero yace en poder del maligno» (1ª Jn.5, 19; cf. 1ª Pe.5, 8) hace de la vida del hombre un combate (Catecismo de la Iglesia Católica 409). Todo hombre nace soldado, aunque no todo soldado emplee su armamento. En efecto, todos los hombres nacen soldados, porque, como dice la Escritura, nuestra vida es contienda, y es así como debemos entenderla por encima de todo. Desde el momento en que se ve la luz natural al nacer se es soldado. Más tarde, con el bautismo, se adquiere la luz de la Gracia y se nace por segunda vez, en esta ocasión a la vida sobrenatural, convirtiéndose en soldado para defenderla. No sólo eso; la Iglesia tiene un sacramento particular por el que confirma al hombre como soldado en toda la extensión de la palabra, es el sacramento de la Confirmación.

Si no hay batalla, no hay cristiandad. Si no hay batalla, no hay verdadera Iglesia de Dios, no hay verdadera Iglesia Católica. El Concilio Vaticano Segundo enseña: «A través de toda la historia humana existe una dura batalla contra el poder de las tinieblas, que, iniciada en los orígenes del mundo, durará, como dice el Señor, hasta el día final. Enzarzado en esta pelea, el hombre ha de luchar continuamente para acatar el bien, y sólo a costa de grandes esfuerzos, con la ayuda de la gracia de Dios, es capaz de establecer la unidad en sí mismo» (Gaudium et spes, 37). 

La Palabra de Dios nos enseña: «Lucha la buena lucha de la fe; echa mano de la vida eterna, para la cual fuiste llamado» (1 Tim. 6,12). La vida cristiana es ciertamente contienda. San Pablo, escribió que luchamos contra las fuerzas de las tinieblas: «Para nosotros la lucha no es contra sangre y carne, sino contra los principados, contra las potestades, contra los poderes mundanos de estas tinieblas, contra los espíritus de la maldad en lo celestial» (Ef. 6,12).


+ Del Mérito y las Imperfecciones del  Combate Espiritual:


San Francisco de Sales afirmaba :<< Lo que le da valor y merito a nuestras obras de la Fe; es el Amor de Dios, no es la cantidad de las obras que hagamos, es el amor y el cuidado que pongamos en ellas. Tampoco es importante lo que las obras nos cuesten, es el Amor de Dios que hay en ellas camino a la perfección. Hay que estar atentos en no hacer mucho, si no hacer el Bien; no es en la multiplicidad de trabajos y obras de las cosas que hagamos; si no en la perfección, bondad, verdad y caridad que hay en ellas>>.

Todo el bien que hagamos es por amor a Dios y todo el Mal que evitemos es por amor a él, porque sin caridad nada somos nos enseña San Pablo. El amor de Dios lo encontramos en las cosas ordinarias y pequeñas; aceptar con amor nuestras imperfecciones, aflicciones y sufrimientos temporales en la que diariamente somos probados hayan gracia delante de Dios.

María Magdalena cuando fue a Buscar al Señor, no le reconoció y lo confundió con el Hortelano, lo reconoció cuando escucho la de Voz nuestro Señor Jesucristo y la llamo por su nombre: <<¿ Mujer a quién buscas, por qué lloras?>>( Jn 20. 13 ss.). Fijar la mirada en Jesús nos “hace ver” nuestra pequeñez e imperfección he aquí que al contemplar a Jesús le “reconozco” y me conozco a sí mismo. San Agustín exclamaba Señor: <<Que te conozca, y me conozca, a ti único Señor y Verdadero>>.

Solo el Amor de Dios llena todo”vacío”e imperfección del hombre Natural, para llevarlo a gozar y experimentar lo sobrenatural, es decir sólo con y en el Amor de Dios alcanzamos la Virtud, la perfección y santidad. La aceptación de la voluntad de Dios es el camino que nos traza para alcanzar la Santidad, es dejarlo obrar en nuestras vidas. 

La gloriosa libertad de los Hijos de Dios la encontramos en dejarnos conducir por el Espíritu de Libertad, porque donde esta Dios, hay Libertad;(2 Co 3, 17) donde hay caridad y amor, ahí está el Señor en medio de nosotros. Alcanzar la libertad espiritual es ante todo combatir y crucificar la carne de todo los “apegos”, pasiones desordenadas que esclavizan el cuerpo, el Alma y el Espíritu.La esclavitud del pecado nos hace cautivos al vaivén de los “estados de “animo”, en repetidas ocasiones cosas pequeñas y contrariedades, consigo mismos o con el prójimo, nos quitan la Paz. Solo Dios conoce nuestros corazones, solo Dios sabe quiénes somos:

<<No hay nada tan engañoso y sin remedio como el corazón del hombre, ¿quién lo conoce? Yo Yahvé que sondeo sus entrañas y lo examino todo, para dar a cada cual según su conducta>>. (Jeremías 17.9,10).

Soportar con paciencia y mansedumbre las injurias y calumnias nos ayudan en el camino de la Santidad y el Combate Espiritual, debemos, pues, alzarnos y desterrar toda ira, cólera, animosidad y contienda. Interpela Dios a Caín:«¿Por qué andas irritado y porqué se ha abatido tu rostro?», y el mismo Dios le responde con otra pregunta: ¿no es cierto que si obras bien, podrás alzarlo? Mas, si no obras bien a la puerta, está el pecado acechando como una fiera que te codicia a quien puedes dominar (Gen 4., 6,7). Por lo tanto, solo así, lograremos la templanza sobre nuestros actos y no seremos arrastrados por las emociones y pasiones y alcanzaremos el Dominio propio sobre las apetencias e inclinaciones que es lo que hace imperturbable el Espíritu de los Santos.

+De las penitencias Sacrificios y actos de piedad:

Aunque es vital y necesario en el camino Ascético del combate espiritual la práctica del Ayuno, la asidua oración y meditación de las Sagradas escrituras constantemente para adiestrarnos en la batalla contra nuestra concupiscencia, tentaciones y ataques del Maligno. Al demonio no le inquieta la austeridad y el Sacrificio en sí mismo. En realidad lo que lo vence, derrota y ahuyenta; es la obediencia, la humildad, el amor, el abandono y confianza en la voluntad y providencia de Dios.

Es innegable experimentar la ausencia de Dios en el combate espiritual, en donde somos probados en los estados interiores del Alma manifestándose exteriormente en la tibieza y Aridez espiritual producto de nuestras imperfecciones al no encontrar consuelo alguno. Es así, como nos adentramos en desiertos Espirituales o en las noches oscuras del alma o de los sentidos, como las describía San Juan de la Cruz.

El abandono en la providencia y voluntad de Dios, la Negación de sí mismos y el llevar con amor nuestras Cruces es el único Camino para alcanzar la perfección y Santidad  «de la Cruz a la Luz» . Las pruebas temporales no nos privan de la presencia de Dios,  lo importante es estar con el Señor aunque no «sintamos» experimentemos su presencia.

En la Muerte de nuestro señor Jesús en la Cruz la Tierra entera quedo sumergida en Tinieblas (Mc 15, 33); pero la Luz del mundo alumbra todas las tinieblas. Adorar y contemplar al Señor al pie de la Cruz en las tinieblas de nuestra alma; el estar muy cerca de Jesucristo rasga el Velo de nuestro Corazón y todo es llenado y colmado del Suave olor de su perfume, de su presencia y su luz.

San Francisco de Sales en su tratado «Introducción a la Vida Devota», nos enseña como la inquietud o turbación del Alma es la fuente y raíz de donde nacen muchas tentaciones y es la causa del mal que se encuentra en nosotros. Discernir los movimientos interiores y exteriores de la naturaleza de nuestras inclinaciones, hacia bien o hacia el mal, y los diferentes estados del Alma con sus facultades y potencias como son: La Voluntad, la Razón y la Memoria. Según San Agustín. Conocer estas áreas de nuestro interior y las operaciones vitales donde tienden cada una de estas potencias que se integran en nuestro ser; nos permite ejercitar el Dominio de nuestra naturaleza, del Cuerpo el Alma y el Espíritu.

El Gobierno de nuestros actos debe ser en orden descendente, pues en la esfera más superior del ser humano se encuentra nuestro Espíritu que debe ejercer su Señorío, sobre el Alma y el Alma sobre el Cuerpo. Sin embargo, San Pablo nos enseña que la carne codicia contra el espíritu y el Espíritu codicia contra la Carne (Gal 5,17). Queda de manifiesto que las apetencias e inclinaciones del cuerpo son contrarias a las del Alma y el espíritu.

Mediante el dominio,subordinación y gobierno del espíritu sobre: la inteligencia, la voluntad,la Memoria,  la afectividad, las Pasiones, vicios y defectos; alcanzamos la sanación interior, la santidad y perfección  en el combate espiritual. La recepción de los Sacramentos son fuente inagotable de sanidad y la vida de oración  son el Camino Ascético de los que han alcanzado la iluminación y la unión con Dios, el Gobierno y dominio de si mismos y de sus conciencias. Los santos movidos por la gracia lograron:

+La Renuncia de sus propias pasiones, concupiscencias e inclinaciones  negándose a sí mismos y cargando con su cruz y sufrimientos.

+Rechazaron sus propios Defectos, vicios y pecados y los vencieron alcanzando virtudes contrarias a sus deseos movidos por la gracia Divina.

+Alcanzaron el dominio propio y la habitación del Espíritu Santo en todo su Ser, Es decir el Dominio del Espíritu Santo sobre su Alma sus facultades y potencias (La Razón, voluntad, memoria), sobre su cuerpo y sus pasiones.


+++ Bendiciones


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